Un presidente ausente es inviable

Se requiere con urgencia otro gabinete que gobierne el país.

Lo más grave de la tragicomedia bochornosa de la ¿renuncia? del ministro de trabajo no es que alguien con tanta evidencia de vinculación con el terrorismo esté –junto con varios más– en la cúpula del sector público, sino la constatación de que Pedro Castillo no tiene capacidad de asumir la presidencia de la república para la que fue elegido, y que, al paso que va esta parodia despelotada de gobierno, colapsará y terminará más temprano que tarde.

La sólida evidencia del vínculo del ministro Íber Maraví con Sendero es un asunto muy serio, que se suma a la presencia similar de otros miembros del gobierno, empezando por el premier Guido Bellido, lo que le da a la administración un inaceptable tufo a anfo.

Todos ellos debieran salir del gobierno, como ocurrió antes con Héctor Béjar, cuya explicación sobre el origen de Sendero Luminoso –en un gobierno con tanta empatía con el terrorismo– es patética en un canciller, así como su descripción del gabinete ministerial como una “combinación de familiares, amigos de familiares, gente que ha hecho favores de distintos tipos, y otras operaciones desconocidas”.

Pero siendo todo eso muy grave, lo peor es la percepción extendida de un presidente ausente, como Castillo, que no da la talla para el cargo, que enfrenta las urgencias del gobierno en cámara lenta, que carece del liderazgo mínimo, y que permite que todas sus deficiencias clamorosas sean aprovechadas por personas que no han sido elegidas –a diferencia de Castillo– para hacer lo que les da la gana en beneficio propio.

Es el caso de ese presumido peligroso de Vladimir Cerrón y su buró en la sombra, una banda inescrupulosa que se ha apropiado de la presidencia, por la incompetencia de Castillo y por su escasa vocación por asumir en serio el puesto para el que el país lo eligió. Es penosamente conmovedor ver al ministro de justicia recordando a Cerrón que él no es el presidente, sino Castillo.

El gobierno es un caos, con un ministro de trabajo y un premier que se aferran al cargo y un jefe de estado a quien nadie obedece. La única forma de resolver este grave problema de que no da la talla, es instando al ¿presidente? Castillo a designar un nuevo gabinete que sí proyecte confianza de que el gobierno no será la anarquía actual.

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