El Pacto Corrupto y Criminal ha mostrado su rostro más desesperado. Ha perdido toda vergüenza y actúa con una obscenidad y torpeza que insultan la inteligencia colectiva.
La entrevista de Gino Costa no solo desnuda este plan; lo coloca en una línea de tiempo. Por eso, cada ciudadano que crea en algo más que su propio fastidio debería entender que aquí no está en juego una fiscalía, sino la posibilidad misma de vivir bajo una ley que no sea la del más ladrón o criminal.
Pero esa desvergüenza puede ser, paradójicamente, oportunidad. Porque cuando el poder se vuelve tan impúdico, vulgar y burdo, incluso los indiferentes suelen despertar. Ojalá esta vez sea una de esas. Más aún cuando estamos ya a un año de las elecciones generales: en ellas no solo se renovarán cargos, se juega el futuro mismo de la democracia.
La respuesta no puede ser ni tibia ni tardía. Recuperar la decencia como fundamento de la política no es un lujo, sino urgencia democrática. Y para lograrlo, las elecciones del 2026 deben marcar un punto de quiebre. Haciendo uso de dos herramientas fundamentales.
En primer lugar, el compromiso nacional de no votar por ninguno de los partidos representados en el Congreso del Pacto Corrupto. Y tampoco por ninguno de los(as) actuales congresistas o integrantes del gobierno del Pacto.
En segundo lugar, para asentar un reemplazo democrático y transparente al Pacto: vertebrar un Frente Democrático Nacional entre quienes defienden los valores democráticos. No sería la primera vez que el Perú enfrenta un camino semejante. En 1956, la ciudadanía se organizó para terminar con la dictadura de Odría. Así como en el 2000, la nación derrotó en las calles y en las urnas al régimen mafioso de Fujimori.
Cada vez que el autoritarismo o la corrupción amenazan asfixiar al país, ha solido despertar el ADN democrático de la sociedad peruana. La historia nos enseña que precisamente en esas situaciones suele aflorar ese ADN, precisamente cuando es asfixiado por el autoritarismo o la corrupción.
De eso hay que hablar para el 2026. Antes que de nombres de candidaturas: concertar un proyecto común de regeneración democrática. Empezando por poner, donde corresponde, al colosal montón de basura que ahora nos rige. Colosal montón que no apareció de la nada: es residuo de años de impunidad, corrupción y cinismo institucionalizados.
Gran reto, entonces: acción nacional para sepultar al impune y decadente Pacto Corrupto. Y para que no vuelva a surgir otro de esos desechos.
Abogado y Magister en derecho. Ha sido ministro de Relaciones Exteriores (2001- 2002) y de Justicia (2000- 2001). También presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Fue Relator Especial de la ONU sobre Independencia de Jueces y Abogados hasta diciembre de 2022. Autor de varios libros sobre asuntos jurídicos y relaciones internacionales.