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La construcción del estado y el desgarro íntimo

“La tenaz servidora pública conseguía por la persuasión si no por la fuerza evitar los nacimientos”.

Por: María Emma Mannarelli

Es evidente que a no todas las comunidades nacionales les cuesta igual construir el estado. Es claro que algunas de sus élites no solo han esquivado su función, lo han desmantelado. Lo que sí, hacerlo lleva a todos a renunciar a formas de ser, de relacionarse con los demás y, al final, con una misma. Y puede tener un costo altísimo, sobre todo si consideramos que no tenemos control sobre los resultados. Esa lucha íntima y colectiva atravesó la vida de Wan Xin, la mujer de la infancia en la China turbulenta de la revolución cultural (1966-76), cuando los niños del pueblo de Dongbiexiang, donde creció, recuerdan haber comido carbón. Wan Xin, personaje principal de Rana (2009) de Mo Yan (Premio Nobel de Literatura) es una obstetra virtuosa, amada en su pueblo y los alrededores. Su futuro prometedor se empaña cuando su prometido deserta piloteando un avión que aterriza en Japón.

Su desconcierto sentimental y la necesidad de probar su celo comunista la llevan a un frenesí profesional. Es una burócrata implacable y eficientísima, de las que el PC chino necesitaba para que las parejas, en un país que pasaba los 1.000 millones de habitantes, tuvieran solo un hijo; en el campo máximo dos. Wan Xin recorre las provincias ofreciendo e imponiendo métodos anticonceptivos. En su periplo enfrenta resistencias feroces. Si bien el gobierno chino ofreció considerable apoyo estatal −becas, premios, acceso a recursos− a quienes cumplían con la política pública, hubo mujeres y sobre todo hombres desconsolados con el nacimiento de una hija única; ansiaban desesperados un niño; hombres horrorizados ante la idea de que una burócrata, para ellos una mujer, los privara de su canal seminal; empíricos que se ganaban la vida y consideraciones extrayendo clandestinamente dispositivos intrauterinos del cuerpo de las mujeres. El aborto estaba a la mano y se practicó mucho cuando las pruebas indicaron lo femenino del feto. El tenso despliegue administrativo consiguió, es de presumir, disminuir en 300 millones los nacimientos, y un desbalance sexual de 40 millones más de hombres que de mujeres.

La tenaz servidora pública conseguía por la persuasión si no por la fuerza evitar los nacimientos. Pero lo devastador en términos emocionales fue cuando tuvo que encarar a sus familiares y allegados. El conflicto interno se expresaba, por la naturaleza misma de su función administrativa, en la situación más desesperada y violenta. Semejante movilización de recursos públicos, y su propia convicción, no podía ceder ante los reclamos de la sangre. Wan Xin fue una burócrata ante su fratría, ante el estupor de sus parientes; llegó a morir en sus manos la esposa de su sobrino, Renacuajo, el amoroso narrador, cuyo afecto sin embargo no perdió. Pero el costo del servicio público fue un desgarro psíquico irreparable, un lamento que acompañó su historia hasta el final.

La República

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