Pobreza y olvido

Lenta reducción de la pobreza, y las altas tasas que se mantienen en la sierra, selva y el país rural.,El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) presentó recientemente la actualización de las cifras de la pobreza en el Perú. En ellas destacan la escasa reducción de la pobreza y de la extrema pobreza en el último año, y el incremento de ambas condiciones sociales en algunas zonas del país. En el período estudiado, del año 2015 al 2016, la pobreza monetaria total ha pasado de 21,8% a 20,7%, es decir, una reducción de 1,1%, una de las más bajas tasas de disminución de los últimos años. En ese mismo período, la pobreza extrema (las personas cuyo gasto per cápita mensual no cubre el costo de la canasta básica, de 176 soles) se redujo de 4,1% a 3,8%, esto es, una caída de solo 0,3%. El desagregado de estas cifras confirma el carácter dual y en algunos casos engañoso de las estadísticas globales. Los datos indican las zonas donde se hace grave la pérdida de velocidad en la disminución de las privaciones. En la sierra, la pobreza todavía alcanza el 31,7%; en la selva el 27,4% y en la costa el 12,8%. Además, la pobreza rural peruana sigue siendo indignantemente alta, 43,8%, y aún más en la sierra rural donde llega al 49%. Otros datos deben ser considerados: que en el período estudiado, en Lima Metropolitana la pobreza no se ha movido ni una décima de punto; que en la sierra urbana ha aumentado de 16,6% a 16,9%; y que el 28,7% de la población en condición de pobreza es de origen quechua, aymara, nativo de la Amazonía o afroperuano, cifra superior al promedio nacional (20,7%). En relación con la pobreza extrema, los datos señalan un virtual inmovilismo del Estado para encarar este aspecto más crudo de las necesidades insatisfechas de los peruanos. En el país rural casi no se han movido las cifras y en otras, como en la selva rural y la sierra urbana, ha aumentado la pobreza extrema. Debe saberse que eso también ha sucedido en la costa rural, castigada por El Niño costero, donde la pobreza rural ha pasado de 4,8% a 6%. Respecto a los desagregados, el INEI ha escogido un modelo en que la pobreza de un departamento se compara con la de otros, de manera que la información revela un primer grupo de departamentos más pobres –Cajamarca y Huancavelica– aunque no se precisa con exactitud el porcentaje de pobres en cada uno. Así, el INEI puede decirnos cuál es el PBI de cada departamento pero no el nivel de su pobreza. Es saludable la producción de estadística y data social bajo el entendido de que sirven al monitoreo y ajustes de las políticas públicas y programas sociales. Sin embargo, esta información no debería ser presentada de modo triunfalista, de suerte que se contenga la crítica y la toma de conciencia entre los decisores públicos. Eso acaba de suceder en este caso, cuando una información relevante es presentada elípticamente para resaltar solo los aspectos positivos a costa de no alcanzar su vigencia necesaria. En el contexto de la pérdida de velocidad del crecimiento económico, que ha sido el factor de mayor incidencia para la reducción de la pobreza, sería más útil la verdad desnuda.

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