Ganar el Nobel y ser Vargas Llosa

Fue una estupenda ceremonia la de ayer en el Instituto Cervantes, con la organización de la Cátedra Vargas Llosa, dirigida ahora por el escritor y columnista de este diario Raúl Tola, en conmemoración de los diez años desde que la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura a un peruano.

Este columnista recuerda, como si fuera ayer, la madrugada del 7 de octubre de 2010. Entonces, era conductor del noticiero matutino de ATV que, hacia las 6 a.m., era básicamente un programa de comisaría con las noticias policiales, esas que alguien llamó ‘las notas sociales de los pobres’.

Pero en ese momento entró la noticia inesperada porque, de tanto esperarla, ya nadie la esperaba, de que Mario Vargas Llosa había recibido, por fin, el Premio Nobel de Literatura que ya casi todos pensaban –comenzando por él mismo– que nunca se lo darían, aunque cada octubre secretamente muchos deseábamos que ocurriera.

Y ocurrió esa mañana de hace una década. No recuerdo otra noticia que me haya producido más alegría y emoción al narrarla en todo el tiempo en que fui conductor de noticiero.

Porque es el peruano más universal de nuestra historia reciente. Pero, principalmente, porque este columnista tiene una profunda admiración por Mario Vargas Llosa. Por su disciplina para el trabajo. Por su lucidez e integridad intelectual, dispuesta a arriesgar relaciones personales por sus ideas en ensayos, discursos y entrevistas.

Y, obviamente, por su literatura, la cual he leído casi en su integridad. Tuvo razón Javier Cercas cuando dijo ayer que “es más fácil ganar el Nobel que ser Vargas Llosa”. Entre las obras de Cherman que tengo, hay una de César Vallejo, pues un poema suyo fue el primero que leí; una de Perico León, pues un gol suyo fue el primero que presencié; y otra de Mario Vargas Llosa, pues La ciudad y los perros fue la primera novela que leí, y desde entonces me enganché con su obra y con la lectura.

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