“Atravesar el silencio: Memorias sobre el conflicto armado interno y su tratamiento en la escuela”, es una investigación que muestra lo complejo que es abordar en las escuelas peruanas la violencia vivida durante las décadas de 1980 y 2000. Además da a conocer el temor que sienten los profesores a ser estigmatizados, el poco apoyo del Minedu y como los recuerdos de la época del terrorismo forman parte de nuestro presente.,“Atravesar el silencio: Memorias sobre el conflicto armado interno y su tratamiento en la escuela”, de Francesca Uccelli, Maria Angélica Pease, José Carlos Agüero y Tamia Carolina Portugal, es una investigación que muestra lo complejo que es abordar en las escuelas peruanas la violencia vivida durante las décadas de 1980 y 2000 en el Perú. Esta investigación, realizada en colegios públicos de Lima y Ayacucho, encontró que este tema no se trata o se aborda supercialmente en las aulas. El temor que sienten los profesores a ser estigmatizados, cómo se omite en la práctica el tema de las currículas escolares, la falta de políticas educativas que respalden a los maestros y el poco apoyo del propio Minedu. PUEDE VER: Raúl Asensio: “Cada generación tiene su Túpac Amaru” - ¿La ausencia del Estado en políticas educativas ha generado que siga siendo difícil hablar del Conflicto Armado Interno (CAI) en las escuelas públicas de nuestro país? José Carlos Agüero: Hablar de un conflicto armado siempre será difícil, aún si se contara con excelentes políticas. Lamentablemente el Estado no ha ayudado a hacer la tarea más propicia. Los partidos que han dirigido el aparato estatal han sido reacios a enfrentar el pasado porque este los acusa. Esto requeriría de ellos un gran ejercicio de madurez, que han evadido. Esta evasión ha generado una intervención estatal imperfecta y superficial, que tiene entre otros, dos efectos negativos. El primero, el desprestigio de la escuela como espacio de formación. Desde hace años, todo el enorme reto de trabajar el tema del posconflicto desde la educación se ha reducido a lo más simple: incorporar contenidos en el currículo. Como en el Perú el tema es un tabú, como los colegios funcionan mal, como no importa verificar el resultado, esta actividad es en la práctica inexistente. No se enseña. Aprovechando esto, periódicamente, los grupos políticos conservadores, “muestran” en los medios de comunicación esta escuela que no cumple con los altos encargos patrióticos de “crear memoria sobre el terrorismo en las nuevas generaciones” y señalan sus “sesgos”, sus “errores” y su “ineficacia”. Al hacerlo de paso, deslegitiman las fuentes de estos “sesgos”, sobre todo el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación Nacional. Un segundo problema es que crea un vacío sobre los significados, valores e interpretaciones de este periodo de violencia y su vínculo con el presente. Manipulando el clima de inseguridad y miedo en la población, estos grupos conservadores intentar controlar los mensajes a transmitir. Así hay que leer la actual acción coordinada de la Comisión de Educación del Congreso y del Ministro de Educación: como un intento de escribir la historia y sus interpretaciones de un modo autoritario y negacionista. Desean contar una “verdadera historia del terrorismo” desestimando los aportes de la academia y de la CVR porque estos aportes no les son útiles, esa historia reflexiva no les sirve. ¿Por qué les importa tanto el pasado? No es por patriotismo. Es porque los mandatos de control hacia la libertad de expresión sobre el pasado tienen una función social muy importante en el presente: dan soporte a un sentido común sobre la política y legitiman a los grupos de poder. María Angélica Pease: hablar del Conflicto armado en el Perú, en una sociedad posconflicto que no ha saldado cuentas aun con sus memorias continúa siendo difícil para todos y todas, dentro y fuera del colegio. Hemos desarrollado una actitud evasiva y casi defensiva con esos recuerdos dolorosos, operando bajo la fantasía de que, de no mirarlos, eventualmente desaparecerán. Tenemos una generación adulta marcada por la violencia con biografías atravesadas por el Conflicto que no logra encontrar la manera de decirse la historia a sí misma, mucho menos compartirla con las generaciones más jóvenes. Ello no es casual, ha sido fomentado por la década de dictadura Fujimorista en que se optó por una visión triunfalista del pasado. La escuela no escapa a este proceso. El problema es que la escuela tiene el reto de ser una de las instituciones que construye el pasado reciente. La incapacidad de la escuela para abordar el tema es un reflejo directo de lo que ocurre con nosotros como país: no hay un rechazo tajante al mismo, no hay una negación, simplemente hacemos como si no ocurriera; elegimos ignorarlo y de poder no tratarlo elegimos no hacerlo. -¿Cómo brindar a los docentes las herramientas necesarias para que puedan hablar con sus alumnos del conflicto armado