Así lo asegura Josefina Barrón, quien conversó con LaRepublica.pe tras presentar su libro ‘Ancón, toda la vida’.,Martin Calderón @calderonpasache La escritora peruana Josefina Barrón presentó esta semana su último libro, ‘Ancón, toda la vida’, una obra con la que rinde homenaje a la bahía donde vivió su niñez y juventud. Con el libro busca revalorar la importancia histórica de Ancón, y para ello cuenta con un documento gráfico destacable y la colaboración del historiador Henry Mitrani. A través de Ancón podemos conocer la historia del Perú, cuentan Barrón y Mitrani a LaRepublica.pe, en conversación en la que abordan además los problemas y retos que enfrenta ese lugar en la actualidad. ¿Qué la impulsó a escribir el libro ‘Ancón, toda la vida’? Josefina Barrón: Siento que debemos mirar a Ancón mucho más allá del balneario. Ancón no es solo un malecón y mar lleno de gente, es también un espacio donde se han enterrado a personajes de diferentes épocas de nuestra cultura precolombina. Ancón se configura como una necrópolis muy importante, diría que hasta más importante que Paracas. Tiene muchísima historia y material arqueológico. ¿Cuál es el aporte histórico de Ancón al Perú? Henry Mitrani: Ancón es el único lugar del Perú donde la presencia humana data desde los primeros pobladores que se establecen en la costa. Diez mil años de historia están concentrados en esta ensenada. Se pueden encontrar los primeros campamentos rotativos y los proyectiles que elaboraron los pobladores chivateros hasta otras civilizaciones desde el Formativo hasta los Incas. Ancón también tuvo un papel significativo en la época colonial. Fue el puerto alternativo al puerto del Callao, que es el más importante del Perú. En el libro también se habla del recordado festival de Ancón… J.B: El festival se hizo porque se necesitaban fondos para el Museo de Sitio, ya que Alejandro Miró Quesada y Horacio Alberti se dan cuenta que Ancón tiene un bagaje cultural precolombino importantísimo, pero no había cómo crear un museo. Hicieron el festival con ese fin. Ya en los años 80’, decae. Ojalá algún día vuelva a restablecerse. ¿No ha surgido esa posibilidad? J. B: Se hizo un intento muy tímido. Y sí se necesitan festivales como ese. Creo que el festival tiene posibilidades, pues Perú es un país que canta. ¿Cómo fue el proceso de investigación para escribir este libro? J.B: Fue una investigación muy ardua. Hay libros que nos dieron muchísimas luces sobre Ancón, pero lo más sabroso fue hablar con las señoras octogenarias Raffo Novelli para saber cómo era Ancón hace 60 años. Hablamos también con los cuatro hermanos Nicolini para saber cómo vivieron el Ancón de los años 30. Hemos escarbado por diferentes lugares y familias, archivos de Caretas, El Comercio, dibujos de los arqueólogos alemanes Stubell y Reiss, así como datos del Museo de Sitio. La investigación duró año y medio. Así lucía Ancón en el siglo pasado, en la época en la que se empezó a construir los edificios que rodean el balneario. Foto: Caretas ¿Qué destaca arquitectónicamente en Ancón más allá del balneario? J. B. Ancón tiene ranchos muy antiguos, que datan de inicios del siglo pasado. Son muy elegantes. Hay gente que ha comprado estos ranchos y lo está remodelando. Lo están poniendo en valor. Es un despertar de la consciencia anconera, de la identidad de Ancón. Junto con eso podemos ver edificios de toda época y de grandes arquitectos. ¿Qué problemas atraviesa Ancón? J. B: El peligro máximo es la desidia hacia la cultura precolombina que todavía está latente en Ancón. Lo otro es la hiperpoblación, que puede hacer colapsar ese lugar. Si se siguen dando permisos para construcciones en todas partes, se complicará la situación con el mar y la limpieza de la bahía. Y la llamo bahía y no balneario porque quiero sacar de la cabeza de las personas que Ancón es solo un balneario. Ancón es un foco cultural muy importante para Perú. Es un laboratorio de lo que ha sido la historia del Perú desde sus albores. ¿Cuáles son los retos que enfrenta Ancón? J.B: Revalorizar su patrimonio arquitectónico y arqueológico. Tenemos que darnos cuenta que Ancón es el Perú de todas las sangres, pese a que algunos intentan decir que no es. No hay ninguna tranca que no te permita entrar a la playa. Si vamos a hablar de que alguien está prohibiendo el paso a una playa anconera, habría que mirar al Ejército, las Fuerzas Armadas o La Marina, que sí tienen playas privadas donde no puede entrar nadie. Pero en enero se volvió a denunciar discriminación en Ancón. Incluso la Defensoría del Pueblo confirmó que los residentes no dejaban ingresar a los bañistas a ciertas zonas de las playas. J.B: No seguí la denuncia. No sé si es falsa o no. Donde está claro que no se deja entrar a nadie es en la playa de los marinos, donde ni siquiera te puedes asomar. Ahí no hacen prácticas ni estrategias militares, solo se están vacilando. Los bañistas son bienvenidos, aunque hay que mantener también la limpieza de las playas, que es un reto. H.M: Ancón tiene solo 15 cuadras de playas donde entran miles de personas en época de verano. Entonces se tienen que hacer regulaciones, entre las que se encuentra la prohibición de vender comida y licor. Eso lo dispone la Municipalidad de Ancón. Los miembros de Serenazgo impiden entrar a los vendedores informales, no a los veraneantes. Usted denunció el año pasado que el complejo arqueológico “Necrópolis de Ancón” se ha convertido en un botadero. ¿Cómo se encuentra en estos momentos? J.B. Mal. Es un tema que atañe a los anconeros, pero también a todo el Perú, al Ministerio de Cultura, a la Municipalidad de Lima, a la de Ancón. En nuestro país es complicado unir esfuerzos, que es lo que se necesita en el caso de esta necrópolis. Ahora hasta da asco caminar allí. Los arenales están llenos de basura. Da mucha lástima ver cómo cierta zona de la necrópolis está en muy mal estado. Espero que el libro dé algunas luces sobre lo que hay que hacer en el ámbito arqueológico, precolombino de Ancón. Ancón en el siglo XX. Foto: Caretas