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Sociedad

Benavides: Veo al fujimorismo como una organización delincuencial y Castillo no me gusta nada

Jorge Eduardo Benavides. Escritor peruano opina de la obra literaria de Mario Vargas Llosa así como sobre sus giros políticos.

Arequipa. Benavides es un escritor peruano radicado en España que más conoce de la obra de Mario Vargas Llosa. En las actividades del Gobierno Regional de Arequipa (GRA) por el cumpleaños del nobel de literatura dictó un taller para jóvenes escritores y sostuvo una conversación con Vargas Llosa desde España. En esta entrevista, el autor De los años inútiles no solo opina de la obra literaria del escritor sino también sobre sus giros políticos.

Para algunos analistas Vargas Llosa escribió tres novelas sensacionales y lo demás no sirve.

La obra de Vargas Llosa, evidentemente, tiene novelas más poderosas que otras. Es absolutamente inevitable. Pero a muchos les gustaría firmar su novela más frágil. En la más tibia de las historias siempre hay complejidad muchísima mayor de la que parece.

¿Podrías poner algún ejemplo?

En El hablador, uno podría leer simplemente la historia de Saúl Zuratas, que se vuelve un obsesionado por la tribu de los machiguengas (en la selva peruana), pero lo que nos está contando es la historia de un hombre con una crisis de identidad sin lugar en el mundo. Es un joven que tiene una marca que lo condena a la soledad porque ninguna muchacha se va a fijar en él. ¿Y dónde es el único sitio que lo aceptan?: los machiguengas, una comunidad que representa a los desheredados.

Ese personaje, se asemeja a uno que también había en La casa verde.

Sí, hay personajes que son constantes en su obra. Lituma en los Andes es una novela que es una traslación de una novela griega a los andes. No olvidemos que (En Lituma...) los personajes son Adriana y Dionisio. Adriana fue rescatada de un pishtaco por un domador de caballos de Morochuco que se llama Timoteo. En la mitología griega, Ariadna es raptada por el minotauro y la rescata Teseo como Timoteo. Y luego se va con las bacantes (mujeres griegas) de Dioniso (dios Baco). Estamos viendo la traslación de la mitología. Siempre hay más profundidad en la obra de Vargas Llosa de lo que una simple lectura nos hace ver.

Cuando Vargas Llosa gana el Premio Nobel, el Perú lo celebró como un triunfo suyo. Fue una reconciliación. Sin embargo, en las campañas políticas Mario toma posiciones controvertidas. Había arequipeños que, por su endose a Keiko, querían cambiarle de nombre a la biblioteca que lleva su nombre.

Es muy difícil disociar al escritor del intelectual. Es como quitar el agua de la leche. Su evolución como narrador también es su evolución ideológica. Es decir, sus novelas se corresponden con lo que él va pensando del mundo. Unos están a favor y otros en contra pero inobjetablemente lo que yo admiro es que no se ha traicionado, equivocadamente o no, para quedar bien. Hay muchos escritores que se inhiben de dar opiniones políticas porque dicen: es que voy a perder lectores. Eso no le ha pasado a Vargas Llosa, es algo valioso y el tiempo lo pondrá en su sitio. Nunca ha querido ser embajador ni tener cargo. Si él está con un político, ahí no hay dinero. A Vargas Llosa qué tipo de fama le faltaría conseguir, qué tipo de reconocimiento, como para que hipoteque su imagen.

Pero fue un error su endose a Keiko porque él fue el que luchó contra (el fujimorismo) y luego se embarcó con esa causa.

Vargas Llosa ha sido muy recalcitrante a la hora de defender sus ideas. En el Perú hay una polarización cada vez mayor y tenemos gente que representa menos. Castillo ganó con 19% y Keiko al 13%. No representan a nadie en realidad. A mí particularmente, el fujimorismo me parece una organización delincuencial con representación parlamentaria y Castillo no me gusta absolutamente nada, no solo porque no lo veo preparado, sino porque yo estoy en contra de los populismos. Nuestro país necesita algo mejor. Necesita un buen equipo de gobierno, gente que quiera sacar adelante al país y no con ideas trasnochadas.

No había de dónde escoger.

Yo pienso que el voto en blanco, aunque salga uno (de los dos), hubiese sido necesario para decirle a ambos candidatos: votamos porque el sistema nos obliga a hacerlo, pero no nos representan y eso hubiera conseguido aglutinar a todos los partidos a hacer el contrapeso de los extremismos. (Se diría) en el Perú han renunciado a votar el 50 %, algo no funciona. Era una manera de deslegitimarlos, pero somos impacientes, queremos que las cosas salgan ya.