sin temor a ser estigmatizados? Francesca Uccelli: dado el contexto posconflicto que se ha descrito, el reto es grande porque necesitamos contar con adecuadas condiciones para hablar, reflexionar, analizar lo que pasó y por qué, sin mordazas, sin tabúes, sin amenazas, sin riesgos. Por eso, no es un asunto de estrategias pedagógicas solamente, ni principalmente, sino de licencia social y voluntad política para hablar de lo vivido y aprender de dicho pasado, que forma parte de nuestro presente. En ese sentido, los docentes necesitan espacios seguros para hablar, compartir y procesar lo vivido. Ya que la mayoría de ellos han sido testigos de violencia pero no han tenido oportunidad de ser escuchados ni de elaborar sus vivencias en un contexto más amplio. Peor aún, han sido y son constantemente señalados como sospechosos. El estigma del maestro-senderista pesa fuerte sobre el magisterio. Cada cierto tiempo se activan estos estereotipos fundamentalmente para invalidar cualquier tipo de protesta o reclamo de sus derechos. Por eso es fundamental que se promueva hablar del tema o, al menos, que no se imposibilite, que no se sancione (las leyes vigentes de apología del terrorismo más que prevenir discursos senderistas terminan sirviendo como mordaza para siquiera hablar del tema). El estado no solo falla en promover el recuerdo y la reflexión sobre lo vivido, sino que obstaculiza dicho proceso. Finalmente, necesitamos trabajar en la cultura política del magisterio, que aunque es hoy más diverso ideológicamente, arrastra una tradición política maniquea, autoritaria y conservadora, que necesita ser puesta en debate. Si bien, en las conversaciones con los maestros se evidencia un aprendizaje (doloroso) que reconoce que la violencia no es el camino de reivindicaciones sociales, aún queda mucho por transformar en la cultura política y pedagógica del magisterio para que puedan ser aliados y promotores de una formación de ciudadanía democrática en la escuela. María Angélica Pease: Los docentes necesitan contar con legitimidad social para poder abordar el tema. Muchos de los docentes con los que conversamos no sabían del todo si tenían o no “derecho” a abordar el tema en el aula, si tenían o no licencia para compartir sus vivencias. El conjunto de temores que rodea el tratamiento del tema nos recuerda a la época de los ochenta y noventa, se actualiza en dichos temores el temor mismo a lo vivido, el dolor por las heridas no procesadas, los propios recuerdos. Pero al mismo tiempo existe un marco legal que desalienta el que los docentes aborden el tema. Las leyes de apología y negacionismo sitúan a los y las docentes en un lugar vulnerable, los ponen en riesgo. Se tiene que revisar esos marcos legales. - ¿Qué reformas se necesitan para promover el conocimiento y reflexión en los estudiantes? Tamia Portugal: Un primer punto es que en general encontramos reclamos de los estudiantes sobre la mala calidad de la educación en sus escuelas, sobre todo en Ayacucho. Fue interesante que sus quejas mostraran una clara noción de que ellos tenían derecho a una educación de calidad, y ese derecho se estaba vulnerando. Es importante este hallazgo, pues se vincula a la cultura política que ellos están formando a partir de su vida escolar. La escuela representa una primera y muy importante experiencia con una institución del Estado, y encuentran en ella injusticias, abusos, corrupción y dejadez. Otro punto importante es que las humanidades y las Ciencias Sociales no tienen el peso que deberían, a nivel de reformas se le debería dar más importancia a esas materias, que más allá de aprender datos, sirvan para formar un pensamiento crítico. Sobre el tema en particular de conflicto armado: los estudiantes conocen sobre esos años, reflexionan y tienen conclusiones propias, pero no gracias a la escuela. Para ellos fue una época de mucho sufrimiento, que no debe volver a repetirse. Sus conocimientos provienen sobre todo de sus familias y los medios de comunicación. Ellos quieren conocer más, tienen mucha curiosidad, se requiere es que la escuela sirva para satisfacer esa curiosidad, que sirva de guía de esos conocimientos y reflexiones que ya tienen, que sus experiencias familiares se enraícen en un contexto más amplio, como parte de nuestra historia y lo que significa en el presente para nuestra ciudadanía. María Angélica Pease: En realidad, el tratamiento del Conflicto Armado Interno es una enorme oportunidad para la escuela. Al existir múltiples perspectivas en torno al tema, al existir visiones encontradas, al existir memorias en pugna o en batalla luchando por legitimidad, su abordaje en el aula podría servir para remover a una escuela docente centrada y transmisionista en la que los y las docentes son los que tienen el contenido de aprendizaje y los “pasan” a los estudiantes. Dicho tema, como muchos de historia reciente, es muy difícil de abordar con métodos de enseñanza-aprendizaje