Juan Villoro: “México es un país apático, obediente, pasivo”

A partir de su experiencia como músico frustrado y fanático del rock, el escritor mexicano ofrece en esta entrevista un fresco de la actualidad de su país. "México es una necrópolis", dice con amargura. ,Juan Villoro lleva el corazón roto en el bolsillo del pantalón. Es un llavero plateado del Necaxa, el equipo del que es hincha desde niño, y que ha perdido la parte superior derecha, como si un escualo le hubiera dado una dentellada. “Mi llavero está roto como mi corazón necaxista, porque es un equipo que ha desaparecido dos veces, ha estado en segunda división, ahora está en primera pero en estado de zozobra. Es un equipo para filósofos estoicos”. Villoro y sus villorismos. Esas frases que de pronto aparecen en sus textos como sacadas del sombrero de un ilusionista. Ha llegado a Lima para presentar su libro de cuentos Apocalipsis, todo incluido (Fondo Editorial de la Universidad César Vallejo, 2017), pero también para participar en la nueva edición de la Feria del Libro, para hablar de fútbol cómo no, de crónicas, de Enrique Peña Nieto y de Donald Trump, y de rock. El hombre múltiple está entre nosotros. Cuando venía para acá, escuchaba Café Tacuba... Ah, mira... Y se me pegó mucho una letra que decía: “El mapa de mi casa reposa en un cajón, el cuarto principal, departamento B, edificio poniente, Distrito Federal, barrio oscuro, mancha urbana, Tenochtitlán”. Y yo me preguntaba quién, de los 120 millones de mexicanos, escribió este tema, ¿tú me puedes ayudar? (Lanza una carcajada) Pues yo. Mira esa fue una circunstancia muy afortunada. Café Tacuba compuso canciones para una película cuyo guión escribí yo, que se llama Vivir Mata. La película fue una experiencia con altas y bajas. Pero la colaboración con Café Tacuba fue extraordinaria. Ellos me pidieron que escribiera unas letras de canciones. Escribí siete. Finalmente, en la película, solo se usaron dos, que son las que circulan en la red. Te dicen el rockstar de la literatura mexicana pero en esta parte de América no estábamos tan enterados de tu relación con el rock. De hecho, has estado en dos proyectos de bandas de rock: Fusifingus pop y Los Renault. (Se ríe) Sí, pero fueron bandas totalmente fracasadas. Fueron una idea y una ilusión más que una realidad. La verdad es que no tengo habilidad musical propiamente dicha, pero siempre he sido muy aficionado al rock. El primer trabajo que yo tuve fue escribir los guiones para un programa en Radio Educación, la radio pública mexicana, que se llamó El lado oscuro de la luna. El título obviamente estaba tomado del disco de Pink Floyd pero también queríamos aludir con ello a lo desconocido del rock. El programa se transmitió de 1977 a 1981 y en aquel tiempo era muy difícil conseguir discos de rock. ¿Pasó lo que pasó en Perú, que había una prohibición de importación de instrumentos? Había una industria nacional que solo producía ciertos grupos muy exitosos como los Beatles. Y la mayoría de discos había que importarlos, eso los hacía muy caros. Lo que también había era una prohibición de conciertos de rock. Después del 68 y del festival de Avándaro, que fue en 1970, había una política no escrita de no permitir conciertos de rock, por temor a las grandes congregaciones juveniles. Eventualmente había alguno. Y como eran tan pocos, en ese concierto pasaba de todo, se incendiaban camiones, los que no podían entrar rompían las puertas... ¿Has estado en algún concierto en el que se haya incendiado un camión? Sí, cómo no. Cuando fue Chicago a México se incendiaron camiones afuera del auditorio nacional. Estuve en otro, imagínate. Esto debió ser en el estadio de fútbol de Ciudad de los Deportes, se presentaban Los Byrds y Union Gap, que nunca llegó a salir porque se desató una batalla campal. Tu última aventura con el rock es reciente. El año pasado hiciste una gira por todo México con músicos de Caifanes. Tú leías los cuentos de tu libro Tiempo Transcurrido y ellos le ponían guitarra, batería y teclado a tu lectura. ¿Cómo nació esta idea? Mira, desde hace tiempo en México se está promoviendo la mezcla de música y literatura en varios espacios. Uno de ellos, que ya tiene un aura legendaria, es el Museo del Chopo, en la Ciudad de México. El director de este museo es José Luis Paredes Pacho, que fue baterista de Maldita Vecindad. Y él tiene la intención de fomentar estas mezclas. A mí me invitaron a participar y al final me animé a hacerlo en un festival de rock que hay en México, que se llama Viva Latino. Allí nos presentamos durante dos días. El productor de este espectáculo habló con Diego Herrera de Caifanes y a él se le ocurrió esta idea de hacer composiciones en las que