Ese era el camino.

En conciencia no podría haber votado ni por Castillo ni por Fujimori y además creo es válido el abstenerse a votar. Parte de la democracia es también no votar.

Había tantas críticas duras hacia Vargas Llosa que decían que era representante de la peor derecha.

Él está vinculado con el Partido Popular (PP) que es un partido de derecha conservador, no es de extrema derecha. La derecha en Europa es un poco distinta a la nuestra. Son derechas más sosegadas, no la extrema derecha por supuesto. El PP no es un partido xenófobo, ultranacionalista (...) Vargas Llosa está con ellos porque son más liberales, son más de su corriente que el PSOE (Partido Socialista). El APRA vendría a ser la versión Neandertal del PSOE, que ahora está en manos de Pedro Sánchez que se ha vinculado ahora a la extrema izquierda.

Crees que es una exageración decir: “Mario está envejeciendo mal”.

Mario está envejeciendo como todo el mundo y como pocos, con lucidez. Nosotros pensamos que la gente inteligente es aquella que piensa como nosotros porque no estamos acostumbrados a admitir otras ideas (...) Nos es más cómodo decir, qué inteligente es, hemos coincidido en todo. Con Vargas Llosa se puede discutir, es un buen polemista, argumenta lo que dice y no siempre se tiene que estar de acuerdo con él. Es importante aprender que la democracia no es solo lo que nos gusta, sino es también aceptar al otro y defenderlo. Si nosotros no nos defendemos, aparecen los populismos. El populismo es el hermano tanático de la democracia, su visión mala. Por eso es importante tener a gente como Vargas LLosa, alguien que piense distinto, que incluso pueda incomodar, es un acicate, sino somos ovejas. Cuando nos convertimos en hombre cabra, en tiempos de confusión y de caos, el hombre cabra prefiere seguir al líder, por eso el hombre cabra no tiene líderes sino cabrones. Eso es lo que nosotros tenemos que evitar.

En tu novela Los años inútiles se percibe un gran escepticismo, ambientadas en el tiempo de García, el fujimorismo, el populismo. ¿Crees que nos estamos acercando a ese clima, a esa aura de pesimismo?

Creo que, por la ausencia de Estado, estamos perdiendo la oportunidad de estos años de bonanza económica generada por los ciudadanos, por iniciativas más privadas que públicas. Hemos asistido a una década en que las generaciones jóvenes no conocieron lo que vivimos. Yo recuerdo, en los ochenta, el parque automotor más exhausto que había en América Latina. Los autobuses eran una cosa de caerse de espaldas. Mejoramos mucho, pero corremos el riesgo que como no se invierte, en educación, en fortalecer las instituciones, todo eso se pierda.

Hay una fragilidad institucional

Yo creo que nuestra clase política demostró ampliamente ser completamente incapaz y corrupta, con sus debidas excepciones. Pero, no tenemos una clase política que nos dirija, que nos inspire. Los ciudadanos hemos salido casi siempre en contra del Estado.

¿Y desde España cómo se mira el Perú?

Tenemos un valor cívico muy mal canalizado. Somo un país que ha llevado a la cárcel a muchos presidentes. Hubo manifestaciones populares por las vacancias. La gente se involucra bastante. Lo que pasa es que si eso no se canaliza, no sirve. En España siempre han visto eso como muy admirado, de la aguerrida que ha sido la repuesta popular en determinadas circunstancias. Pero miran con mucha suspicacia a Castillo -salvo los partidos de extrema izquierda-, que no parece ser un gobierno que tenga las de ganar, de hacer una buena política. Me recuerda un poco cuando entró Fujimori al poder. Fujimori no quería ser presidente, él estaba en la lista de senadores. Yo trabajaba en la radio, en Antena 1, y fue el único partido Cambio 90, que no mandó su plan de gobierno, porque no lo tenía. Castillo ha llegado ahí ya sabemos más o menos cómo. Hay una pugna en el poder, en el que el interés menor es el Perú.

