El goleador vino de Italia

Lapadula, que se computa más peruano que Nicola Porcella, jamás imaginó ser ídolo de los sobrevivientes del coronavirus.

Gianluca Lapadula llegó a Lima el domingo. Y vertiginoso, mientras acariciaba su flamante DNI, se enteró de que, a punto de ser vacado, el presidente Vizcarra quiere cerrar la revista de Hildebrandt. Que De Soto es un burro en temas de educación, que Pepe Luna está preso y con difteria política y que el sueldo mínimo es una falacia económica. Luego dijo que no solo tocaba piano, en comparación con Advíncula que toca cajón, sino que también escribía poesía.

Difícil situación de Lapadula, quien a los 30 años decide convertirse en peruano. No sabe lo que se le viene. Él que vivía con holguras en Italia y es hijo de peruana e italiano, ahora tendrá que hacer cola para votar, pagar las tarifas abusivas de Luz del Sur, aprender el Himno nacional en la parte que dice “…que rendimos al Dios de Jacob” y evitar las fiestas Covid.

Y apenas arribó a Lima con su blue jean roto, mostró una gran diferencia con el conjunto amarillo locro Balenciaga que lucía Cuevita. Y de saque agarró mortificación. Su español le sabe a chicharrón en modo Barnechea y así parece actor de cine mudo. Pero lo que jamás imaginó es que hoy es una suerte de divinidad icónica en el emporio de Gamarra. Polos, gorros, tapabocas y trusas llevan su nombre. E incluso, en Mesa Redonda ya pusieron de moda el ‘Menú Lapadula’: Menestrón y Tallarines verdes con Milanesa de hígado.

“El Tanque inca” como lo bautizó ya la prensa chicha, reinaugura la influencia cultural de los italianos en el Perú. Esa que vino Raimondi, con los fideos canutos y los helados de carretilla. Que después nos amotinara con el influjo de Shopia Loren y Gina Lollobrigida, que nos dejara el gusto al infierno con Dante Alighieri y la poesía de Cesare Pavese y ahora con pan ciabatta. Y lo trajo Gareca para remplazar a Paolo Guerrero, hacerles goles a Chile y Argentina y que nos clasifique al Mundial de Qatar 2022.

Lapadula, que se computa más peruano que Nicola Porcella, jamás imaginó ser ídolo de los sobrevivientes del coronavirus. Y sabe que ha llegado a un país donde un millón de peruanos apenas cuentas con 5 soles diarios para comer y que la desnutrición y la anemia necesitan de sus goles. Hoy sigue metido en la burbuja sanitaria, le han puesto un profesor de la crisis y le habían hecho jurar que no hable de política y que se deje de vainas y solo se dedique a los goles. Entonces pensó, jamás imaginé que era tan jodido ser peruano. Y se puso a tocar piano.

La República

Los artículos firmados por La República son redactados por nuestro equipo de periodistas. Estas publicaciones son revisadas por nuestros editores para asegurar que cada contenido cumpla con nuestra línea editorial y sea relevante para nuestras audiencias.