Es falso que las vacunas contra la COVID-19 “inhiben” la producción de anticuerpos

Es falso que las vacunas contra la COVID-19 “inhiben” la producción de anticuerpos

En un clip se afirma que las inyecciones impiden la producción de las células B, que son las encargadas de generar las defensas en el sistema inmunitario. Sin embargo, esto no es cierto.

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Mediante un video en Facebook, Roxana Bruno, quien se presenta como bioquímica y doctora en inmunología, sugiere que se impida la vacunación contra COVID-19 en niños y jóvenes, ya que “datos científicos” señalan supuestamente “que el antígeno vacunal, es decir, la proteína Spiga o Spike de longitud completa, afecta directamente al sistema inmunológico”.

Asegura que este componente de las inyecciones “inhibe la producción de linfocitos B y T y esto conduce a inmunodeficiencia, porque impide que produzca un repertorio diversos de anticuerpos en las células B y de receptores en las células T” y también “conlleva a posibles efectos secundarios de larga duración”.

Además, indica que existe un “gran parecido” entre la proteína Spike (S) de las vacunas y los tejidos humanos. “Es altamente probable que el sistema inmune no logre distinguirlos y por ello las respuestas inmunitarias que van dirigidos contra el antígeno de la vacuna también van dirigidos contra las proteínas humanas, que son similares”, dice.

Este clip circula desde enero de 2022 y al momento comprende más de 14.000 reproducciones en la red social. Sin embargo, presenta información falsa.

Video viral. Foto: composición / captura en Facebook.

Video viral. Foto: composición / captura en Facebook.

Las vacunas contra la COVID-19 promueven la producción de linfocitos B

Los Centros de Prevención y Control de los Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) presentan información sobre cómo reacciona nuestro organismo frente a la enfermedad de la COVID-19. El virus ingresa y ataca al cuerpo y se multiplica (infección), y, por lo tanto, el sistema inmunológico genera glóbulos blancos como:

MacrófagosTragan y digieren gérmenes y células muertas o moribundas. Dejan atrás partes de los gérmenes invasores, llamados “antígenos”. El cuerpo identifica los antígenos como peligrosos y estimula los anticuerpos para atacarlos.
Linfocitos BProducen anticuerpos que atacan las piezas del virus que dejan los macrófagos.
Linfocitos TAtacan las células infectadas del cuerpo.

“El cuerpo guarda algunos linfocitos T, llamados ‘células de memoria’, que entran en acción rápidamente si el cuerpo se encuentra con el mismo virus nuevamente. Cuando se detectan los antígenos familiares, los linfocitos B producen anticuerpos para atacarlos”, se explica.

En ese sentido, los CDC afirman que las vacunas contra la COVID-19 realizan este mismo mecanismo, pero “sin que tengamos que contraer la enfermedad”. “Los diferentes tipos de vacunas funcionan de diferentes maneras para ofrecer protección. Pero, con todos los tipos de vacunas, el cuerpo queda con un suministro de linfocitos T de ‘memoria’, así como linfocitos B que recordarán cómo combatir ese virus en el futuro”, puntualiza en su página web.

En comunicación con Verificador de La República, Erika Castillo, PhD en Ciencias Médicas, descartó que las actuales vacunas impidan la producción de los linfocitos B, que es el productor de anticuerpos. La especialista, fundadora de cienciagenerika, advierte sobre el mensaje contradictorio de Roxana Bruno: “Si fuera un inhibidor del sistema inmune que evita la producción de anticuerpos, entonces ahí nomás no estaría sucediendo todo lo que ella está describiendo luego”, puntualizó.

Agregó que las inyecciones están diseñadas para crear anticuerpos y si eso no ocurriera, se habría “evidenciado en los ensayos clínicos”, lo cual no pasó. Erika Castillo recalcó que las vacunas simulan una infección, por lo que “no va a desencadenar todo el cuadro, que se desencadenaría si es que la persona se infecta con el virus activo”.

Del mismo modo, para un artículo de diciembre de 2021, en Royal Australian College of General Practitioners, Anna Samecki, asesora médico de MedicineWise de NPS (Australia), reconoce que las vacunas funcionan “principalmente” para inducir “la producción de anticuerpos neutralizantes por parte de las células B contra la proteína de punta del SARS-CoV-2″.

Comentó también que las células T “probablemente desempeñan un papel fundamental en la eliminación del virus COVID-19 y en el control de la enfermedad”, como revelaron investigadores de la Universidad de Pekín, China.

“Esto respalda lo que ya se sabe, a saber, que las células T son una parte clave de cualquier respuesta inmunitaria inducida (vacuna) por virus. Ayudan a eliminar las células infectadas por virus y ayudan con la activación de las células B”, enfatizó.

Un estudio difundido el 9 febrero de 2022 en The Journal of Clinical Investigation realizó una investigación de la memoria inmunológica al virus hasta un año después de la infección y después de la vacunación con ARNm. Determinó que “las células B de memoria de larga duración y las células T CD4 + pueden proteger contra el desarrollo de enfermedades graves”.

El 27 de septiembre de 2021, otro informe científico alojado en Frontiers Media evidenció la presencia “de células B de memoria específicas del SARS-CoV-2 seis meses después de la vacunación” en los organismos de los 145 sujetos, que participaron luego de haber inoculados con la vacuna de Pfizer-BioNTech.

Estudio. Foto: composición / captura en Frontiers.

Estudio. Foto: composición / captura en Frontiers.

