Fernando Tuesta SoldevillaEx jefe de la ONPE. Es profesor de Ciencia Política de la PUCP y ha sido Director del Instituto de Opinión Pública de dicha universidad. Ha escrito catorce libros y varios artículos académicos.,Fernando Tuesta Soldevilla estuvo a cargo de la Oficina Nacional de Procesos Electorales desde que retornó la democracia al Perú, en el año 2000. Desde entonces, pocos comicios han estado tan trastocados como el que se viene, primero, este año con las municipales y regionales y, el 2021, con las generales. Es que el escándalo Odebrecht no sólo ha salpicado a toda nuestra clase política, sino que marcará las decisiones que deberá tomar la ciudadanía. Sobre eso habla Tuesta en esta entrevista que tuvo lugar al día siguiente de las explosivas declaraciones de Jorge Barata. Faltan apenas ocho meses para las elecciones municipales y a nadie parece importarle… Contra lo que se cree, las elecciones municipales nunca han sido elecciones de largo aliento. Las campañas generalmente han durado entre 45 días y máximo dos meses. Yo he estado revisando trabajos y artículos míos, antiguos, donde se hablaba de campañas apáticas. Quizá, más por el lado de los interesados en la política, se piensa que esta campaña debe empezar con un proceso más racional de discusión sobre ciertos temas, pero la gente todavía no está pensando en eso… ¿Está pensando en el tema Odebrecht…? No, probablemente está pensando en “cómo resuelvo los problemas de mi vida cotidiana”. Y, según las propias encuestas, el interés que tenemos los interesados en la política no es el mismo de aquellos a los que no les interesa y, por el contrario, la política es un ámbito que no les cae simpático. Hay una gran desafección. Pero, incluso a nivel de candidaturas en Lima, tenemos rostros, sin que suene despectivo, casi segundones... Comparativamente, desde el año 89, Lima ha sido siempre el espacio donde han ganado los candidatos que provenían no de los grandes partidos: Movimiento Obras, con Ricardo Belmont, en dos oportunidades; Somos Perú, que antes era Somos Lima, con (Alberto) Andrade; Solidaridad Nacional (Luis Castañeda) y el mismo Fuerza Social, de Susana Villarán, que era una organización de izquierda menor. Pero que eran rostros con notoriedad, ¿no? Mira, Belmont fue el primer outsider que ha habido en el Perú. Pero Andrade y Castañeda eran conocidos, uno, porque había sido alcalde de Miraflores y, el otro, porque tenía un puesto de autoridad pública con EsSalud. Los grandes partidos no han tenido éxito en Lima. Ahora vemos a Enrique Cornejo, que fue el segundo preferido de la última elección, del 2014, y luego tienes una dispersión. ¿Qué observa uno a estas alturas? Dos cosas: partidos nacionales -22 inscritos-, de los cuales muchos no tienen candidatos o figuras reconocidas, y luego tienes candidatos que no tienen partidos. Entonces, allí, lo que va a ocurrir es el encuentro entre el hambre y la necesidad. Usted ha dicho que, si este tema de Odebrecht se ha dado a nivel de políticos de partidos importantes, cómo será a nivel municipal… ¿Son más vulnerables al dinero mal habido? ¡Mucho más vulnerables! Incluso dejemos Lima y vayamos a distritos pequeños. ¿Tú te imaginas el Vraem? Allí, de repente, tienes una candidatura popular y, probablemente, el narcotraficante u otro representante de una economía delictiva se presenta delante de los candidatos. Ellos no necesariamente tienen que ser candidatos. ¡No les interesa! ¿No cabe la posibilidad de que el caso Odebrecht sea de alguna manera aleccionador? No hay que olvidar que, si el tema Odebrecht no estallaba en Brasil, hoy día no estaríamos discutiendo sobre el tema. Entonces, la pregunta tiene respuesta inmediata: ¿Lo de Odebrecht es una dinámica de la relación dinero-política nueva? Yo creo que no. Las candidaturas en el Perú han recibido