tradicionales; requiere que los estudiantes investiguen, comparen versiones, requiere que los afectos y vivencias sean tomados en cuenta en el aula. Los y las estudiantes tienen ya curiosidad por el tema. Ello es en realidad una maravilla, una insólita maravilla. Es decir, no hemos logrado –aun- matar con el silencio su curiosidad sobre el tema. Más que motivarlos a interesarse por el tema, necesitamos acoger y conducir esa curiosidad y contagiarnos de ella. -Las escuelas públicas necesitan instrumentos para abordar el tema del terrorismo. ¿Qué es lo que ha hallado sobre esta realidad? Francesca Uccelli: nuestra investigación realizada en el 2012 y 2013 en colegios públicos de Lima y Ayacucho (publicada en el 2013 en un documento de trabajo Secretos a Voces y más recientemente en un libro “Atravesar el silencio”) encontramos que el tema no se trata o se trata muy poco en la escuela, y que cuando se hace, suele abordarse superficialmente. Ya hemos explicado ampliamente que el contexto no lo permite y en las escuelas encontramos que los docentes sienten temor a ser estigmatizados, miedo a hablar del tema y que por eso se les acuse de apología del terrorismo, tienen temor a activar el recuerdo propio y el ajeno, a desbordarse o que los estudiantes lo hagan ante el horror de lo vivido, algunos señalan incluso el temor de que al hablar del tema se conduzca a los estudiantes a la violencia, dado que las condiciones de pobreza y desigualdad que entienden llevaron a Sendero Luminoso a levantarse en armas, siguen ahí. Los contenidos mismos representan un gran reto: ¿qué enseñar? Hay la sensación de que entre sus estudiantes pueden haber familiares de senderistas y/o fuerzas del orden, víctimas de sendero y de las fuerzas del orden. ¿Y entonces qué decir? ¿qué versión dar?, pues los actores del conflicto siguen activos y ejerciendo influencia. En este contexto, ¿se puede culpar a los maestros por no tratar el tema? Sin embargo, encontramos que los estudiantes quieren saber más, tienen muchas preguntas porque manejan mucha información pero que está fragmentada. Sus fuentes son principalmente las anécdotas familiares o eventos recurrentemente vistos en medios de comunicación, pero están desconectados y por tanto no terminan de tener un sentido más amplio dentro de la historia del país. Finalmente, toda esta situación revela que a pesar que la historia de la violencia reciente nos afecta a todos, tenemos una enorme dificultad para reconocernos como una sociedad posconflicto y, por eso, no la atendemos. Sin embargo, el tema está ahí, está en la escuela, en la memoria de docentes y estudiantes, pero no se habla. -Otro punto es estar al pendiente. ¿Es el Ministerio de Educación el único responsable para un adecuado tratamiento del CAI en el aula? Francesca Uccelli: El MINEDU es muy importante, pero no puede actuar solo. Necesita respaldo y voluntad política para impulsar el tratamiento del tema. Para ello, deberíamos contar con una política de memoria y convivencia que articule y de lineamientos al trabajo estatal. Esto supone un abordaje integral de temas de memoria y verdad (para conocer lo que pasó, reconocer a las víctimas y rechazar la violencia como medio de resolución de conflictos); convivencia democrática (aprender de lo vivido, donde la empatía permita reconocernos y acogernos a pesar de nuestras diferencias); pedagogía de la memoria (lineamientos y promoción del trabajo en escuela, registro, apoyo y difusión de lugares de memoria), entre otros. El análisis del conflicto armado interno debe permitir remirar nuestra sociedad, como un espejo de nuestras relaciones, de lo que fuimos capaces de hacer y tolerar. En nombre de la “justicia” o de la “paz” se cometieron atrocidades. Esto no puede esconderse debajo de la alfombra, debe ser conocido y reflexionado. El CAI en ese sentido puede ser una oportunidad para construir nuevas formas de relacionarnos y solucionar nuestros problemas. Actualmente el MINEDU, al igual que en la escuela, recibe presiones que frenan el tratamiento del tema. Sin embargo, los principales cuestionamientos tienen claras intenciones políticas, forman parte de una agenda de impunidad o de negación de crímenes de lesa humanidad. -¿Debe existir una reestructuración en los contenidos de la currícula escolar sobre la forma de contar el conflicto armado? Tamia Portugal: Una reestructuración de contenidos no es lo principal ni lo más urgente respecto a este tema. Sin duda, lo que ya se tiene es mejorable, se requiere un enfoque pedagógico, metodologías y estrategias particulares vinculadas con el tratamiento de hechos violentos recientes. Pero lo más urgente es que exista una voluntad política clara para que los docentes tengan legitimidad para poder enseñar al respecto, y tener lineamientos basados en los Derechos Humanos y la formación en una cultura de paz, que no se vean constantemente vulnerables a intereses políticos particulares, como lo pretende