La mascarilla ha sido protagonista de bulos que la señalan por ser la supuesta causante de enfermedades respiratorias como la hipoxia, neumonía, pleuresía pulmonar e, incluso, el asma y la sinusitis.
Detrás de esa desinformación, está la idea de que estos implementos de prevención “impiden la salida del dióxido de carbono”. “Tu propio dióxido de carbono te está envenenando los pulmones”, advierte una publicación que ha sido compartida más de 3.900 veces en Facebook.
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Estas afirmaciones son falsas, ya que el principal objetivo de la mascarilla es impedir la propagación de partículas y gotículas, no de gases como el dióxido de carbono.
La Fundación Mayo para la Educación e Investigación Médica explica que el fin de de los cubrebocas es prevenir la transmisión de la COVID-19 al limitar la propagación de “gotitas, salpicaduras y aspersiones que pueden contener microbios". Agrega que "las mascarillas quirúrgicas también filtran las partículas grandes en el aire”.
Al respecto, la experta en epidemiología y salud pública, María Calle, indica al medio español Maldita que estos implementos están diseñados para retener partículas. “Funciona filtrando partículas, no gases”, afirma. “Los tejidos utilizados dejan pasar el gas y el oxígeno es un gas. Respiramos oxígeno mezclado con nitrógeno y espiramos CO2 que también es un gas”, agrega.
En una nota anterior de Verificador, explicamos que son tres las principales capas de las mascarillas: la parte externa es impermeable, la intermedia posee un filtro antibacteriano y la capa interna sirve para absorber la humedad.
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Asimismo, la OMS especifica en un informe del 5 de junio que la capacidad de filtrar las partículas varía según el tipo que se usa. “En tanto que las mascarillas médicas filtran gotículas de tres micrómetros de diámetro; las filtrantes (como la N95) tienen que filtrar partículas sólidas de 0,075 micrómetros, lo que es más difícil”.
A pesar de ello, los especialistas aseguran que tanto el dióxido de carbono, el oxígeno y el nitrógeno, principales gases involucrados en la respiración, son lo suficientemente pequeños para atravesar las barreras de las mascarillas.
“El oxígeno es una molécula demasiado pequeña y definitivamente el cubrebocas no va a impedir su paso. Puede haber algunas molestias, pero solo eso”, sostiene el infectólogo del Hospital Cayetano Heredia, Carlos Medina, en una nota anterior de Verificador.
Con esa aseveración, coincide el neumólogo Heber Cuenca, quien indica a este medio que “el oxígeno atraviesa el material de la mascarilla y así el aire entra y sale sin ningún problema”. Además, agrega que no existe una retención de dióxido de carbono en ningún, ni en las N95, ni en las quirúrgicas y mucho menos en las de tela.
Asimismo, la OMS resalta que las mascarillas quirúrgicas pasan por un análisis en el que se evalúa su óptimo funcionamiento. “Su desempeño se pone a prueba mediante un conjunto normalizado de métodos con miras a comprobar el equilibrio entre una gran capacidad de filtración, la ‘respirabilidad’ adecuada y, a veces, la resistencia a la penetración por líquidos corporales”.
Finalmente, los expertos en medicina señalan que el uso de cubrebocas no es algo nuevo en determinados sectores laborales como la medicina. El médico infectólogo Augusto Tarazona resalta en una nota de Verificador que “en los hospitales se usan desde hace años y en periodos entre cuatro hasta 12 horas”.
Por su parte, la epidemióloga María Calle menciona al medio de verificación Maldita que si existiera esta supuesta afectación, "los cirujanos que intervienen durante varias horas, estarían muertos y no solo cansados”.
Asimismo, su colega, el epidemiólogo Abrar Chughtai, enfatiza que estas afirmaciones no poseen un fundamento sólido. “No existen estudios sobre mascarillas que respalden lo que dice el mensaje”, declara a Maldita.
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La Organización Mundial de la Salud informa en el documento 'Recomendaciones sobre el uso de mascarillas en el contexto de la COVID-19′ los riesgos y beneficios que conlleva el uso de este implemento como una medida de prevención.
Explica que uno de las principales ventajas consiste en la posible disminución del riesgo de exposición a personas infectadas antes de que estas presenten síntomas; mientras que, entre las desventajas, destaca el posible aumento de la contaminación de la mascarilla debido a una inadecuada manipulación y una falsa sensación de seguridad que puede generar el descuido de otras medidas de prevención como el lavado de manos.
Por último, la entidad internacional recuerda que la correcta manera de usarla es al cubrir la boca, la nariz y la barbilla. Además, subraya que es importante evitar tocar la mascarilla y el rostro.
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Las mascarillas retienen partículas como las gotas que se expulsan al toser, estornudar o hablar y no gases como el dióxido de carbono o el oxígeno. Además, los cubrebocas son diseñados para filtrar partículas, resistir la penetración de líquidos y también permitir una adecuada ‘respirabilidad’. Esas características son evaluadas a través de métodos que lo certifiquen. Por ello, es falso que las mascarillas retienen el dióxido de carbono y dañan los pulmones.
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