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Otra vez el sur

“Cada 5 años el encriptado ‘sur’ peruano y sus casi 6 millones de habitantes tienen la posibilidad de decidir al ganador”.

En cada proceso electoral, los faros del análisis enfocan un sector poblacional y geográfico que siempre genera curiosidad, desconcierto y mucho temor porque el primer prejuicio que se nos viene a la mente es el radicalismo de sus posturas: el “sur”.

Lo que llamamos “sur” está comprendido, básicamente, por las regiones de Ayacucho, Cusco, Puno y Arequipa, es decir, el ande quechua y aymara. Una parte del Perú relativamente uniforme en términos étnicos y culturales. Una parte importantísima del país que, históricamente, ha sido desplazada, ninguneada, postergada, maltratada, olvidada y poco integrada al resto de la patria frente a la que esta se para con comprensible desconfianza. Estamos hablando de una especie de recordatorio eterno de la fractura profunda entre varios Perú que aún quiebra nuestro país desde los tiempos de la colonia, sí, aún hoy en nuestro tan venido a menos bicentenario.

Conversando con algunos analistas que trabajan en encuestadoras, ellos explican que la sierra norte es diferente, puesto que, de alguna forma, es una población de compatriotas andinos que se ha mezclado e integrado mucho más a las poblaciones de la costa.

El sur, en cambio, se ha mantenido como un bloque más sólido y, al mismo tiempo, más difícil de descifrar y comprender por el centralismo de nuestras autoridades. Cada 5 años, entonces, el encriptado “sur” y sus casi 6 millones de habitantes tienen la posibilidad de decidir al ganador de las elecciones y manifestar, con su voto, su descontento, su protesta y sus prioridades.

Cada 5 años, los limeñitos rogamos para que el “sur”, ese “alto Perú”, no ajuste antiguas cuentas, para que no nos haga pensar mucho sobre el heterogéneo y desigual territorio donde vivimos, que nos “deje vivir sin causarnos problemas”. Conozco muchos quienes, en el fondo, preferirían no compartir con ellos la misma patria y viceversa. Esa es, justamente, la grave fisura social que no cicatriza, la falta de identidad nacional que nos persigue y desde la cual debemos empezar a construir algo distinto.

La República

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