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La gran mentira comunista

“Un documento elaborado por el jefe del NKVD, Lavrenti Beria, y firmado por Stalin, Mólotov, Voroshílov, Kalinin, Mikoyán y Kaganóvich, autoriza la masacre de polacos’'.

Una de las peores masacres perpetradas durante la Segunda Guerra Mundial, planificada, dispuesta y ejecutada con extraordinaria minuciosidad y desvergüenza con el expreso propósito de borrar de la faz de la Tierra a una nacionalidad, la cometió José Stalin y su cohorte de fanáticos dirigentes comunistas en agravio de los polacos que detuvieron selectivamente, entre abril y mayo de 1940. Conocida como la matanza de Katyn, en la que fueron ultimados alrededor de 14 mil 700 miembros de la élite militar, política e intelectual de Polonia, fue una operación de asesinato masivo que practicó el nefasto servicio secreto estalinista −el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD)−, en un momento en que los soviéticos invadieron el país en simultáneo con las tropas de Hitler, en cumplimiento de un pacto secreto suscrito el 23 de agosto de 1939, que incluía la repartición de Polonia. Un tratado que no duró mucho porque el 22 de junio de 1941, los nazis penetraron en territorio soviético.

Precisamente, durante el avance alemán en Smolensk con dirección a Moscú, en abril de 1943 las tumbas clandestinas con millares de cadáveres fueron descubiertas. Los nazis atribuyeron los crímenes a los soviéticos, pero, no obstante la montaña de evidencias, decenas de testimonios y numerosos documentos oficiales, Stalin y su partida de homicidas lo negaron hasta el final. “Propaganda nazi”, mintieron. Es más, como relata el reportero alemán Thomas Urban en la espectacular crónica de la evolución de los hechos hasta la actualidad: La matanza de Katyn: Historia del mayor crimen soviético de la Segunda Guerra Mundial (La esfera de los libros, 2020), más de 80 años después todavía hay quienes pretenden negar la autoría del régimen comunista de Stalin.

Urban registra información que demuestra que Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt fueron comunicados por los propios líderes polacos en el exilio sobre la responsabilidad de Stalin por el exterminio de Katyn, pero hicieron oídos sordos para no mortificar al dictador comunista y hacer peligrar a los aliados que enfrentaban a Hitler. Como señala el periodista Urban, en 1990 el líder soviético Mijaíl Gorbachov aceptó la autoría de la matanza por parte del NKVD, y durante el gobierno de Dmitri Medvédev (2008-2012) se hizo público entre otros un documento del 5 de marzo de 1940, elaborado por el jefe del servicio secreto, Lavrenti Beria, en que se dispone la ejecución de los presos polacos.

El decreto lleva estampadas las rúbricas de José Stalin, Viacheslav Mólotov, Kliment Voroshílov, Mijaíl Kalinin y Anastás Mikoyán, así como el consentimiento de Lazar Kaganóvich. Sin embargo, hoy las autoridades rusas son renuentes a dar acceso a los historiadores a los archivos para conocer más sobre Katyn, quizás porque Vladimir Putin se formó en la KGB soviética, afirma Thomas Urban en su espectacular libro que demuestra que nunca una mentira dura más de cien años.

La República

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