mis cuentos estuvieran arropados por una melodía completa, creando, por así decirlo, una canción contada y no cantada. Así nos presentamos en Vive Latino. Yo estaba preparado para el fracaso y nada más. Pero la experiencia fue fabulosa. Ampliamos el repertorio y nos presentamos en otros lugares. Hay un momento interesante de esa gira. Estás en Tijuana, frontera con Estados Unidos, y escoges un poema de Luis Crosthwhaite para leer... Sí, de Luis Humberto Crosthwhaite, que es una misa fronteriza, una letanía... Claro, el poema dice, entre otras cosas: “Oremos. Nos quitaron mucha tierra, luego nos echaron de esa tierra. Quisimos regresar y todavía lo estamos haciendo. Nos golpean, nos dicen puercos mexicanos, váyanse de aquí. Pero seguimos cruzando. Nos dicen frijoleros grasosos, nada tienen que hacer en la tierra de la libertad. Pero seguimos cruzando...”. Juan, siento que el rock, en tiempos de Donald Trump, te ha vuelto un activista. Bueno, todo el espectáculo tiene que ver con temas políticos, con temas morales. Uno de ellos es, indiscutiblemente, el tema de la frontera con Donald Trump. Luis Humberto Croswthhaite, escritor de Tijuana, creó esta letanía, esta liturgia literaria antes de que el magnate norteamericano llegara a la presidencia. Pero las palabras de Crosthwhaite cobraron una actualidad impresionante. Y es un texto que se presta mucho para la dramaturgia, porque es un auténtico evangelio donde Jesús es un migrante y también es una reflexión sobre la música norteña y la música de rock. Allí Diego Herrera compuso una música fabulosa con aires norteños. ¿Es Tex Mex? Es Tex Mex totalmente, con bajo sexto y acordeón. ¿Qué es lo peor que has dicho públicamente de Donald Trump? Bueno (se ríe) creo que no he dicho nada que pueda ser considerado peor, todo lo que se diga de él es limitado dada la oprobiosa forma en la que ha tratado a los mexicanos. Yo creo que cualquier protesta es mesurada en el caso de Donald Trump. Pero también hay que decir otra cosa: este es un problema estructural. Barack Obama fue la cara sonriente de una política muy parecida... Antiinmigrante... Exactamente. Él rompió récords de expulsión de migrantes, más de tres millones de mexicanos en ocho años de administración, es un récord histórico. Lo que hizo Obama no es muy distinto de Trump. Pero, claro, las maneras eran diferentes, no había un trato discriminatorio, pero la política fáctica era muy restrictiva con los mexicanos. Ahora, tú has dicho que el presidente Enrique Peña Nieto avaló la candidatura de Donald Trump, ¿por qué? Fue un aliado. Desde que Peña Nieto llegó a la presidencia se ha dedicado a favorecer los intereses de Estados Unidos. Su política ha sido muy poco latinoamericana. Cambió la ley de energéticos, permitiendo que haya inversión extranjera hasta del 100% en aguas profundas. En México, el petróleo se asocia con la soberanía. Cuando el general Cárdenas nacionalizó el petróleo, eso fue visto como una reconquista nacional. Por eso fue muy cuestionada la política de Peña Nieto, que sin embargo se impuso porque tiene mayoría en la cámara. Él está en un proceso de venta y privatización del país. Ha tratado de congraciarse una y otra vez con Donald Trump. Por eso lo invitó durante la campaña, brindándole la única oportunidad que tuvo de exhibir estatura presidencial ante los ojos del mundo. Yo estaba en Estados Unidos el día que Trump llegó a México... Dos meses antes de las elecciones... Claro. Yo estaba cenando con simpatizantes del Partido Republicano que no eran simpatizantes de Trump. Ellos, más bien, eran simpatizantes de Marco Rubio, que al ver a Trump en México me dijeron esta frase inolvidable: “He looks presidential”. O sea que lo pudieron ver como presidente. Lo de Trump es interesante, ¿piensas que hubo mexicanos en Estados Unidos que votaron por Donald Trump? Sí, sí los hubo. Es un caso a analizarse. O sea hay muchos mexicanos que consideran que el hecho de tener ventajas en los Estados Unidos los autoriza a cerrarle la puerta a otros que podrían competir con ellos. Esta es una actitud que la percibimos mucho los mexicanos cuando nos toca un guardia fronterizo que es un mexicano asimilado. Yo tengo un amigo que vive en Nueva York desde hace 25 años y me dice: “Mis peores regresos a los Estados Unidos son cuando me toca un guardia latino que me trata de humillar para demostrarme que él está más asimilado que yo”. Quiero volver al rock. Este género sirve en México para expresar descontento en momentos clave. Pienso en un caso concreto. Es 1995, el presidente es Ernesto Zedillo del PRI, y hay una crisis económica muy grave. Entonces aparece Molotov con su disco Dónde jugarán las niñas y hace universal este coro: “Si le