El narco jefe. El actor protagoniza la cuarta temporada de ‘Narcos’ en la que interpreta a Félix Gallardo, condenado por el asesinado de un agente de la DEA. “El andamiaje del narcotráfico lo creó el sistema político”, declara.,Diego Luna, en la piel del crimen,Diego Luna, en la piel del crimen,La avenida Paseo de la Reforma en Ciudad de México aún luce el talento de sus artesanos, las catrinas de dos metros, trabajos hechos con flores, fibra de vidrio y pinturas por la fiesta del Día de los Muertos. En octubre inició el Festival de Cine de Morelia y otros eventos culturales, pero también se develó un mural de la serie ‘Narcos’, que muestra en esta temporada el otro lado de México, ambientada en la década de los 80 cuando un joven Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán era empleado del círculo del llamado ‘Jefe de Jefes’, Miguel Ángel Félix Gallardo. “Siento que esta parte de la historia no se conoce y eso me parece que hace la temporada 4 tan crucial”, nos dijo su protagonista, Diego Luna, a inicios del rodaje. El actor venía de hacer Rogue One: una historia de Star Wars, pero estaba más cercano a su natal México que a Hollywood. En entrevistas o en sus redes sociales, opina y cuestiona hasta hoy la política. “(Hace más de 20 años) nos hicieron creer que estábamos a nada de ser primer mundo. Ahí me tocó despertar en muchos sentidos”. PUEDES VER Diego Luna y Sofía Vergara presentarán los Globos de Oro En México ha ganado la izquierda después de casi ocho décadas, en las calles hablan de los cambios, otros insisten en que la tarea es difícil. Comentan que no se trata de ficción, que en otros estados del país aún hay niños que repiten que “de grandes quieren ser narcos”. Si bien las primeras temporadas se centraron en Colombia y Pablo Escobar, también hablaron de los orígenes y conexiones con otros países: México y Perú. Sobre la actuación, narcotráfico y la relación con el poder político, se trató la mesa redonda a la que asistió La República el martes, junto a medios aztecas. ¿Qué fue lo que más te impactó de Félix Gallardo y qué admiraste? (Sonríe). El no saber mucho de él fue lo que más me atrajo porque había ahí un chance de construcción y de libertad durante el proceso… porque me dan pánico esos procesos en que estás haciendo de alguien tan conocido y tan característico, que es casi como ponerte una máscara y jugar a la imitación. Pues no me salen esas cosas. Hay gente que creció imitando, les va superbién, hacen la voz, el caminar, se ponen bigotes; a mí me gusta interpretarlos desde mi postura, desde mí. Una cosa que sí me impresionó es la capacidad que tenía para crear ese andamiaje, esa estructura que parecía inquebrantable, después se vino abajo y nos tiene viviendo el caos que estamos viviendo hoy. A él lo describían como un empresario y eso me atrajo, me puse a pensar: “entonces tiene todos estos códigos empresariales”, y tenía varios matices. Era capaz de encantar a quien fuera porque fue capaz de sentar a todos en la misma mesa. Como actor y ciudadano, ¿cómo ha sido el proceso de rodar –antes de las elecciones– la historia de un policía que termina siendo narco y que es amigo de un gobernador? ¡Es complicado vivir en México! Todos los días parece que tocamos fondo y espero que no por mucho tiempo. Digamos que algo que yo quería lograr –o quería ser parte– era tratar de que la historia viviese en los grises de lo que está pasando. Me puse a ver lo que se estaba haciendo de nuestra historia en términos de violencia y del narcotráfico en las series. En general me encuentro mucho con el blanco y negro, que es un discurso que es muy peligroso y que está en todos lados. Cuando me senté con Eric (Newman, el productor), él me habló de todos los grises, me dijo: “Es que es imposible que sigamos hablando de perseguir a los malos y no estamos hablando de perseguir a las