Padre del Niño de la Espina está en el cielo

Cusco llora. El maestro imaginero Antonio Olave falleció derrotado por el cáncer. Tendrá vida eterna por su obra. ,Antonio Olave Palomino, reconocido artesano cusqueño, cerró los ojos y dejó de respirar el aire divino que envuelve su Museo Taller Galería de Arte, ubicado en el barrio tradicional de San Blas en el Cusco. PUEDES VER: Murió el padre del Niño de la Espina Murió la noche del martes tras varios meses de batallar contra el cáncer. A sus casi 88 años era uno de los últimos maestros de la imaginería y escultura del arte popular cusqueño con vida. Antes partieron Edilberto Mérida (junio 2009), Hilario Mendivil (noviembre 1977) y Santiago Rojas (2011). El maestro Olave ha muerto, pero vive en su obra que empezó a amasar desde que tenía siete años. Antonio Olave era conocido como el Padre del Niño de la Espina, una imagen del Niño Jesús que adorna todos los nacimientos navideños que se arman en las casas. Su fuente de inspiración, una leyenda de un niño pastorcito que tenía incrustada una espina en el pie. El Niño de la Espina es su obra más representativa. Tiene ojos de cristal, paladar de espejo, cabellos naturales, dientes de pluma de cóndor y la lágrima de vidrio acabado con precisión de cirujano. Se arma con madera maguey y requiere la destreza de un artista como Antonio Olave. En poder de sus hijos queda el Niño de la Espina que fue bendecido por el papa Juan Pablo II en febrero de1985. Ese año, en la explanada de Sacsayhuamán, el sumo pontífice también bendijo la imagen de la Virgen del Carmen. Murió en su ley Vito y Lidia Olave, sus hijos, lloran. Sus lágrimas caen silenciosas por sus rostros entristecidos, mientras nos enseñan las creaciones del maestro dentro del Museo Taller, donde don Antonio siguió moldeando figuras con sus manos mágicas hasta hace unos pocos días. Vito Olave recuerda que el gran maestro se inició en este arte desde pequeño, cuando aún cursaba la escuela primaria, recolectando imágenes de cristos antiguos y hacía imitaciones. En los años 50, tras el terremoto, se perfeccionó en la escultura moderna y hacía restauraciones de imágenes religiosas de templos y coleccionistas privados. Posteriormente, adquirió experiencia y logra piezas perfectas lo cual le permite participar en exposiciones internacionales. En su pequeño taller, ha dejado a medio hacer varios Ángeles Arcabuceros y una imagen de San Rafael. Los dejó sobre una mesa de madera, quizás cuando dio por perdida la batalla.