En estos tiempos, de formato audiovisual, en que la gente piensa menos, tú como narrador cómo logras que la gente pueda comerse 300 páginas

En realidad, yo no busco muchos lectores porque eso es imposible. No se trata tanto de lo que vendas sino de tus lectores. Un buen amigo escritor, que murió hace poco, Javier Reverte. Me decía, un escritor tiene sus lectores. Pueden ser diez, mil o cien mil, son aquellos que gustan de lo que escribe. Esos lectores incluso te aceptan las malas novelas, lo que no aceptan es que te metas a escribir cosas que defrauden, lo que tú eres como escritor. Los lectores nos damos cuenta, como en el cine, cuando un buen cineasta ha hecho una película por una cuestión económica, independientemente de que tiene todo el derecho del mundo, su seguidor también puede decir: ya no me interesa. Yo no busco captar lectores escribiendo, yo escribo una novela, le gusta a mi editor, cree que vale y queda allí para el lector que quiera encontrarla. Evidentemente, hay ahí un proceso de marketing, yo quiero vender mis libros, pero no al punto de sacrificar lo que yo escribo. Más que venta, lo que uno busca es el encuentro del libro con el lector.

En sí, cuál crees que es el futuro de la literatura en este mundo en que la gente anda muy distraída

Yo creo que el futuro de la literatura va a seguir siendo el mismo. Cada cierto tiempo se habla de que ha muerto la novela y la novela sigue funcionando. Hay que tener en cuenta que los lectores hemos sido siempre un grupo extremadamente pequeño por circunstancias económicas o por mero interés. Hay mucha gente que tiene mucho dinero y no lo va a gastar en un libro, porque dice que es caro, pero los cuatro whiskys que ha tomado el sábado no. Son cuestiones de prioridades, no se lo voy a achacar (a nadie), pero es sangrante que no haya eso, que la gente no vaya a ver una exposición fotográfica. Ahora todas esas cosas cuestan muy poquito. Las bibliotecas están ahí. Va a seguir siendo una actividad mínima, insignificante, esto no es el fútbol. No es que sea elitista (la literatura) porque no hay nada más amplio y democrático que el arte.

Vas y vienes, estás entre España y Perú

Vivo en España, vengo de vez en cuando, procuro estar una vez cada dos años aquí y venir a Arequipa a ver a mi familia que todavía tengo.

Yo vivo más en España de lo que viví en el Perú, pero como ves, no hablo con acento español, puedo usar los modismos, sigo teniendo mi vinculación, mis querencias y mis cabreos (enfados) en el Perú. Salvo esta vez que ha sido maravilloso, no quiero ver fútbol peruano, lo miro así como de reojo. El Perú es una cosa, para mí, a lo que renuncias cada media hora, pero vuelves. Yo sigo siendo peruano. El hecho de que también sea español me ha hecho ganar otro país, yo me siento absolutamente español como me siento peruano, porque es la sociedad que me abrió las puertas, donde están mis amigos, donde tributo, donde está mi mujer, mi trabajo, todo. Es el mismo idioma, la misma cultura, un poco más lejos.

El vínculo del Perú con los escritores no necesariamente es una relación de querencia, porque el escritor también tiene un punto de vista crítico, porque dice: cuándo va a cambiar esto. En ese sentido, cuál es tu visión

Sigue cabreándome mucho lo que pasa, el Perú sigue siempre en su hora cero. Es como cuando hablan del fútbol y cuando fracasamos dicen: hay que volver a los semilleros. Eso lo vengo escuchando desde que Pocho Rospigliosi era joven. Cuando llegabas al Perú y le preguntabas al taxista que tal maestro, mal, fatal, la crisis, te decían. Hubo una época y fíjate en que el ser humano es muy poco proclive decir que le va bien, en que decían: bueno un poco mejor, o sea, le iba fantásticamente bien. Hubo ese período y creo que lo estamos perdiendo ahora y es una lástima. Yo creo que el Perú sí puede mejorar, tiene gente trabajadora, que quiere a su país de verdad, más allá del fútbol y sus cosas. Tenemos una idea muy mala muchas veces de nosotros.

La autoestima un poco baja

Sí, y cuando tenemos orgullo, lo tenemos por tonterías sinceramente, porque a mí, la parte del paisaje me parece bonita, pero todos los países tienen paisaje, pero eso yo no lo he hecho, yo no he hecho el Misti. El orgullo es de tu sociedad, tu gente que trabaja, que sale adelante, de los que no se corrompen, de los que son vulnerables económicamente y no lo hacen, de los solidarios. Eso nos debería dar orgullo.

Editor regional del diario La República, edición sur. Licenciado en Periodismo de la Universidad Católica de Santa María de Arequipa. Trabaja para La República desde el 2003. Ha publicado libros sobre perfiles políticos regionales y literatura.