dinero de empresas nacionales y extranjeras y en ningún caso eso aparecía en los libros contables, como no ha aparecido lo de Odebrecht. Entonces, cuando se modifica la ley el año pasado, se dice: “No podrán aportar personas jurídicas nacionales y extranjeras”. Si eso lo aplicabas antes, igual Odebrecht no aparecía. Claro, porque el dinero se entregaba a través de terceros… Y ahí ves el otro lado, que te demuestra la informalidad que, obviamente, se distancia del documento, del estatuto, del reglamento y de las personas que aparecen formalmente ante la ONPE como responsables, como es el caso del tesorero. ¿A quién ha entregado dinero, supuestamente, Jorge Barata? ¡No a los tesoreros! Probablemente el tesorero, el que es responsable ante la ONPE, ni sabía. ¿Pero quiénes eran? Eran personas del entorno del candidato presidencial, gente de confianza. ¿Usted es partidario de la financiación estatal de los partidos políticos? Absolutamente. No creo que exista país donde no ingrese el dinero de la corrupción. Pero en México, por ejemplo, con la transición de los años 90 y, sobre todo, en este siglo, se diseñaron políticas en el ámbito electoral que buscaban fortalecer a los partidos también económicamente. Los aportes que tienen del dinero público allí es de tal envergadura que han logrado, de alguna manera, frenar el dinero del narcotráfico. Si yo no tengo dinero, como es el caso de los partidos peruanos, soy vulnerable al dinero de empresas y al dinero mal habido, porque las campañas crecen cada vez más en sus costos. ¿De dónde voy a sacar el dinero para financiarlas? Pero está el argumento contrario: tenemos prioridades mayores que estar financiando a los partidos políticos. Eso siempre se dice, pero el tipo de financiamiento que lleva más a la corrupción es de origen privado, porque es más difícil de controlar, sobre todo cuando tienes normas que incluso para los propios partidos formales son difíciles de cumplir. Por ejemplo, en el caso de Odebrecht: en ese momento, la norma decía que el partido sólo podía recibir un aporte no mayor de 60 UITs de una persona natural o jurídica al año. Eso es un poquito más de 200 mil soles. El mínimo que ha declarado Odebrecht, supuestamente para la campaña de Alan García el 2006, son 200 mil dólares, ¡O sea tres veces esa cifra! Entonces, como Odebrecht y el partido beneficiado sabían que hay un tope, hacían dos cosas: no aparecía en los libros contables que se había superado el tope, y dos, esas empresas y esos aportantes nunca aparecían. ¿Ese era el trabajo de quién? Del partido. Yo recibo este dinero y me encargo de ver cómo hago para que aparezca de otra manera. En un tuit reciente usted decía que los que más saben de la financiación de los partidos son los máximos dirigentes y, con mayor razón, los candidatos presidenciales. ¿Cabe, en un exceso de ingenuidad, pensar que era posible que no supieran? Todos los candidatos dicen más o menos esto textualmente: “Yo no he recibido, personalmente, dinero”, “yo no conozco a esta persona”. ¡Puede que esto sea cierto! En ninguna parte, el candidato presidencial recibe dinero directamente. De eso se encargan otros y se encargan, además, de que eso sea del conocimiento del líder del partido. ¿Algún dirigente, tesorero, por más cargo importante que tenga, va a desarrollar una relación de esta naturaleza con una empresa sin que lo conozca el dirigente máximo, que por lo general es el candidato presidencial? ¿No cabe, siguiendo con el alarde de ingenuidad, que ese intermediario se quede con el dinero? Odebrecht no iba a entregar el dinero como transferencia bancaria o ingresarlo en efectivo a las cuentas bancarias oficiales del partido. Trataban pues de mil maneras de que esto llegue al partido, pero, a su vez, ellos nunca aparecen como los contribuyentes. Entonces, la defensa de casi todos