Mario Vargas Llosa. Escritor. Recibió el Premio Nobel de Literatura el 2010. Es autor de célebres novelas como Conversación en la catedral, La guerra del fin del mundo, La Fiesta del Chivo, y Pantaleón y las visitadoras. En 1990 postuló a la presidencia por el Frente Democrático. ,Nilton Torres El estudio es pequeño pero acogedor, y el mobiliario funcional: en un rincón un escritorio discreto y al otro lado de la habitación, un sillón de dos cuerpos y otros dos más pequeños. En uno de estos últimos está sentado Mario Vargas Llosa. PUEDES VER: Vargas Llosa: Es preocupante que la hija del dictador lidere las encuestas | VIDEO Es una tarde lluviosa de finales de febrero en Madrid y el nobel de literatura viste a juego: un elegante traje de tonos grises, como el cielo encapotado que se cierne esta tarde de miércoles sobre la capital española. Pero ese clima que se antoja melancólico, no tiene nada que ver con el ánimo más bien jubiloso que tiene el escritor, quien está en plena promoción de su última novela, Cinco esquinas, un libro que tiene su origen en una imagen que, no recuerda exactamente por qué, lo asaltó hace tiempo: dos amigas de la clase pudiente de Lima que por una circunstancia –un toque de queda– duermen juntas y eso desata en ellas una relación erótica. Vargas Llosa dice que, aunque efectista, le pareció esa la mejor manera de dar inicio a una historia que fundamentalmente tiene que ver con el periodismo amarillo que se convierte en instrumento de coacción, en el contexto de una sociedad que vive toques de queda, atentados terroristas y secuestros. “Un clima de gran inestabilidad, de incertidumbre sobre el futuro, y en el que el sexo se presenta como tabla de salvación”. Esa inestabilidad a la que se refiere Vargas Llosa es la de los últimos años del fujimorismo. “Es el momento del fin de fiesta de una dictadura que ya está en hilachas, en proceso de delicuescencia, que provoca enormes estragos y, sobre todo, una incertidumbre sobre lo que va a ser el futuro para la gente”. Rodeado de los libros que conforman la biblioteca de la que ha sido su residencia madrileña durante años, el escritor se apoya en el respaldar de la butaca y dice que el nombre de la novela, “Cinco esquinas”, se le reveló como un símbolo de la historia del Perú. “Hemos pasado de periodos de gran esplendor a periodos de decadencia extrema, para luego otra vez levantarnos y otra vez caer. Creo que esos altibajos de la historia peruana de alguna manera están representados en la historia de ese barrio...”. ...que es Barrios Altos Sí. En la Colonia fue importantísimo. Quizá las mejores iglesias coloniales están allí. A principios del siglo XX fue un barrio importante. Muchas embajadas se establecieron allí. Fue también símbolo del criollismo, de las peñas. El barrio de Felipe Pinglo, de los grandes compositores y guitarristas. Un barrio que ha pasado por todos los niveles y hoy es violento, decadente por el tráfico de drogas, la delincuencia, la prostitución. Además, el nombre de “cinco esquinas”, me parece original. Normalmente un cruce tiene cuatro esquinas, no cinco. Cinco esquinas es la excepción a la regla. Vuelve a Lima como escenario de novela. Lima es la ciudad en la que he vivido más tiempo en el Perú. Más he vivido en el extranjero, pero en Lima viví las experiencias más importantes de mi vida, en esos años en que se forma la personalidad y el carácter de una persona: la niñez, la primera madurez. Esos años los viví en el Perú y me marcaron muchísimo. Por eso es que el Perú regresa siempre, de tanto en tanto, en lo que escribo. ¿Cuánto trabajo le costó escribir “Cinco esquinas”? Dos años, tres versiones y un primer borrador. Fue una novela que fue fluyendo, a partir de un momento, de una manera inesperada porque hay un personaje, La Retaquita, que se me fue imponiendo hasta convertirse en la gran protagonista de la historia y también en el personaje que redime su profesión: el periodismo. De ese mundo horrible del periodismo utilizado por el poder para ensuciar a la gente, a los adversarios, a los críticos, ella, en un acto heroico y arriesgado, se juega la vida y rescata al periodismo de esa función siniestra que le tiene asignada la dictadura, y lo convierte en lo que es el mejor periodismo: el de denuncia, el que cuenta la verdad sobre las mentiras. Todo eso lo encarna La Retaquita. ¿Por qué situar la novela en los estertores del fujimorismo? Porque esa es una época que yo recuerdo con