El hombre que volvió de la muerte para dar vida

La exagerada vida de Don Grimaldo Reátegui, el caporal del barro milagroso en Tarapoto,Por Martín Vargas / Revista Rumbos Don Grimaldo siempre recordará el día que murió como un día de esos que a uno le cambian la vida. Acababa de cantar el gallo obeso que vigilaba sus chacras de yuca, café y arroz, pero su arrullo desafinado fue interrumpido por los gritos de uno de sus peones. Dos cables pegados le habían quitado la luz al predio y nadie quería separarlos por razones que a uno le pueden poner la piel de gallina. PUEDES LEER: Infancia asháninka, una mirada pura del VRAEM Los sedimentos mágicos de Termales Don Grimaldo atraen a cientos de personas cada año. Foto: Martín Vargas Pero vamos, Don Grimaldo, a la sazón 50 años, no era de esos hombres a los que un corto lo intimida. Si en los ochenta, los fusiles del MRTA no pudieron doblegarlo, menos lo haría un chicote de corriente. Pidió una escalera, cogió uno de los cables y no pasó nada. Acababa de esbozar una sonrisa de macho alfa ante sus peones, como quien dice “huambrillos, ya ven que no era cosa del otro mundo”, cuando un relámpago de luz le atravesó el cuerpo de cabo a rabo y le empezó a carbonizar las manos. “Al principio era como un acalambramiento, luego sentí como si me ahorcaran cada pedazo de piel. Después no sentí dolor, me vi pegado y miraba como mis amigos me apaleaban los brazos para despegarme de los cables. Quise abrazar a mi esposa pero no tenía consistencia, era como un fantasma. También vi eso que dicen todos, el túnel de luz, alguien que me extendía los brazos, pero de pronto sentí un fuerte dolor en el pecho, como si lo patearan, luego vi que me hacían esas maniobras que se ven en las películas de ahogados”, recuerda Don Grimaldo, mientras prepara un jugo de guanábana y su perro mueve el rabo como festejando que ambos están vivitos y coleando. No se fíe, las aguas de estas termales son frias por encima y calientes por debajo. Foto: Martín Vargas Estuvo más de tres minutos en el otro lado, pero volvió para contarlo. Sin embargo, con los brazos inútiles era imposible vivir como agricultor en ese millón de metros cuadrados que heredó de su padre, con la única condición de no venderlos jamás. Fue entonces que decidió invertir todo su dinero en un negocio que comenzaba a llenar los bolsillos de sus vecinos del Sauce, camino a la legendaria Laguna Azul de Tarapoto. Mandó hacer los huecos para disponer las piscigranjas que se llenaron rápidamente con líquido del subsuelo. Echó las 15 mil tilapias al agua y se fue a dormir tranquilo. En poco tiempo la multiplicación de peces le daría para comer y darse algunos lujos como terminar su casa y pagar los estudios universitarios de sus hijos. El lado bueno de la mala suerte Con la misma hidalguía de Job, el buen Grimaldo no soltó una lisura, no derramó una lágrima ni maldijo a nadie cuando, al despertar, vio 15 mil pequeños cadáveres flotando en las lagunas artificiales. Por el contrario, llamó a un amigo agricultor y este trajo a un biólogo de la universidad local. Al cabo de una semana algo estaba claro. No era que una maldición divina hubiera recaído sobre el buen Grimaldo. El tema aquí no era místico, sino químico. Los visitantes simpre regresan para repetir el tratamiento. Foto: Martín Vargas ¡Las aguas eran saladas! Pero no sólo eso, al revés de lo que indican el entendimiento y la naturaleza, las aguas eran frías por encima y calientes por debajo. Le hicieron los estudios del caso y comprobaron que la laguna de Don Grimaldo concentraba minerales que rara vez se habían visto juntos en un solo lugar. Y la mejor noticia era que estaba libre de arsénico y antimonio. “Vinieron de Francia, estudiosos y profesionales de muchos países y nadie se explica este fenómeno. Y es que no sólo es una fuente de aguas minerales con propiedades terapéuticas como puede haber en otros lados, sino que, además, al fondo comenzó a emerger un barro negro que sólo se encuentra en el Mar Muerto”, rezonga con orgullo Don Grimaldo mientras nos sirve unas copas de concentrado de ajo. La cualidad más comercial que se le atribuye a este remanso negro es su capacidad exfoliante, pero la verdad es que su poder curativo va mucho más allá. Sana artrosis, borra cicatrices y manchas de la piel, pone en su lugar los dolores musculares, cura llagas, combate úlceras y elimina hongos que ningún medicamento pudo vencer. Ya van seis años desde que abrió Termales Don Grimaldo y al menos unas mil personas pueden dar fe que el barro las ha salvado y vuelven cada año para repetir el tratamiento. De cuando en cuando cae un biólogo alemán, inglés o estadounidense con cara de pocos amigos, escépticos por lo que alguien les contó y con ganas de desenmascarar la mentira. Al cabo de una semana, se van con pena, cargados de tapers con barro y con ganas de renunciar a todo y mandarse mudar a la selva. ¡Ya vuelta! En rumbo: ¿Cómo llegar? : Queda en el Distrito de Sauce, camino a la Laguna Azul, a dos horas de Tarapoto. Para llegar puede tomar los servicios de 100% Tarapoto. T: 993320800 / 942610264 / 042520336 Descubre el lugar: Mira el paraíso desde el cielo: goo.gl/jHpKO5 Agradecimientos especiales a la Municipalidad Provincial de San Martín / www.mpsm.gob.pe