das más poder al poder, más duro te van a venir a coger”. Es una queja contra el sistema que no se ha repetido más. Molotov surge en el 94, el año del asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato presidencial del PRI; el año del levantamiento del movimiento zapatista; el año del llamado error de diciembre que colapsa la economía mexicana. Había un descontento generalizado y Molotov, como su nombre lo indica, fue un estallido, si se quiere no muy claro, porque ellos no tenían una ideología definida, incluso tienen una canción, “Puto”, que puede ser vista como algo homofóbico. Pero digamos que eran como un escupitajo contra el sistema, con una enorme pasión rocanrolera. Fue muy afortunada esa conexión entre el descontento popular y la música de Molotov. Y sí, hoy en día no ha surgido un grupo así, pero no porque falten estímulos. En tu crónica “Retrato de grupo, cien millones de mexicanos”, tú afirmas que una de las características de los mexicanos es la obediencia y la falta de iniciativa, ¿por qué? Bueno, porque, con todas las injusticias, todos los quebrantos que hay en México, uno pensaría que hay motivos para que la gente se organice, para que la gente proteste, que haya iniciativas ciudadanas que le pongan un alto a los partidos políticos. Hay escándalos como los 43 de Ayotzinapa que hasta ahora no se sabe quién fue. El año pasado fueron encontrados 500 mexicanos al mes en fosas comunes. Vivimos en una necrópolis. Hay más de 50 millones de pobres según datos oficiales, entonces, bueno, con todos estas características tú te preguntas dónde están los movimientos sociales. ¿Dices que México es una necrópolis? Sí. Totalmente. Hay un libro de Marcela Turati sobre las fosas comunes. Allí se dice que antes escarbar la tierra era una forma accidental de hacer arqueología, porque siempre aparecían basamentos mayas, aztecas o de otras culturas. Hoy en día eso es una actividad forense porque aparecen cadáveres recientes. Ese es el país que tenemos, y, obviamente, eso debería causar un gran descontento, pero hay apatía y miedo a participar. La escritora Cristina García Garza habla con mucha inteligencia de una apatía militante. Es un país apático, obediente, pasivo. No faltan motivos para pronunciarse, pero eso no sucede. Sucede de pronto, en alguna coyuntura, como el levantamiento zapatista... Claro, pienso por ejemplo en la experiencia del terremoto de 1985, cuando la respuesta solidaria de los ciudadanos supera a la acción del presidente La Madrid. Tienes toda la razón. Yo escribí un texto que hablaba del Partido del temblor. Todavía no había una oposición organizada, pero de alguna manera el temblor consteló a todo un grupo que sabía que ya no podíamos tener ese tipo de gobierno. Pocos meses después, en la inauguración del mundial de 1986, el presidente recibió la primera rechifla pública en la que se le dijo: Ya basta. La publicidad nos vende la idea del mariachi, del tipo rudo que desayuna chile y tequila, pero tú dices -también en Retrato de grupo- que en México lo cursi es esencialmente masculino... Bueno, hay toda una cultura del mariachi, y el charro, y todas las canciones de despecho, y de ver a la mujer como una amenaza abusiva que no ha sabido comprender nuestra grandeza. Mira, el gran poeta cursi de México fue Amado Nervo. Él tiene un poema, la Amada Inmóvil, escrito para la mujer que él perdió. Era una mujer que él tenía encerrada en una casa. No le permitía que saliera porque vivía clandestinamente con ella. Y ella murió probablemente porque él no quiso que fuera a ver un médico. Él luego escribió, en un acto de patetismo, este poema en honor a ella. Él era un gran recitador, era un hombre muy popular. Su entierro, antes de que pasara lo de Juan Gabriel, fue el más concurrido en la historia de México. Más que el de María Félix, que el Pedro Infante, el Chavo del ocho y Cantinflas. Era el gran ídolo de México. Y él es el precursor de una tradición romántica que por cursi no prospera en la poesía sino en el bolero. Entonces, desde Amado Nervo hasta Juan Gabriel hay un arco de sentimentalismo que ha sido escrito por los hombres. Es la suprema cursilería del mexicano; que es lo reverso del macho. No es casual que un ídolo tan ambiguo, en términos de sexualidad, como Juan Gabriel, sea simultáneamente el novio ideal de todas las mujeres, gran compositor de rancheras y al mismo tiempo un hombre supremamente amanerado y cursi. ¿Por qué México tiene esta fascinación por las máscaras? Está en uno de sus deportes favoritos: la lucha libre; en su celebración por el Día de los Muertos; incluso la lleva el principal ícono de la política mexicana de fin del siglo XX, el subcomandante Marcos. Bueno, México es un país