el fujimorismo. -¿Cómo acabar con el miedo de docentes y alumnos al hablar del conflicto armado interno en el aula? María Angélica Pease: Creo que no hay vacuna más potente contra el miedo que el nombrar, el mirar, el hacer visible. Cuando un niño tiene pesadillas en la noche y llama a su mamá por un abrazo generalmente lo primero que la madre le pregunta es qué soñó. Suena extraño hacerlo si nos detenemos a pensarlo un ratito: le estamos pidiendo que describa eso que da miedo, que lo delimite, que diga su alcance. Sabemos, intuitivamente, que una vez que el miedo sea descrito dará menos miedo. Porque ya no es infinito, inabarcable. Hay algo muy soterrado, muy embotellado en nuestro miedo al Conflicto Armado Interno el cual se refleja en la escuela. Hay sin duda amenazas externas claras ante abordad el tema, miremos lo que pasó recientemente en el LUM con la muestra que llevó al cambio de director, pensemos en las leyes de apología y negacionismo, miremos los esfuerzos por eliminar parte de la historia ocurrida. Esas amenazas tienen que ser abordadas a un nivel institucional. Pero hay también un miedo muy instalado en las mentes de los docentes –yo no diría que en las de los estudiantes, en ellos y ellas hay más bien mucha curiosidad- un miedo que no tiene fondo. Casi como que de nombrar el horror vivido este volviera a aparecer, a materializarse, a actualizarse en su vida cotidiana. Quizás la mejor manera es empezar nombrando lo vivido. Por eso en el libro sostenemos que es necesario un trabajo previo con docentes, tal como el taller que hicimos para acompañarlos a revisar sus propias memorias y generar un espacio para visibilizarlas y conectarlas con procesos históricos. Es necesario que los docentes sean pensados como sujetos que vivieron el conflicto y se pueda acoger y atender sus necesidades de revisar sus propias memorias. Al mismo tiempo ello puede llevar a encontrar la necesidad de hablar el tema en el aula. Ello al menos fue lo que observamos en los docentes que participaron en nuestro taller, una profunda reflexión que los llevaba a pensar en cómo poder luego compartir lo vivido con sus estudiantes. -¿Se necesita implementar en la currícula la ayuda de un psicólogo/a para tocar este tema? María Angélica Pease: No necesariamente, no más de lo que se lo necesita para abordar cualquier otro tema polémico y complejo en la escuela. Ahora bien, si existen casos de salud mental visibles en los docentes que han vivido muy de cerca el CAI requerirían un acompañamiento pero que tendría que ser pensado más desde el ámbito de la psicología comunitaria. -¿Qué hacer para que este panorama no se convierta en un problema en los próximos años? Tamia Portugal: Asumiendo que somos una sociedad pos conflicto, el pronóstico es que este será un problema en los próximos años, incluso en las próximas décadas. Experiencias como las de España son un buen ejemplo de cómo estos temas se mantienen vigentes por mucho tiempo y crean antagonismos y conflictos cada vez que se tocan o evocan. Lo importante es que como Estado debe haber una apuesta de compromiso con los derechos humanos y la justicia, más allá de cómo se configura el poder en cada periodo de gobierno. En el día a día, es importante también que seamos capaces de escucharnos, estar abiertos a conocer las experiencias diversas relacionadas con esos años, y reflexionar y sacar lecciones de lo vivido. Los estudiantes nos dieron un buen ejemplo de todo ello durante nuestros talleres, por más que a veces no estuvieron de acuerdo entre ellos, fueron capaces de escucharse y dialogar. -Minedu debe intervenir con nuevas propuestas curriculares que generen el debate e intercambio de experiencias del CAI en el aula, para hacer memoria o enriquecer la historia reciente. ¿Por dónde empezar? José Carlos Agüero: Lo que podría hacer el ministerio y el Estado en general es intentar tomar en serio la agenda de posconflicto, atender y valorar el Informe Final y las recomendaciones de la Comisión de la Verdad sobre el tema y por lo menos, procurar cumplir lo limitado que se ha propuesto en el actual currículo. Lo que de ninguna debería hacer es intentar imponer un proyecto autoritario de la historia para el beneficio de los que la van a usar ese discurso único para sus intereses del presente. María Angélica Pease: Se puede empezar por muchos lugares, pero un aspecto que no debería dejarse de lado es el acoger y atender las propias memorias de los docentes; es decir, facilitar un espacio, una acompañamiento, materiales y recursos que les permita a ellos y ellas visibilizar, nombrar, explicitar sus propias memorias y conectarlas con procesos históricos más amplios. Decimos que no hay reforma sin docentes pero a veces instrumentalizamos su rol y su participación. En este caso es evidente que los docentes necesitan también poder acoger sus memorias para poder luego acompañar a los estudiantes a reconstruir la memoria colectiva del CAI.