Al respecto, Roxana Bruno difunde en imagen un texto titulado “Inyecciones contra ‘K0 B1T’ podrían estar perjudicando nuestra inmunidad innata”, el cual fue publicado en el portal web “Ciencia y Salud Natural”, en el que se divulga información sobre supuestos daños que provocan las actuales vacunas.

En este contenido se cita un estudio de preimpresión, publicado en medRxiv, en el que se identificó que “la respuesta de las células inmunitarias innatas a los ligandos TLR4 y TLR7/8 fue menor después de la vacunación con BNT162b2 (Pfizer-BionNTech)”. Por ello, concluye que esta inyección “induce una reprogramación funcional compleja de las respuestas inmunitarias innatas”.

No obstante, como se evidencia, allí se refieren a los receptores tipo toll (TLRs, por sus siglas en inglés), sensores de reconocimiento “propios de la inmunidad innata”, según un artículo. En tanto, la inmunidad adquirida (que genera la vacuna, por ejemplo) es distinta, porque a diferencia de la otra es “adaptativa y específica”.

Así también, en la misma página de medRxiv se advierte que este artículo no ha sido revisado por pares, es decir, no ha sido evaluado por la comunidad científica por lo que no debe “usarse para guiar la práctica clínica”.

Estudio de preimpresión. Foto: composición / captura en web medRxiv.

Estudio de preimpresión. Foto: composición / captura en web medRxiv.

Además, dicho texto adjunto en “Ciencia y Salud Natural” consigna como autora a Jessica Rose, a quien en Verificador la hemos desmentido por afirmar que las vacunas provocan síndrome de inmunodeficiencia porque supuestamente reducen la producción de las células T CD8+. En el artículo determinamos que ocurre lo contrario.

Por otra parte, en el clip Roxana Bruno dijo que “en Europa y Estados Unidos ya se han reportado más de 58 mil muertes y 4 millones de efectos adversos por las vacunas contra COVID-19″. Estas cifras fueron obtenidas del Vaccine Adverse Event Reporting System (VAERS), del Gobierno de Estados Unidos, y Eudravigilance, operada por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA, por sus siglas en inglés), una entidad de la Unión Europea.

Sin embargo, según la información en las páginas web de estos citados sistemas, allí se reporta cualquier “reacción adversa” que se haya presentado luego de la aplicación o uso de medicamentos, tratamientos o vacunas, es decir, no necesariamente muestra una relación causal con las inyecciones. Precisamente se recopilan esos datos para evaluar si existe tal vinculación.

Al momento, solo hay reportes sobre un parecido entre los tejidos humanos y las proteínas S del SARS-CoV-2

Sobre este punto, la especialista Erika Castillo indicó que sí hay informes sobre una cierta similitud entre la región de las células humanas y la región del Spike del SARS-CoV-2, pero no del Spike empleado como antígeno en las vacunas contra la COVID-19.

Explicó que este evento puede ocurrir en las personas, pero con enfermedades autoinmunes: “El sistema inmune de esas personas, no es que nos pase a todos, está funcionando de una manera errónea. Entonces, el sistema inmune sí es cierto que confunde lo extraño con lo propio (...) Ciertos patógenos (no todos) son capaces de hacer que el cuerpo produzca anticuerpos que en realidad van a ser confundidos o van a ser muy similares a las regiones de las células propias”.

En ese sentido, indicó que “el cuerpo empieza a atacar a sus propias células, pero no es tan simple como parece” porque existe una mezcla de factores y mecanismos para que suceda este fenómeno. Agregó que este caso ha ocurrido con vacunas, medicamentos y otros tratamientos médicos, pero que no ha visto informes en el caso de las vacunas contra la COVID-19.

Incluso, la experta agregó que para estas inyecciones se emplean algunas secuencias de la proteína S, y aunque haya inyecciones que emplean el virus inactivado (como la de Sinopharm) tampoco estas podrían desencadenar una respuesta tan grande porque generan anticuerpos en regiones específicas.

Roxana Bruno al momento de mencionar este supuesto parecido muestra en imagen un texto también publicado en “Ciencia y Salud Natural”. No obstante, en la bibliografía citada no se halló ningún reporte científico que hable de un mimetismo entre la proteína S, usada en las vacunas, y los tejidos o células humanas.

Solo incorpora dos informes que titulan “Mimetismo molecular entre el SARS-CoV-2 y el sistema reproductor femenino” y “Posible reactividad cruzada antigénica entre el SARS-CoV-2 y el tejido humano con un posible vínculo con un aumento de las enfermedades autoinmunes”. Pero estos reportes se refieren a una similitud con el virus que causa la enfermedad en sí y no con las vacunas. A la fecha, tampoco hemos encontrado algún documento científico que pruebe este evento con las inyecciones.

Por otro lado, en Verificador hemos desmontado varias desinformaciones promovidas por la inmunóloga Roxana Bruno en el contexto de la pandemia. Por ejemplo, concluimos que es falso que las vacunas con adenovirus serotipo 5 aumentan el riesgo de contraer el VIH y que es falso que las vacunas provocan enfermedades neurodegenerativas.

Ella es integrante de “Epidemiólogos argentinos”, un grupo que se opone a las medidas de prevención contra el coronavirus adoptadas por el Gobierno argentino, según Chequeado. Este medio de fact-checking, junto con Maldita, también la han desmentido luego de emitir información falsa sobre las vacunas, las pruebas PCR y la COVID-19.

Conclusión

De acuerdo a especialistas, entidades y estudios científicos, las vacunas contra la COVID-19 favorecen la producción de linfocitos B, las células del sistema inmunitario que generan anticuerpos. Por ello, calificamos como falsa la información emitida en el video.

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