Día de las Mujeres Rurales: la importancia de una representación responsable en medios de comunicación
“Duele que piensen que todas las andinas somos así”, lamenta Tarcila Rivera, vicepresidenta de la asociación indígena Chirapaq, en relación a La Paisana Jacinta.
Cada 15 de octubre se conmemora el Día Internacional de las Mujeres Rurales, una fecha para reflexionar sobre el rol fundamental que tienen en el desarrollo socioeconómico a través de la producción y abastecimiento de alimentos, la seguridad alimentaria y el cuidado de recursos naturales.
Pese los diferentes aportes de las mujeres rurales, estas aún sufren de limitado acceso a la salud, tecnologías y recursos de trabajo —como la tierra, el agua o insumos agrícolas—sobrecarga de las labores de cuidado en el hogar, y estereotipos que son reforzados a través de los medios de comunicación, como en el caso del programa La Paisana Jacinta, el cual ya no será emitido por disposición judicial, pues discriminaba a las mujeres andinas. Muchas de ellas son parte de la población rural.
“Cuando se habla de mujeres rurales se tiene la idea de que son aquellas que tienen menor condición socioeconómica, que están en la pobreza o que viven lejos de las condiciones de la ciudad, siempre pensando que son menos de las demás, y eso es lo negativo”, declara a La República Tarcila Rivera, vicepresidenta de la asociación indígena Chirapaq.
No todas las mujeres rurales son indígenas —también pueden ser amazónicas, nativas o afrodescendientes—, así como no todas ellas son rurales. “También podemos ser indígenas urbanas, profesionales y con ocupaciones diferentes. No porque hablamos quechua y venimos de las comunidades estamos condenadas a una condición de subvaloración”, recalca.
Esta diversidad no se ve reflejada y es incluso invisibilizada debido a que, en gran parte, los medios de comunicación reproducen estereotipos discriminatorios que, como Rivera indica, no las representan.
La representación de las mujeres rurales indígenas en los medios de comunicación
Ana Lucía Mosquera, comunicadora experta en diversidad, políticas anti-discriminación, etnicidad y género, explica que los medios de comunicación tienen una responsabilidad y un papel importante en la creación de imaginarios e imágenes asociadas a determinados significados. “Desafortunadamente, estos han reproducido estereotipos negativos que limitan la percepción que podemos tener de estas mujeres racializadas, indígenas, etc, que están en ámbitos rurales”.
Uno de los casos más visibles es el de La Paisana Jacinta, indican Tarcila Rivera y Ana Lucía Mosquera. “Cuando nosotras empezamos a analizar la caracterización de La Paisana Jacinta en 1997, nos mirábamos y no veíamos motivos para ser representadas de esa manera”, enuncia la vicepresidenta de la asociación indígena.
Ella hace énfasis en que las mujeres indígenas no quieren que se les ponga en esa imagen porque no se sienten identificadas y porque vulnera el autoestima. “No es correcto, ni aceptable, ni humano que se tome una condición de carencias de las mujeres, a la que debemos aspirar a cambiar, para hacer bromas, chistes, mofarse o generar economía en base a ellas”.
La comunicadora determina que estos estereotipos encarnados en La Paisana Jacinta giran en torno a la supuesta “falta de capacidad para poder adaptarse a una sociedad ‘civilizada’ de las mujeres indígenas” como:
- Temas relacionados a la falta de hábitos de higiene.
- Falta de habilidades intelectuales, cognitivas o la capacidad de tener una ilación lógica.
- Descuidadas.
- Incapaces de hablar en lengua castellana de manera correcta, haciendo énfasis en el acento que deriva del no tener al español como lengua materna
Todos estos estereotipos perpetúan y penetran en la sociedad, lo que condicionan las interacciones que se tienen con esta población.
Para Rivera, el racismo y discriminación es una de las peores formas de violencia porque anulan el autoestima. “Nos discriminan porque no hablamos la lengua oficial, porque no nos vestimos igual, porque no hemos tenido acceso a una escuela, porque vivimos en el área rural. Nos dicen que no sabemos, que no podemos, y encima se burlan de nosotras. Eso no nos deja ser libres ni tener confianza en nosotras”.
Ana Lucía Mosquera explica que estas ideas están muy ligadas con la creación de la otredad, es decir, el hacer sentir a la otra persona que no pertenece, que es extraño o que no está integrado a la sociedad. Estos estereotipos están ligados a que todo aquello que forma parte de las expresiones culturales o identidades es utilizado como objeto de burla, y tiene que ver con la desvaloración de estos elementos, según detalla.
“Duele que piensen que todas las andinas somos así. Esa representación muestra el estereotipo que la sociedad discriminadora ha creado de nosotras”, expresa Tarcila Rivera. Asimismo, comenta que todos estos también tienen consecuencias dentro del ámbito privado, ya que afirma que los hombres maltratadores y machistas utilizan estos recursos para denigrarlas.
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Los estereotipos de los medios de comunicación y el impacto en las infancias
Estas representaciones que plasman los medios de comunicación, además, tienen un fuerte impacto en las niñas, niños y adolescentes. “La generación de estos contenidos están asociados a casos de bullying escolar”, ya que este tiene una fuerte relación con el color de piel, los rasgos fenotípicos, la manera de hablar y las costumbres, según expone la comunicadora.
El hecho que estos programas perpetúen estos estereotipos “no plantea un escenario adecuado, porque lo que hace al final es afianzar las bases para seguir reproduciendo el racismo” y demás ideologías que tienen un impacto negativo en las identidades de la población menor de edad.
“Cuando a una niña de familias andinas migrantes ya asentados en la ciudad le quieres hacer una trenza, esta ya no quiere porque al único personaje popular que conoce con trenzas en la televisión es a La Paisana y no quiere que la vean como ella”, expone Tarcila Rivera.
También sucede que las niñas, niños y adolescentes empiezan a subvalorar a su propio entorno familiar, lo que causa conflictos de identidad en lugar de percibir la diversidad como fortaleza. “Los adolescentes empiezan a decirle a sus madres que, si van a ir a sus escuelas, vayan sin sombreros o polleras y que, en lugar de eso, se pongan pantalón. Para negar sus identidades, quieren imitar lo que no son y lo que ven en la tele: los chicos reality".
Ella sueña con ver algún día reflejada a las nuevas generaciones de mujeres rurales. “Me gustaría verlas en su caballo o en la mula, recorriendo las chacras con su sombrero o arreando sus vacas. O ver a esas jóvenes que van a las escuelas en bicicleta, a pesar que el terreno no es planito”.
“Esperemos que no existan más paisanas jacintas ni negros mama”, y expresa que, como sociedad, se debe aspirar a crear mejores condiciones y oportunidades para ser un país que realmente respete y valore los aportes de todos.