Obdulia Guevara Neyra. Secretaria General del Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar de la Región Lima. ,En esta Lima poscolonial, las trabajadoras del hogar siguen sin seguro, sin sueldo justo, ni beneficios laborales. Aún buena parte vive en condiciones de explotación cuasi feudales. Y se sigue subvalorando convenientemente su fuerza de trabajo como se hace con todo el trabajo doméstico y de cuidados que llevan haciendo históricamente las mujeres. Para entender esta ciudad y para intentar cambiarla es fundamental escuchar las voces de quienes son probablemente uno de los sectores más vulnerables. Ellas están en pie de lucha para visibilizar su situación a través de sus organizaciones. Obdulia Guevara Neyra es la Secretaria General del Sindicato de Trabajadoras del Hogar de la Región Lima (SINTTRAHOL). Tiene 44 años y trabaja en casas desde los siete. Hija de agricultores de Huancabamba, ya no lo hace “cama adentro”. Ahora atiende en sus oficinas a cientos de mujeres interesadas en conocer y hacer valer sus derechos. ¿Qué cambió cuando te fuiste a trabajar a Lima? Me vine a Lima porque me dijeron que aquí se pagaba mejor. Mi primera empleadora me decía que como yo venía del campo mi destino era servir. No me valoraban como trabajadora sino como sirvienta. ¿Cuándo empiezas a tener conciencia sobre tus derechos? En mi provincia hay mucho machismo. Desde muy joven empecé a participar en una organización de mujeres campesinas. Con el tiempo me hice dirigenta y cuando llegué a Lima ya tenía una visión muy clara acerca de nuestra condición de trabajadoras y no de esclavas. ¿Actualmente cuánto gana según la ley una trabajadora del hogar en Lima? La ley ordena el sueldo mínimo pero también dice que puede ser pactado entre empleado y empleador. Por supuesto los empleadores no lo cumplen. En Lima son muy pocas las que están ganando los 850 soles. Yo he ganado el sueldo mínimo pero tampoco he tenido seguro. ¿La máxima dirigente del sindicato de trabajadoras del hogar aún no ha conseguido estar en un régimen justo? Así es, no se ha conseguido porque los empleadores se resisten a que exista un contrato que pruebe el vínculo laboral legalmente y que los compromete a cumplir con una serie de responsabilidades. Eso ocurre en Lima, en provincia ni se habla de leyes. Y el trato no es el más amable. Nunca me he quedado demasiado en la misma familia. Con algunos he sido cordial, pero la mayoría ha tenido conmigo un trato bien discriminatorio. Tenía que comer en la cocina y con el plato, la taza o los cubiertos que ya no usaban ellos. No me ofrecían la misma comida. Si ellos comían lomo saltado, yo solo arroz. Eso se da en Lima, no nos consideran seres humanos con los mismos derechos, no merecemos una buena alimentación. Y eso atraviesa todas las clases sociales. ¿Dirías que Lima es especialmente cruel con las trabajadoras del hogar? Sí. Cuando trabajaba en mi región me daban la misma alimentación. En Lima nos discriminan, sobre todo por las diferencias culturales o económicas. Sigue la colonia. Siempre les digo a mis empleadores que nosotras cuidamos a los seres más queridos de una familia y entonces a nosotras por qué nos tratan de esa manera. ¿Te han obligado a usar uniforme o podías elegir? Podía elegir el color [risas]. Nosotras hemos hablado de que si bien el uniforme puede ser útil en las tareas de limpieza, dentro de la casa pero no para estar en la calle, ya que eso sirve solo para distinguir quién es la trabajadora y quién no. ¿Cuántas mujeres jóvenes hoy en Lima trabajan todavía sin sueldo? Han venido niñas menores de 12 años que han estado en condición de esclavas, vistiéndose con la ropa vieja de la señora. Es ilegal tener a una adolescente en esta situación en tu casa, pero sigue pasando acá en Lima. Actualmente llevamos los casos de varias de ellas, pero son procesos largos. También las acusan de robo para no pagarles lo que les deben. En Lima las trabajadoras del hogar somos un 95% migrantes y más del 30% todavía están en una situación de semiesclavitud. A su condición de niñas, migrantes, esclavas, solas y analfabetas hay que sumarle que padezcan abusos sexuales. No tenemos una cifra oficial pero calculamos que hasta un 60 por ciento de trabajadoras han sufrido alguna vez este tipo de abusos. Tenemos compañeras que han tenido un hijo fruto de una violación. No se denuncia porque la ley no nos protege. A mí me acosaba el hijo de la señora en San Borja, pero yo era una mujer adulta que ya sabía defenderse. Pero eso no pasa siempre. En los hogares limeños el “tema de la empleada” es siempre una cosa “entre mujeres”. Ella es la que se encarga y el maltrato se da de mujer a mujer, ¿no? Esta situación discriminatoria viene de las mismas mujeres, ya que ellas son las empleadoras. Y se da sobre todo porque no tenemos el mismo nivel educativo. ¿Como tenemos menor nivel educativo entonces está justificado el maltrato? En Facebook se habla mucho de ustedes. Las “señoras” se quejan de que no encuentran empleadas lo suficientemente buenas. ¿Has podido verlo? No todas tenemos Facebook porque no tenemos tiempo. Cama adentro, trabajamos a veces desde las cinco de la mañana hasta las once de la noche. No se respetan los horarios. Los empleadores mucho critican que no seamos ágiles, rápidas. Todos prefieren una que pueda resolver si se cortó el agua o la luz. Prefieren una que sepa leer pero después se molestan si decidimos estudiar. Nos quieren preparadas pero no nos dejan tiempo para hacerlo. ¿Qué tendría que cambiar para las trabajadoras del hogar, para que Lima también cambie y sea una ciudad más inclusiva? Deberíamos tener una ley que sancione y realmente haga respetar nuestros derechos laborales, y una ley que exija un contrato por escrito donde sean mencionados el sueldo, los horarios, los beneficios, etc. También debe haber capacitación para todas las trabajadoras del sector para que sepan responder ante los abusos. Yo he podido ayudar a mucha gente porque ya traía ese proceso de entendimiento. Las organizaciones hacemos mucho pero es el Estado el que debe dar las políticas.