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¿Disociación o cinismo?, por Jorge Bruce

"El sentido del humor es, a diferencia de los refugios cínicos, un espacio saludable y creativo que nos ayuda a resistir los embates autoritarios o abusivos”.

Hay imágenes que le imprimen su sello a la época en la que sucedieron. Muchas de ellas, al recordarlas, son puestas en escena surrealistas. El trabajo del tiempo hace lo suyo. Veamos. El ejército peruano “tomando” Talara cuando se nacionalizó la IPC en tiempos de la junta militar del general Velasco (hoy Talara, donde pasé mi infancia, es una ruina digna de Petroperú). El general Morales Bermúdez poniéndose la camiseta de la selección peruana de fútbol en el Estadio Nacional, en visible estado de euforia alcohólica. Alberto Fujimori irguiéndose en la camioneta 4x4 desde la cual fingía —colocándose la mano como visera— buscar al prófugo Vladimiro Montesinos (sabía perfectamente que se había fugado del país en el velero Karisma).

Las célebres tomas con una cámara de mala calidad de los vladivideos, en la salita del SIN, por donde desfiló buena parte de las élites mediáticas, empresariales y políticas del país, a recibir rumas de billetes.

Alejandro Toledo arengando a las masas con una mascaipacha en la frente, en las postrimerías del fujimorato. Eliane Karp levantando el puño como si estuviera en Mayo 68 en París (pero estaba frente al incendiado Banco de la Nación, donde murieron seis vigilantes, todo tramado por Montesinos), mientras Toledo, visiblemente incómodo, intentaba bajarle el brazo. Alan García recitando La vida es sueño de Calderón de la Barca en la plaza San Martín ante una multitud. PPK y sus ministros practicando una patética calistenia en el frontis de Palacio de Gobierno, la cual no se repitió.

El mismo PPK con Keiko Fujimori, arrodillado en la capilla del cardenal Cipriani. Pedro Castillo, ataviado con su sombrero, intentando galopar en un mitin en Cajamarca, pero el caballo se desbocó. El mismo Castillo imitando el golpe de Estado de Fujimori, llegando al extremo grotesco de repetir el célebre verbo “disolver”.

Hay otras situaciones que solo existen en el imaginario nacional, pues no existen registros físicos de las mismas: la vacunación secreta de Vizcarra en plena pandemia y mortandad causadas por el covid, o la soledad del disparo con el que se suicidó Alan García al verse acorralado por la policía.

Con certeza, los lectores podrían añadir muchas escenas a esta lista seleccionada por la arbitrariedad de mi memoria. Adonde quiero llegar es a una imagen reciente, que define, a mi entender, las características del régimen vigente.

Me refiero a la secuencia onírica en la que la presidenta Boluarte arroja golosinas a la población ayacuchana. La sonrisa en el rostro de la jefa de Estado, en un acto digno de cumpleaños infantil, sería desconcertante en sí misma. Pero lo que agrava lo inadecuado del gesto es el duelo que están atravesando los habitantes de Ayacucho por las personas ejecutadas durante las manifestaciones de diciembre del 2022 a febrero del 2023. Sin olvidar que esa región del Perú sufrió pérdidas y desapariciones forzadas durante el conflicto armado interno, de las cuales son responsables tanto las FFAA como Sendero Luminoso. Constituye lo que en términos psicoanalíticos se conoce como un trauma acumulativo.

Todos recordamos que de pronto dos mujeres burlan el resguardo de la mandataria. Una la increpa por delante y otra le jala el pelo por detrás. Ambas personas son familiares de dos de los mencionados asesinatos durante las protestas. Aquí viene lo más extraño de una situación que ya era, si me permiten el juego de palabras, jalada de los pelos. Con la cabeza tirada hacia atrás por el tirón, Dina Boluarte, mientras la gente corea “¡Dina asesina!”, en ningún momento deja de arrojar caramelos… ni se le borra la desconcertante sonrisa del rostro. Como si todo fuera parte de un espectáculo bufo.

Algunos comentaristas han interpretado esta actitud de hacer como si todo fuera parte del guion de un exitoso baño de masas, como una disociación. Este mecanismo consiste básicamente en una negación de la realidad. En psicoanálisis se habla también de negación o desmentida. Incluso de alucinación negativa (el borrado activo de una percepción).

Mi impresión, a tenor de una serie de comportamientos y discursos no solo de la presidenta sino del premier y muchos congresistas, es que se trata lisa y llanamente de cinismo.

El hecho de que algunas de estas personas adopten comportamientos patológicos que los alejen de la realidad de los peruanos es secundario respecto de la actitud generalizada de responder a las preguntas, a menudo complacientes, de cierta prensa, como si viviéramos en la película The Truman Show.

Por eso hemos escuchado declaraciones en las que se afirma la estabilidad jurídica del país y la cola de inversionistas ansiosos por trabajar en el país. O todas esas fotos de Boluarte en “reuniones bilaterales” con mandatarios extranjeros, que en realidad son encuentros casuales o provocados. Un día nos dice que acudirá a la tradicional fiesta de la Candelaria en Puno y, poco después, el premier Otárola nos avisa que no acudirá, pero que, como dicen irónicamente en Francia, tout va bien madame la marquise (todo va bien señora marquesa). Aquí no pasa nada.

Algo que está pasando desapercibido es la total ausencia de sentido del humor en nuestros representantes políticos. O bien nos hacen reír involuntariamente. Por ejemplo, cuando la PNP pone el grito en el cielo ante otra genial caricatura de Carlín en este diario, acerca de la archiconocida y temida corrupción policial. Lo único que logra con sus amenazas es que Carlín persista en otra caricatura y que la primera sea vista por millones de personas. No podían haberle hecho mejor publicidad. Como dijo Stalin cuando clausuró una publicación humorística: el pueblo ruso no necesita sentido del humor. O como exigió en su carátula la recordada publicación satírica peruana Monos y Monadas cuando la junta militar clausuró una serie de publicaciones, pero no a Monos: “¡Exigimos que nos clausuren!”

El sentido del humor es, a diferencia de los refugios cínicos, un espacio saludable y creativo que nos ayuda a resistir los embates autoritarios o abusivos.

Por eso no es extraño que quienes nos gobiernan carezcan del mismo. Intuyen que es campo minado. Y por eso mismo le temen, tal como lo acaba de demostrar con su reacción intolerante y destemplada la PNP. Para los caricaturistas talentosos, en cambio, estos son tiempos propicios, fastos.

Recuerdo al agudo y sarcástico presentador de televisión Jon Stewart, en los EEUU, quejarse amargamente por la salida de la presidencia de George Bush hijo, quien dejó la Casa Blanca a Barack Obama. Sabía que se estaba perdiendo un blanco ideal para sus inteligentes sátiras políticas.

El registro del humor, como es evidente, tiene un límite. Como los sueños, nos ayuda a resistir, como queda dicho, pero al despertar o terminar de reírse, el dinosaurio continúa ahí. Muchos optan por la huida o la resignación, lo cual es comprensible. Sin embargo, nada es tan terapéutico como la acción organizada en pro de la recuperación de la democracia, así como la derrota del reino de la falsedad y las risas alucinadas.

larepublica.pe
Jorge Bruce

El factor humano

Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".