una enorme exacerbación de la sensibilidad. Una época de una inseguridad enorme. A uno lo mataban y no se sabía si había sido Sendero Luminoso, el MRTA, el Ejército, el Grupo Colina, o criminales comunes que utilizaban la política como un biombo para sus atrocidades. Al mismo tiempo había el toque de queda, apagones en las noches. Esa enorme inseguridad en la que vivíamos, esa incertidumbre absoluta sobre el futuro, es un ambiente muy estimulante para un escritor. La sombra de Fujimori y Montesinos planea sobre la historia y estando tan cerca las próximas elecciones, se antoja como una advertencia teniendo en cuenta que la hija del ex presidente está primera en las encuestas. No. Yo no escribo novelas sobre asuntos de actualidad. Si yo quiero escribir contra Keiko Fujimori escribo un artículo o doy una conferencia, pero no voy a dedicar dos años de mi vida a eso. Las novelas se escriben por razones mucho más profundas que no tienen que ver con la actualidad. ¿Le sorprende que Keiko Fujimori esté encabezando las preferencias electorales? Ella tiene un tercio del voto que a mí me parece muchísimo. Mi esperanza es que no pase de allí y que en una segunda vuelta el candidato que compita con ella gane las elecciones. ¿Y quién podría ser ese candidato? Espero que sea Pedro Pablo Kuczynski. Él es una persona muy preparada, que tiene unas credenciales impecables porque nunca, hasta hoy, ha sido acusado de nada deshonesto. Mi esperanza es que la candidatura de Kuczynski remonte y pueda competir con Keiko Fujimori en la segunda vuelta y que en esa segunda vuelta haya una mayoría que lo respalde. Sería una catástrofe para el Perú que se eligiera a Keiko Fujimori. Sería la reivindicación de una dictadura. Una de las dictaduras más corrompidas, más violentas, más sanguinarias. Que todo eso se olvide y sea reivindicado por el electorado, sería una vergüenza para el Perú. ¿Por qué siguen tan presentes Fujimori y el fujimorismo en el país? Fujimori nos robó mucho. Robó como nunca se ha robado en el Perú y todo ese dinero está en esos carteles que empapelan todo el país. ¿De dónde viene ese dinero? Es el que se robaron en la época de la dictadura. Y por otra parte, todos los dictadores siempre dejan una secuela. El odriísmo, por ejemplo, dejó un partido político que fue desapareciendo poco a poco. El fujimorismo se mantiene artificialmente gracias al dinero. Dinero tienen mucho, pero yo creo que es un movimiento que a la corta o a la larga va a extinguirse. Ninguno de esos partidos, que son las secuelas de las dictaduras, ha durado mucho tiempo. En el Perú hay un desasosiego en la sociedad. El elector está desinteresado en la política. Como que no le importa lo que pueda pasar. Creo que si hacemos un esfuerzo de racionalidad hay que reconocer que desde que cayó la dictadura hemos tenido gobiernos más bien mediocres, pero gobiernos democráticos. El Perú ha progresado muchísimo más que en el pasado. Hemos tenido unos 15 años en los que hemos crecido económicamente, se ha reducido la pobreza extrema, ha crecido la clase media. Haciendo sumas y restas este es un periodo bastante positivo en el Perú y esto se debe a la democracia. Creo que, además, hay consensos que han dado estabilidad al país. Es muy importante mantener eso. Vivimos un periodo en el que en América Latina estamos volviendo a la sensatez. El populismo está siendo derrotado en todas partes empezando por Venezuela, en Argentina, en Bolivia. Esos son síntomas muy positivos y sería tristísimo que el Perú rompiera esa regla y diera un paso atrás tan radical al elegir a la hija del dictador. Jamás votaría yo por ella y espero que la mayoría de peruanos haga lo mismo. ¿Y qué piensa de César Acuña y Julio Guzmán? Acuña se ha descalificado a sí mismo. Él no puede ser presidente del Perú habiendo utilizado su nombre con textos ajenos. Ese es un delito que ya lo descalifica para ser Presidente. Y con Julio Guzmán me parece que lo que le está pasando es una leguleyada, un hecho administrativo menor que no justifica que se anule su candidatura. ¿Y Alfredo Barnechea? Ustedes se conocen. Barnechea es un amigo, muy inteligente, pero creo que ha comenzado muy tarde y ojalá remontara. Es una persona muy preparada pero mi impresión es que está muy atrás. Como los ex presidentes. Creo que ni García ni Toledo tienen ninguna chance y básicamente porque sus gobiernos, aun cuando desde el punto de vista económico fueron positivos, están manchados por