Los ritos profundos

“Y en este país de Arguedas, y en esta patria de Vallejo, los ríos, lástima, son cada vez más profundos. Y perdonen por la tristeza”.

Me invitan a una charla sobre Arguedas en Chimbote. Qué lujo. Conocí al maestro de cuando llegaba a casa junto a Máximo Damián. Lo leí luego con fruición y también con aflicción. Su tema recurrente: el Perú. El país asimétrico de una memoria discontinua cual tinaja rota. De ayer, de hoy. Aquel de “El zorro de arriba y el zorro de abajo”.

Sí, Chimbote, el laboratorio profano creado por el desborde popular del país del tránsito continuo y reproducido por enésima vez en todo el Perú y hasta ahora. Ahora que terminamos el peor año de nuestra existencia. Hoy, víctimas de la pandemia y la miseria y aún con un presidente rompible y un congreso corrupto y mafioso.

Y se sigue hablando de los festejos del bicentenario y la arqueóloga Ruth Shady –con 25 años descubriendo los secretos de Caral– suplica a la Policía que los traficantes de terrenos no la maten, pero la Policía argumenta que ellos no cuidan huacas y que les falta “efectivos” porque hay que disparar fuego cruzado para despejar las carreteras.

Y si en noviembre los jóvenes convulsionaron las calles y sacaron de la presidencia al tal Merino, en diciembre los trabajadores de las agroexportadoras de Ica y La Libertad lograron la derogatoria de la Ley N° 27360. Entre ambas revueltas no hay más que carencia de institucionalidad o formas de explotación que vienen de antiguo.

Y todos los dramas vienen desde la colonia y siguen vigentes con el fujimorismo o las prácticas del empresario José Chlimper, ahora. Formas de lucro de una clase latifundista ayer, agroexportadora ahora. El guano y el salitre, y los réditos para la plutocracia, en el XIX. Y en el siglo pasado los militarismo y Leguía y Sánchez Cerro y Benavides.

¿Qué cambió en este tiempo? Casi nada. Mariátegui y Haya siguen en las bibliotecas. Basadre y Porras gozan de buena salud en los archivos. Existió, existe, una manera ruin de enterrar sus ideas. La escuela, la universidad, los hogares, los partidos, en fin. Un sistema de olvido diseñado por los poderosos para que estos peruanos ilustres sean parias extranjeros en su propia patria.

No solo es un drama nacional, pero está clavado en nuestros bolsillos y el pensamiento. Las grandes empresas y el Estado moderno –si lo hay– tienen propósitos antitéticos. Esa es la única verdad. Y en este país de Arguedas, y en esta patria de Vallejo, los ríos, lástima, son cada vez más profundos. Y perdonen por la tristeza.

La República

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