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Al abrigo de las ollas

En el peor momento de la pandemia, cuando muchos se quedaron sin trabajo y no había qué comer, resurgieron las ollas populares. Mujeres de las zonas más pobres de Lima se organizaron ante la ausencia del Estado y hoy trabajan codo a codo con los más jóvenes.

Jóvenes de la Red de Apoyo SMP junto a las madres de la olla Milagro de Abril de Cerro Candela. Para apoyar a la Red puede comunicarse al 997 367 431. Crédito: Félix Contreras
Jóvenes de la Red de Apoyo SMP junto a las madres de la olla Milagro de Abril de Cerro Candela. Para apoyar a la Red puede comunicarse al 997 367 431. Crédito: Félix Contreras

Cuando cayó la pandemia, María Salazar (43) perdió su empleo como trabajadora del hogar. Muchas de sus vecinas del asentamiento humano Nuevo Amanecer del Cerro La Milla de San Martín de Porres, que tenían la misma ocupación, se quedaron también en el aire tras el inicio de la cuarentena. Tenían poquísimos ahorros, en vano esperaron las canastas de víveres del Estado, solo algunas recibieron los bonos de ayuda, muchas embanderaron de blanco sus casas porque no tenían qué comer.

Para afrontar tal situación, las vecinas echaron mano de una estrategia de supervivencia muy propia de nuestros barrios populares: el apoyo comunal y la autogestión. Tenían experiencia, ya se habían organizado antes para combatir la delincuencia con rondas vecinales, esta vez pensaron en hacer una olla común para así alimentar a más de una docena de familias de La Milla. “La idea fue apoyar a los que estaban en peores condiciones, no esperamos que todo nos cayera del cielo, hicimos que los vecinos se integren y que colaboren con lo que pudieran”, dice Salazar.

Los primeros víveres los compraron con el dinero recaudado de la venta de picarones. Instalaron una pequeña cocina a gas en una esquina del barrio, ubicada en lo más alto del cerro, desde donde se puede ver la Panamericana Norte. Así nació la Olla Común Autogestionaria Postcuarentena en junio del 2020, que fue pensada para unos pocos meses, pero que, por el repunte de la pandemia y la crisis, sigue activa hasta hoy.

Lo interesante de esta historia de resistencia es que en el camino se han unido más vecinos de San Martín a la lucha contra el hambre, sobre todo los jóvenes. David Díaz (27), miembro del colectivo Barrio Obrero, se ha juntado con un grupo de veinteañeros y han formado la Red de Apoyo SMP para dar soporte a las madres de las ollas de La Milla y Milagro de Abril de Cerro Candela.

Algunos de los ‘compis’, como se llaman mutuamente, se conocieron en las marchas contra Merino en noviembre pasado, otros, incluso, hicieron migas desde las manifestaciones contra la Ley Pulpín. Los une su repudio a la corrupción, las injusticias y su vocación de servicio. “Nuestro distrito siempre se ha caracterizado por la autogestión, hemos salido adelante por la organización comunitaria de los vecinos”, dice Liz Sulca, de la Universidad Católica.

El apoyo de la Red a las ollas consiste en generar ingresos de diferentes formas para comprar los víveres, ya sea haciendo un fondo común, auspiciando rifas, incluso impulsando acuerdos con empresas como Starbucks, que donó desayunos a la olla de Cerro Candela. También acompañan a las madres a hacer las compras a los mercados y buscan la movilidad para trasladarlas. Se involucran con el barrio, hacen mapeo de los más vulnerables, adultos mayores o personas con discapacidad en abandono, a quienes es indispensable hacerles llegar una ración de comida diaria sin costo.

Contra el abandono

“Nos unimos no por la solidaridad sino por el abandono del Estado. No romanticemos el trabajo comunitario, este es un esfuerzo grande que hacen padres y madres porque alguien no hace su trabajo”, dice Néstor Sedano (23), estudiante de negocios internacionales, que al igual que sus compañeros de la Red no se considera un héroe por lo que hace. Estos jóvenes subrayan que, ante el abando- no estatal, es la sociedad civil organizada la que, finalmente, está levantando al país de las cenizas.

Estas madres de los cerros La Milla y Candela, así como las decenas de mujeres de la perife- ria de Lima que cocinan a diario para sus barrios, nos recuerdan a las mujeres que se organizaron en los ochenta cuando el país estaba acorralado por el terrorismo y la inflación. Esa capacidad nuestra para enfren- tar condiciones extremas se ha activado de nuevo.

Periodista en el suplemento Domingo de La República. Licenciada en comunicación social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y magíster por la Universidad de Valladolid, España. Ganadora del Premio Periodismo que llega sin violencia 2019 y el Premio Nacional de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2017. Escribe crónicas, perfiles y reportajes sobre violencia de género, feminismo, salud mental y tribus urbanas.