de simulaciones. La máscara es una forma de la identidad. Más que pensar en quién eres tú, lo importante en México es cómo te representas. Esto también tiene que ver con una costumbre prehispánica de usar máscaras. Usar máscara era una potestad. La gente piensa que la máscara sirve para decir mentiras. No, el verdadero secreto de la máscara es que te permite decir cosas que quieres decir pero no te atreves a decir. Es la lógica del carnaval. La máscara te permite ser sincero. Eso es lo que ha aportado desde la arena política el zapatismo. No es una máscara para decir mentiras sino para que los puedan ver y puedan decir verdades. Los indígenas han sido invisibles en la historia de México y necesitaban esa potestad de la máscara y a partir de ella lanzar un discurso. ¿Cómo entender a Marcos, que es este personaje que le decía al presidente Fox: “Ayúdenos a perder”? Es una figura extraordinaria. Yo creo que lo más importante que ha pasado en política mexicana en los últimos años es el movimiento zapatista. Durante mucho tiempo los mexicanos estábamos orgullosos de los indios en la medida en que habían construido las pirámides y habían llenado los museos de piezas artísticas extraordinarias... En la medida que eran un elemento decorativo... Y del pasado. No pensábamos en los indios en tiempo presente. Es curioso, cuando surge el movimiento zapatista hay el descubrimiento de una tumba espectacular en Palenque, y el presidente Salinas de Gortari organiza toda una campaña para dar a conocer a la Reina roja de Palenque como algo muy importante. Era una lucha de símbolos. Por un lado, los indios del pasado, con el presidente. Y por el otro lado los zapatistas hablándonos de los indios del presente que vivían en condiciones oprobiosas. Es muy importante este movimiento. Hoy en día el tema indígena está en la agenda contemporánea. Culturalmente, ellos han triunfado. Ahora van a postular a María de Jesús Patricio, una indígena nahua... Sí, es lo que le dijiste a The Clinic, que te interesaba esa candidatura, aunque supones que va a perder. Es que el zapatismo nunca surgió para conquistar el poder. Es justo lo que tú comentabas. Marcos tenía este pedido: Ayúdennos a perder, a no ser necesarios, a no ser posibles... Entiendo que él se refería a la acción armada. Bueno, él se refería a que si hay un México con justicia, donde los indígenas estén debidamente representados, ya no es necesaria una rebelión. ¿Tu padre inspiró de alguna manera el movimiento zapatista? Mi padre era filósofo. Él empezó escribiendo de los indigenistas mexicanos, los primeros intérpretes de los indios, los misioneros ilustrados que consideraron que los indios eran seres humanos. Él inicia su trayectoria de esa manera y el movimiento zapatista le permite terminarla al ser él un intérprete contemporáneo de los indios. Yo creo que él fue a aprender de ellos. Terminemos con fútbol. En Dios es redondo haces una categorización de los hinchas. Están los ardientes, los melancólicos, los cardiacos, los nostálgicos y los que se resignan. ¿Tú en qué categoría estás? Yo creo que en los resignados, es que soy hincha del Necaxa. ¿Se puede ser hincha de un equipo porque se detesta al rival? Pues mira, en alemán hay una palabra -los alemanes tienen palabras técnicas para todo- que es schadenfreude, que se usa para definir al gusto por la desgracia ajena. A mí me parece muy neurótico. Es como odiar más a tu exnovia que querer a tu actual novia. Yo te lo preguntaba porque siento que el origen de tu amor por el Barcelona es la cólera que le tienes a Pepe Mourinho, que ya no está en el Madrid. No, claro. No hay manera de ser buen hincha sin detestar a José Mourinho. Es una de las peores cosas que le ha pasado al fútbol. Es alguien que no podría ser profesional en ninguna parte. Solo en un lugar con cuotas tan altas de impunidad como el fútbol, alguien como José Mourinho puede salirse con la suya. Alguien que insulta a los árbitros, que difama a sus colegas, que crea campañas para decir que el otro equipo se está dopando, que moja el césped para perjudicar al contrario, que humilla a sus jugadores, y que es un multimillonario. ¿En qué profesión una persona podría tener esa conducta tan asocial? Es un psicópata que casualmente es un entrenador de éxito. Acabamos. ¿Un equipo feliz puede ganar el mundial? A ver, esa es un poco la tragedia de Holanda. Yo escribí que Holanda es un equipo sin desgracia, es un equipo que no se ha asumido nunca como un equipo que tiene que superar algo a través del triunfo. Es un grandísimo equipo, pero no necesariamente gana porque no tiene esa sed, esa necesidad de lograrlo. Para lograr todo en la vida tienes que partir de una precariedad y una carencia.