la corrupción. Hay un hartazgo de los peruanos con la corrupción. Anel Townsend con César Acuña, Susana Villarán con Daniel Urresti, Lourdes Flores con García. ¿Lo entiende? Parece que no hubiera mucha consecuencia y nos ha causado sorpresa. Pero bueno, creo que debemos aprender una cosa muy importante: que en el Perú todo puede pasar. No deberíamos sorprendernos porque la historia política peruana no ha hecho más que darnos sorpresas. Usted se ha referido al desprestigio de la política en el mundo y dice que esto obedece a que el nivel intelectual, profesional y moral de la clase política, ha decaído. ¿Esto se pone de manifiesto ahora más que nunca en el Perú? Sin ninguna duda. Yo creo que hay gente muy competente, muy capaz, muy preparada, pero a quienes la política los horroriza. Y justamente es lo que tenemos que combatir. Si queremos mejorar la política debemos llevar a la política a los mejores. Y hay que convencerlos de que la política no tiene que ser la cosa sucia que se cree, que puede ser una cosa noble, que es una actividad en la que los jóvenes deberían sentirse atraídos para acabar con la pobreza, con el desempleo. En una columna suya, “País imprevisible”, usted dice que nunca, desde que tiene memoria, la imagen del Perú ha sido tan positiva como la de ahora. Yo creo que el Perú tiene muy buena imagen. Ha dejado atrás una dictadura, es un país que aprovecha mejor las riquezas que tiene. Pero no todos los peruanos están de acuerdo con eso. No todos ven esa imagen positiva. Los peruanos solemos ser pesimistas y tendemos a desmoralizarnos rápidamente. La verdad es que el país no justifica esa desmoralización. El Perú ha progresado. Se le pone de ejemplo en comparación con Bolivia, Nicaragua, Venezuela. Perú aparece como un ejemplo de país que hace bien las cosas, que prospera, que amaina lo que son los problemas sociales de desigualdades, de falta de oportunidades y eso debería levantarnos el ánimo. Usted siempre ha tenido una relación difícil con el Perú. Siempre, la verdad. Y la seguiré teniendo seguro hasta el fin de mis días. Pero en el 2010, cuando gana el Nobel, se produce un periodo de gracia entre usted y los peruanos. Es verdad, fue un periodo muy bueno. El peligro era que yo me convirtiera en una estatua y yo quiero ser un hombre vivo hasta el final. Ya después de muerto si me quieren hacer una estatua en buena hora, pero yo ya no estaré allí. Mientras tanto seguiré vivo, seguiré discutiendo, defendiendo algunas cosas, atacando otras. Yo creo que hay gente que está de acuerdo conmigo en muchas cosas, y gente que está muy en desacuerdo. Eso me mantiene vivo. Luego llegó el 2011 y al apoyar a Ollanta Humala –le llamaron “el garante”– se arruinó ese acercamiento. Hasta ahora no sé qué significa exactamente eso de garante pero sí, lo apoyé y me alegro mucho que ganara las elecciones. Quedándole pocos meses en el cargo al presidente Humala, ¿qué balance hace de su gestión? Creo que fue una buena opción apoyar a Humala. Mejor a que hubiese sido la elegida Keiko Fujimori. Humala ha cumplido lo que prometió en esa segunda vuelta que era respetar la democracia, respetar una política económica que es sensata, racionalista, no seguir el ejemplo de Venezuela. Ha sido beneficioso para el país. Aunque ahora, hacia el final de su gestión, se le podría implicar en un posible acto de soborno en el caso Lava Jato. Esperemos que esas acusaciones sean falsas. Yo creo que Ollanta Humala y su mujer no han dado ejemplo de codicia ni rapacidad. Pero si se demuestra que es así, por supuesto que la justicia haga lo que tiene que hacer. Mi impresión es que es una de esas bolas que corren, vamos a ver qué pasa. Usted dijo que veía a Nadine Heredia como una posible futura presidenta. ¿Lo sigue pensando? Yo creo que Nadine Heredia ha sido víctima de una campaña feroz, inspirada en gran parte por Alan García. Alan García quería ser elegido por tercera vez y pensaba que Nadine iba a ser su gran opositora, a pesar que ella siempre dijo que iba a respetar la Constitución y que no iba a ser candidata ni intentarlo, pero García le tenía puesta la puntería y la campaña de descrédito ha sido tan espantosa, que en cierta forma la han alejado de la política. Algo que lamento, porque me parece una mujer con bastante talento. La campaña de descrédito ha sido eficaz. Tal vez sea una marginación provisional. El tiempo lo dirá. *** “Cinco esquinas” llega a las librerías el próximo 3 de marzo, veinticinco