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Una patria nueva liberal

“Que ponga de cabeza una regionalización mal llevada a pesar del tiempo transcurrido desde sus orígenes; que elimine los 43 alcaldes de Lima”.

¿ Y si en una de esas, dada la inestable y cambiante situación política, el escenario del 2021 se muestra propicio para la aparición de algo imprevisto, un candidato abiertamente liberal? ¿Una suerte de outsider promercado y republicano?

La última vez que hubo un candidato liberal en el Perú fue cuando Mario Vargas Llosa postuló en los 90, aunque valgan verdades su programa de gobierno era moderadamente reformista (en la práctica, las reformas económicas de Fujimori fueron mucho más allá que lo planteado por el Fredemo).

Lo que el Perú necesita en estos momentos es la promesa de una patria nueva liberal, capaz de extender y ahondar la economía de mercado y al mismo tiempo de construir un Estado eficiente y democrático. En suma, que labre el advenimiento del país a la modernidad. Cómo no soñar con algún candidato así, que agite el avispero al hacer de estas propuestas su plataforma de gobierno.

Que acelere el flujo de inversiones empresariales y rompa con los nudos mercantilistas que pueblan nuestra maraña legislativa; que elimine el sistema de AFP y de la ONP y construya un sistema de pensiones básico sobre el que voluntariamente se pueda aportar un porcentaje del IGV; que modernice la legislación laboral y permita la formalización del empleo hoy precario; que cree una nueva Proinversión, solvente y tecnificada, capaz de ser un motor del sector privado.

Que privatice Sedapal y ese monstruo burocrático que es Petroperú (que apenas concluya la construcción de la nueva refinería de Talara la venda al mejor postor, que más caro le va a salir a los peruanos que los gobiernos alteren el mercado de precios de los combustibles solo para darle caja a una empresa pública quebrada); que haga a las comunidades dueñas del suelo y del subsuelo aumentando automáticamente su patrimonio y posibilidad de renta, si se descubren yacimientos mineros o petroleros en sus predios; que elimine las exoneraciones tributarias.

Que ofrezca mantener y profundizar la reforma educativa (escolar y universitaria) y la salve de los lobbies ultraconservadores; que rompa la esquizofrenia institucional de la salud pública (Minsa y EsSalud) y construya un genial mecanismo de inclusión social y de dignidad cívica; que retome una radical reforma política y judicial; que respete y defienda la diversidad cultural y lingüística de nuestro país; que haga del fomento a la cultura una política pública inteligente; que legalice el aborto; que permita el matrimonio gay; que promueva radicales políticas de género; que derogue el Concordato con el Vaticano; que despenalice la producción, comercialización y el consumo de drogas.

Que ponga de cabeza una regionalización mal llevada a pesar del tiempo transcurrido desde sus orígenes; que elimine los 43 alcaldes de Lima o los muchos de las principales ciudades del país y que el alcalde provincial elija a dedo a sus gobernadores distritales; que gaste US$ 600 millones para arreglar el tránsito en Lima (es lo que calcula el experto Adrián Revilla); que construya un país con espacios públicos democratizadores (que expropie las vías de tránsito de las playas privadas y las abra al público, que elimine las rejas, que habilite playas en toda la Costa Verde, que mude a Las Palmas y allí construya un gran parque).

-La del estribo: maravillosa la iniciativa de Marisol Palacios y Crisia Málaga, quienes en Facebook han lanzado EmpleARTE, una plataforma para potenciar los esfuerzos que diversos creadores vienen desplegando en esta coyuntura tan complicada para el quehacer artístico. Y vale preguntar, de paso, qué está pensando hacer el Ministerio de Cultura para afrontar la devastación de su sector.

La República

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