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“Arranca Perú”: ¿se podrá destrabar?

“Es momento de ponerle el cascabel al gato y modificar radical y profundamente las desastrosas normas que regulan los procesos de selección y ejecución del gasto público”.

Mientras la pandemia continúa marcando el ritmo, demandando recursos y atención en salud pública, la clave del momento es responder al colapso económico en una región ya en recesión y con la inversión privada a la expectativa. El gobierno ha anunciado esta semana varios planes de inversión interesantes y también lo ha hecho, por su lado, la Sociedad Nacional de Industrias (SNI). Feliz coincidencia ya que concurrencia de la inversión privada y la pública es crucial.

Lo más interesante que se ha planteado desde el sector privado en los últimos días ha sido el consistente mensaje del presidente de la SNI. Nada que ver en el mensaje con el estilo “pedilón-quejumbrón” de otro gremio empresarial, sino “seis motores” en una propuesta muy concreta y viable. La mención que hizo el presidente sobre la SNI en su conferencia de prensa del lunes es una buena señal de una convergencia indispensable.

¿Y la inversión pública? Vital, urbi et orbi. Más cuando hay recesión con desempleo y pobreza en ebullición. Dos anuncios presidenciales importantes.

Primero, el convenio con el Reino Unido para ejecutar en las zonas afectadas por el Niño costero (¡en 2016-17!) 7 mil millones de inversión pública trabada. Bienvenido ese paso que pone en mecanismos transparentes, alejados de aquellos abstrusos corruptos con los que lucró por décadas el “club de la construcción”.

Segundo, el programa “Arranca Perú”. Más de 6 mil millones de soles de ejecución inmediata en cuatro sectores; anuncia un millón de empleos. ¿Funcionará? Hay razones para dudar dado el “currículo” de crónica ineficiencia en la ejecución presupuestal. En el 2019, por ejemplo, ningún ministerio ejecutó todo su presupuesto. El vital Ministerio de Transportes solo ejecutó el 73,1%, pese a tener el mayor presupuesto (más de S/ 9.600′000,000). ¡Un crimen! Uno de los tres ministerios con menor porcentaje de ejecución fue Salud (41,2%) con las consecuencias conocidas. ¡Crimen mayor!

Este resultado se explica no por una siniestra mano maléfica sino por reglas y procedimientos kafkianos, “tallados a mano” para inviabilizar un gasto eficiente. Tres ejemplos de esto.

Uno: procesos de selección que no fomentan elegir lo mejor sino “lo más barato”; por lo general termina saliendo más caro. Dos: contratos inflexibles que no generan incentivos para que los contratistas sean más eficientes o se pueda hacer modificaciones ágiles. Tres: una Contraloría que paraliza y atemoriza sistemáticamente a los funcionarios, muchas veces honestos, en vez de concentrar sus recursos en la persecución exhaustiva de los actos de corrupción.

Es momento de ponerle el cascabel al gato y modificar radical y profundamente las desastrosas normas que regulan los procesos de selección y ejecución del gasto público. Mientras eso no ocurra, seguiremos con la brutal ineficiencia del gasto público y “Arranca Perú” se trabará. Sin resolver este quid de la cuestión, todos los anuncios de gasto público acabarán en otra frustración voluntarista. Pero eso requiere mucha claridad y coraje en las iniciativas del Ejecutivo y responsabilidad en el Congreso sin temor al “qué dirán”.

La República

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