días antes del 80 cumpleaños de Vargas Llosa. Es un momento trascendental en la vida del Nobel, sobre todo en el aspecto personal ya que familiarmente se encuentra pasando por un periodo delicado al estar en el proceso de separación de su esposa, Patricia Llosa, y al mismo tiempo comienza una nueva relación sentimental con la socialité Isabel Preysler. Pero más allá de tener que lidiar con una prensa del corazón que busca retratar cada paso que da al lado de su nueva pareja, Vargas Llosa prefiere hablar de lo que ha significado su carrera como escritor. “Si hago un balance de mi vida ahora, no escogería un tipo de vida distinta a la que he tenido, ni muchísimo menos. Para mí escribir es la gran pasión de mi vida, y cada mañana me digo: Qué maravilla poder dedicar mi tiempo a lo que más me gusta”. ¿La edad ha ido influyendo en su producción literaria? Sí. Por una parte la edad es experiencia acumulada. Uno conoce más la vida a medida que la va viviendo, y eso le da a uno una perspectiva más rica, más profunda a la hora de escribir. El peligro de la edad es que uno contraiga ciertas fórmulas hechas. El gran riesgo de caer en lugares comunes, en el cliché, en lo que es el lenguaje muerto, mecánico. Eso es muy peligroso y uno tiene que estarse renovando constantemente mediante la autocrítica y es lo que procuro hacer. Pero lo más importante para mí es que con la edad no he perdido las ilusiones. Tengo más proyectos que tiempo para poder materializarlos. Siempre tengo muchos proyectos, de tal manera que mi gran decisión de no convertirme en una estatua en vida, creo que la voy a cumplir. ¿Cambia mucho la vida de un escritor después del Nobel? Hombre, digamos que las solicitaciones para participar en actos públicos son mayores. Uno tiene que defender su tiempo mucho más a partir de un reconocimiento como el Nobel, pero al mismo tiempo da muchísimas satisfacciones. ¿Y hay más presión para escribir? No, pero sí para asistir a congresos, para participar en los lanzamientos de los libros. Recibes muchas invitaciones para conferencias. Hay una presión de ese tipo pero hay que tratar de resistirla porque si te dejas vencer, al final no te queda tiempo para escribir. La Pléiade, de la editorial francesa Gallimard, agregará en breve a su colección varios de sus libros. Imagino que ese será un primer gran regalo de cumpleaños. Esa ha sido para mí la gran experiencia de mi vida como escritor. Ni siquiera recibir el Nobel me ha dado tan alegría como saber que mis libros iban a aparecer en La Pléiade. Es la colección más bonita, mejor presentada. Es para mí la colección de los inmortales de la literatura. Nunca soñé que podía entrar en esa colección. Hablando de inmortalidad, ¿le teme a la muerte? No. Es el desenlace natural de una vida. Le temo a la decadencia física, intelectual. Eso me produce pavor. Pero creo que si uno puede llegar vivo hasta el final, creo que es una maravilla y la muerte es la conclusión lógica final. Pero ahora se está cuidando mucho. Sé que practica Chi Kung. Sí, es una actividad que me gusta mucho porque es una forma de respiración que a uno le permite relajarse, entrar en una serenidad que es muy buena para empezar a trabajar. Además procuro no cometer muchos excesos. Creo que sobre todo, a partir de cierta edad, es importante cuidarse. ¿Cómo va a celebrar su cumpleaños? Lo voy a celebrar aquí en Madrid, con amigos. Usted ha dicho que se encuentra en un momento vital. Su pareja, Isabel, dice que lo que vive ahora es “un amor de novela romántica”. Lo estoy viviendo con mucha intensidad, desde luego, y al mismo tiempo con entusiasmo. Es una experiencia que a uno lo rejuvenece, que lo llena de ilusiones. Es un buen momento de mi vida y voy a tratar de alargarlo todo lo que pueda. Pero por el contrario eso lo ha hecho perder esa privacidad de la que ha gozado por años. Me gustaría tener mayor privacidad de la que tengo. Desgraciadamente hay ciertas experiencias que son muy atractivas para la prensa, la prensa rosa sobre todo. No es mi culpa. Yo preferiría no aparecer. Todo tiene un precio en la vida y hay que saber pagarlo. Como que se ha convertido en una “víctima” de esa civilización del espectáculo que tanto ha criticado. No hablemos de víctimas porque no es justo en estos casos, pero digamos que mi privacidad se ha limitado considerablemente y espero que sea solo por un tiempo breve. ¿Cuándo lo veremos por Perú? Tal vez vaya a fin de año, pero vamos a ver.