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La ‘nueva normalidad’ del Congreso

Este parlamento es tan malo y nocivo como el disuelto.

No es tan sencilla la conclusión de que “el gobierno del señor Martín Vizcarra está fracasando con sus decisiones en esta pandemia”, como afirmó ayer Manuel Merino, pero de lo que no hay duda es de que el congreso que él preside ha demostrado, en solo dos meses, que podía ser peor que el disuelto, lo que no es poca cosa.

Ante una pandemia por un virus aún poco conocido y en pleno avance, es difícil concluir sobre la estrategia, una evaluación que debe considerar la infraestructura de salud disponible.

Con 104,020 contagios y 3,024 muertos hasta ayer, según el registro oficial comprensiblemente menor al real, y aún sin evidencia clara de que el virus ya fue contenido, tras una cuarentena larga, la situación es dramática.

Pero como todo es relativo, debe buscarse referentes. Frente a Nueva Zelanda, Taiwán o Alemania, estamos muy pero muy mal, pero esa comparación implicaría reclamarle a la U o al Alianza que jueguen como el Liverpool, Barza o Bayern, aunque si el cotejo es con Brasil, Nicaragua o una potencia como Estados Unidos, tan mal no le estaría yendo al Perú.

La evaluación del desempeño del gobierno frente a la pandemia aún está por ser escrita, pero de lo que no hay duda, en este momento, es de que la actuación del nuevo congreso en esta circunstancia sí es penosa y lamentable.

Este tiene, cada día, una iniciativa más descabellada, fingiendo que así atiende la angustia de una ciudadanía que está mal y que se pondrá peor por los despidos masivos, la proliferación de quiebras y un congreso populista que legisla sin evaluar el efecto de lo que hace y pensando solo en la tribuna.

Ayer, para modificar la ley de concesiones eléctricas; anteayer, para regular las tasas de interés; y así, para maniobrar los peajes, el transporte público, las pensiones o lo que sea, y crear controles de precios.

Una cosa es que crezca con orden y racionalidad el papel del estado en una emergencia como esta, y otra el populismo desquiciado para construir candidaturas, servir a lobbies, y reponer ideas trasnochadas del primer gobierno de Alan García. La nueva normalidad del congreso se parece mucho a la del disuelto en setiembre, oportunista, ignorante, mediocre y corrupto.

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