esferas altas de este país”, tanto al empresariado como a los más involucrados, que es la clase política, porque la clase política no estaba reaccionando, este era su negocio. Las familias se hicieron millonarias, y de repente pretendemos hacer películas de policías y ladrones, eso es lo peligroso. Lo que me gustaba de esta serie es que a pesar de que su génesis está en Estados Unidos y Francia (las productoras), estaban dispuestos a hablar del ‘cochinero’ que hay al otro lado de la frontera y por lo menos cuestionarnos qué ‘chingados’ hacia la DEA y por qué operaban de esa forma. Creo que es esencial ver las cosas así. ¿Hubo un momento en el que justificaste a tu personaje? No, no… Pero para mí era muy importante saber por qué nadie lo traicionó, Rafael Caro (prófugo) no habló nunca de él en la cárcel, había ahí algo, me suena a amistad, a lealtad. Yo tenía pocas señales porque dije: “no voy a entrevistar a nadie, no lo voy a ir a ver, no me interesa”. Y no pues, no se trataba de justificarlo, de lejos veo este proyecto y digo no quiero ser parte de ese mundo, me parece brutal y tristísimo que alguien pueda escoger esto como vida. Pero también hay que entender por qué hay tantos. PUEDES VER Camila Sodi y la reaccion que tuvo al ver beso de Mon Laferte y su ex [VIDEO] ¿Qué esperas sobre la lucha contra las drogas? La temporada se estrena (el 16 de noviembre por Netflix) dos semanas antes de una coyuntura importante. ¡Lo planeamos así! De hecho, si ganaba (Ricardo) Anaya se nos venía abajo (ríe). Ahí está Canadá, mira qué ‘chingón’ lo que están haciendo. Mientras no entendamos que es un problema de seguridad, de salud pública, que no despenalicemos esto y le quitemos el estigma, mientras haya ese mercado, es un problema que no nos vamos a quitar de encima. Pero cuando me preguntan: “¿qué crees que va a aportar la serie a la posición de este gobierno”, veo con mucha tristeza que nadie tiene broncas con la ley de seguridad interior y la idea de que los militares sigan en la calle les parece perfecta. Hay que reinventar la estrategia en este país, y no parece que nadie esté dispuesto a hacerlo y eso me entristece muchísimo, ahí no creo que esta serie pueda ayudar en nada. Yo veo más esta serie como el chance de poner un tema de conversación, en lugares donde no tienen ni interés de saber quiénes somos y por qué estamos pasando. Si un día voy a Alemania e Inglaterra y veo a alguien que antes de meterse una línea de cocaína piensa un poquito de dónde viene, pues ¡ya ‘chingamos’ con la serie! Yo respeto todas las opiniones menos una: “ya pues, no mamen, dejen de contar esas historias y cuenten historias bonitas”. Estoy abiertamente en contra, porque lo único que no podemos dejar de hacer es contar estas historias. 250 mil muertes, perdónenme, no hay una dictadura en Latinoamérica que se pueda comparar, ni la pérdida de soldados de Estados Unidos en Vietnam. Por favor, si tenemos que hablar, es del tema que más nos debe preocupar. ¿Qué aprendiste, cambiaste tu postura veinte años después? Sí. Fíjate que no tenía idea de hasta dónde el Estado había entendido que el negocio del Estado era el narcotráfico. Yo creía que la distribución del presupuesto, el dinero que se robaban –que se siguen robando– las concesiones y todo eso, era su negocio. Y cuando aquí empecé a investigar dije: “ay cabrón no, esa era la vitrina del negocio y por eso están tan encabronados con que otros hayan hecho el negocio con la vitrina”, porque antes todos entendíamos y los justificábamos: “es que tienen que negociar, no los pueden enfrentar”. ¡Pero si ellos lo crearon! Entender eso es brutal. Es decir: “ay cabrón, el enemigo no es...”, claro que es quien pensábamos, pero no es la cabeza de esto, ni es quien más se ha beneficiado… El andamiaje de todo esto lo creó el sistema político de este país y por una coyuntura que se dio.