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Incipiente democracia

“Mientras autoridades no tengan voluntad política de hacer crecer la participación ciudadana consciente, el camino va a ser difícil. Felizmente están los persistentes”.

Hobbes decía que el poder absoluto no nace de una imposición que viene desde lo alto, sino de la opción de los individuos que sintiéndose protegidos renuncian y conceden la propia libertad a un tercero. Es así como en nuestras sociedades democráticas se delegan facultades a políticos elegidos por el pueblo para que manejen el Estado desde sus diferentes estamentos en aras de cumplir con las promesas de desarrollo y progreso que le hicieran.

Hace unos días me enfrenté a un remedo de proceso democrático al ser parte de una Junta Vecinal de un conocido distrito limeño. De un momento a otro, se nos informó a las 14 Juntas Vecinales y a los representantes de otras veinte organizaciones civiles que se abría el rol de actividades del Presupuesto Participativo 2021. Luego, se nos dio algunas horas para presentar nuestros proyectos. Posteriormente se nos citó con el mismo apremio a una nueva reunión virtual para “discutir” sobre los proyectos presentados. Fue evidente desde un principio la serie de falencias, improvisación y falta de transparencia en el proceso.

Algunos de nuestros pedidos quedaron descartados de la lista sin mayor explicación.

De otros dijeron que ya habían sido considerados por los funcionarios municipales dentro de otros proyectos. Lo lamentable de esto es que todo se resume a una falta de tiempo (¿o de interés?) y a la ausencia de una retroalimentación tanto ascendente como descendente dentro del proceso municipal. Así fue que, llegado el día de la votación, los vecinos debieron hacerlo en función a una fracción de los proyectos presentados, que ¡Oh, casualidad!, calzaban en suma dineraria exactamente con el monto asignado. En buen cristiano, no había nada que elegir. Ya venía todo listo para ser aprobado.

Si la única manera de comunicar a los vecinos de este evento (donde se supone que deberían participar idealmente todos o casi todos), fue un post en el Facebook de la municipalidad, me pregunto: ¿cuántos vecinos lograron participar? ¿5%? 10%?

Converso abatida de este tema con algunos colegas y me aconsejan que me olvide, que no vale la pena, que así es y así ha sido siempre, y que pasa en todas las municipalidades del Perú. Sin embargo, creo que la peor salida es ignorar el hecho y rendirse ante él. Como dijo Hannah Arendt, la brillante filósofa alemana del siglo XX, “los ciudadanos tenemos un compromiso cívico con la democracia, sus instituciones, sus principios y valores para mejorar nuestra propia calidad de vida”; pero para ello necesitamos un sistema que nos dé acceso a la participación real. Necesitamos contar con mecanismos que nos permitan ejercer esa representación.

En ese terco camino voy descubriendo a peruanos con los mismos sueños de democracia participativa auténtica que yo tengo, que no se limitan a escribir en un chat sus opiniones negativas, sino que se ponen en acción. A ellos mi respeto y ánimo para que no desistan. Mientras las autoridades no tengan voluntad política de hacer crecer la participación ciudadana consciente, el camino va a ser difícil. Felizmente están los persistentes. Esos que en sus pequeñas luchas diarias por mejorar el sistema se van volviendo imprescindibles.

La República

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