los beneficiados es: uno, no recibieron directamente; dos, lo niegan en general; y, tres, dicen: “demuéstrame”. Claro, es una buena línea de defensa, porque no van a dejar papeles. El único que hacía firmar era Montesinos… ¡Y filmaba! Sí, los hacía firmar y los filmaba (risas). Entonces, Odebrecht se convierte en un modelo de negocio -es decir: financio campañas, gano licitaciones, desarrollo sobrecostos de las obras y con estos sobrecostos vuelvo a financiar campañas a todos los favoritos- y es un modelo que transnacionalizó. Tanto Yoshiyama como Alva Castro y Susana de la Puente han salido a desmentir a Barata. ¿Cabe la posibilidad de que Barata mienta? Su situación es tan delicada que no veo manera de que él utilice este momento, delicado también dentro del conjunto del proceso, para tratar de imputar a personas que lo puedan desmentir… Ahora, sólo los Humala están en prisión y Toledo, con el proceso de extradición. De acuerdo a lo que se ha escuchado de Barata, ¿quién es el próximo que debería estar ya preso, por la similitud de pruebas? Esa es toda una discusión. Uno podría tener hasta dos maneras de mirar: por la similitud de pruebas, podrían involucrarse a los ya mencionados Alan García, Keiko y a PPK. O al revés: por la similitud de pruebas, el señor Ollanta Humala y la señora Nadine Heredia deberían estar no con prisión preventiva, sino libres y compareciendo cuando el juez lo crea conveniente. A pesar de todo lo ocurrido, las encuestas siguen dando a Keiko Fujimori la primera intención de voto para el 2021. ¿Cree que en algún momento lo de Odebretch le llegue a afectar? Si Keiko hubiera estado sola en este problema, probablemente sí, pero ella forma parte de un paquete. No creo que se vean afectados de manera diferencial por el conocimiento que tiene la gente del tema. Solo una élite muy interesada en la política sigue el tema de manera detallada. La opinión pública, el ciudadano de a pie, ya se perdió. Eso es uno. Y, dos, si todos están involucrados y todos son corruptos, ya el tema “corrupción” en un proceso electoral pasa a ser un tema secundario. Y si tú me das un menú donde creo que todos van a robar voy a escoger, pues, el menos malo. Y el menos malo es el que roba igual que todos, pero hace obra. Ante esto, ¿al fujimorismo no le conviene más bien apostar por el candidato menos embarrado, que sería Kenji? Yo sí creo que hay un conflicto interno abierto y que esto no es parte de una teatralización del fujimorismo. Ciertamente, el tema impacta a Keiko y nada a Kenji, incluso apoyando a un padre que ha sido procesado y condenado por uno de los gobiernos más corruptos. Entonces, ¿puede desarrollar Kenji, en este escenario en que su entorno está de una u otra manera involucrado en niveles de corrupción, un perfil propio, una carrera que busque darle posibilidades de triunfo el 2021? Puede. En ese sentido, ¿podría visualizarse un 2021 con dos Fujimoris en la segunda vuelta? A primera vista, parecería que los dos pierden, porque se arrancarían un espacio fujimorista que tiene un límite, pero, cuando uno mira las encuestas, antes de Kenji, tenías un porcentaje que favorecía a Keiko. Luego aparece Kenji con menos que Keiko, luego se va emparejando e, incluso, en algunas encuestas ya está en mejor posición. Si tú sumas ambos, la cifra es superior a lo que tenía Keiko antes. Quiero decir que este conflicto, si bien puede existir, también amplió el campo de la votación del fujimorismo en general. Podría llegar con dos candidatos, sí, pero habría que ver cómo se desarrollan los acontecimientos, porque tampoco puede negarse que faltan tres años y puede haber un nivel de reconciliación y que, ambos reconciliados y decidida la candidatura de uno de ellos, esta sea mucho más potente incluso que antes, cuando estaban juntos, pero no tan diferenciados como ahora.