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Cultural

Juan Ossio Acuña: “No hay presidente del Perú que no haya tenido una dosis de religiosidad”

Entrevista al antropólogo e historiador, exministro de Cultura, acaba de publicar La monarquía divina de los incas (Ed. Universidad La Molina), un estudio en el que analiza la estructura de poder en los antiguos gobernantes del Perú.

Sumergido en tiempos prehispánicos, el antropólogo Juan Ossio ha desandado huacas, panacas y reyes del Tahuantinsuyo. En su estudio afirma que el monarca inca, para sus súbditos, no era tan solo un hombre, sino un dios.

El científico social hace una comparación con la cultura egipcia, en donde el faraón también era una deidad. Sostiene que no ocurría así con los reyes mayas y aztecas, quienes, por más poder que tenían, no superaban la modestia de ser solo hombres.

Juan Ossio, en diálogo telefónico, también desliza opiniones sobre nuestros gobernantes que están en un reino donde campea la informalidad y la corrupción.

Habla de monarquía divina de los incas. ¿Recusa a María Rostworowski, quien decía que no es un imperio sino un Estado inca?

No estoy de acuerdo con la doctora Rostworowski. Es que piensa que pudo haber existido una unidad, que los incas alcanzaron un dominio que se constituyó en el Tahuantinsuyo. Yo sostengo un punto de vista contrario, yo afirmo que ellos desarrollaron una monarquía divina. Tenían un soberano, que gobernaba en nombre de los dioses y estaba protegido por ellos. Este personaje tiene la capacidad de conducir sus ejércitos y su pueblo.

Según usted, John Murra desetiquetó eso de “socialista”, “comunista” de los incas. ¿El trabajo comunal de los incas no se puede asociar a una vida socialista?

Hay afinidad a un sistema socialista sin lugar a dudas, pero lo que critica John Murra es que un sistema socialista supone la ausencia de propiedades y en el caso de los incas hubo propiedad. La nobleza tenía sus chacras y ganados.

No era todo como lo pinta el Inca Garcilaso, que todo era mancomunado y que los únicos propietarios eran los sacerdotes y el inca. Sí hubo propiedad privada e incluso hubo gente que estaba al servicio de otra persona, como los yanaconas, que no eran tratados como esclavos.

Servían a la nobleza y sentían que era un privilegio. Ser yanacón era un honor.

En su libro, para entender la divinidad de los incas, compara a los reyes de Mesopotamia con los reyes egipcios. Señala que los faraones era dioses mientras que los reyes de Mesopotamia solo eran hombres.

Efectivamente. Eso es lo que más me interesó de un libro de Henri Frankfort, que habla de los dioses y monarquías. ¿Cuál es la diferencia de esas monarquías? En el caso del faraón, lo ponían a la misma altura de los dioses.

Cuando representaban a un faraón, lo hacía del mismo tamaño de los dioses. Le hacía oraciones como si fuera una divinidad. En cambio, el rey de Mesopotamia estaba más en el mundo terrenal, de los hombres; tanto así que, cuando iba a ocurrir algún conflicto o calamidad, el mismo rey, junto con su pueblo, imploraba a las divinidades para que los ayude.

En el caso de los faraones, el pueblo le pedía a él que ponga fin a los males. El faraón era un dios en la tierra.

Afirma que los egipcios pensaban que la monarquía era la base de la civilización y que solo los salvajes podían vivir sin rey...

Exactamente, esa era la creencia que se tenía. Una sociedad se caracterizaba por tener cierto estatus elevado cuando llegaban a tener a un personaje que gobernaba protegido por una divinidad, mientras había otros pueblos que sus líderes eran jefes tribales y nada más. El orden social se mantenía a través de las vendettas y conflictos, pero no había un personaje que tuviese control sobre el conjunto de la sociedad, como es el caso de los egipcios.

Usted afirma que Tom Zuidema desarmó esa clásica lista de los 14 incas.

Efectivamente, lo de Zuidema es revolucionario. Zuidema utiliza un sistema que existía en los incas de veneración a las divinidades. Esas divinidades se distribuían a los alrededores del Cusco, en línea recta.

Eran los ceques, que quiere decir línea recta. En total había 42 líneas rectas y en cada una de las líneas alrededor de 9 o 10 huacas. Esas huacas eran custodiadas por determinados descendientes de los incas, que eran los que conformaban las panacas. Entonces, había un total de 10 panacas y en cada una se distribuía un ceque con su divinidad.

Zuidema pensaba que si estos 10 grupos existían, para mantener funcionando este sistema de veneración, no pudieron las panacas sucederse unas tras otras, sino, como los ayllus, todas surgieron al mismo tiempo. No fueron creándose.

Los incas no creaban sus panacas. Los reyes incas eran como tótems de cada uno de los grupos sociales. Entonces, uno se pregunta quién gobernaba. Lo que se sabe es que Túpac Inca Yupanqui y Huayna Cápac eran gobernantes históricos. Los demás, empezando con Manco Cápac, eran tótems, personajes simbólicos de las panacas.

Más estaban en el orden mítico que en el orden histórico...

Eso es lo extraordinario. En el caso de los incas, hay una idea no tanto de vivir la historia, sino de modelarse a través de los mitos, por eso Cusco se construyó a imagen y semejanza del panteón de los dioses.

Los sacrificios humanos, como el de la momia Juanita, ¿eso prueba el concepto divino de los reyes incas?

Efectivamente, si comparamos con el caso de los aztecas, que hacen sacrificios humanos para evitar que el Sol se paralice y con ello evitar cataclismos. En el caso de los incas, el que tiene la capacidad de mantener el orden y evitar que ocurran los cataclismo es el mismo inca.

Los sacrificios que se hacen son más que nada para mantener la salud del inca, porque gracias a él puede sobrevivir la sociedad. Es más, los incas tenían sus waujes, una especie de muñeco que lo representaba y al que le ponían su pelo y uñas.

Muchas veces lo llevaban a donde había guerras. Es decir, el inca podía estar en varios sitios al mismo tiempo. Podía estar gobernando en el Cusco, pero sus waujes estaban en batallas.

Cuando compara a los incas con los aztecas y mayas, sostiene que en los últimos no existió pensamiento mesiánico...

No llegaron a desarrollar el mesianismo con la llegada de los europeos. Es porque la figura del monarca azteca y maya es como la figura del rey de Mesopotamia, está más a nivel de los seres humanos que a nivel de los dioses. El inca trasciende el género humano, es un dios.

El mesianismo es una semilla latente para las revoluciones...

Ese es el caso de Túpac Amaru. El decía que todos los que peleasen a su lado no iban a morir. Las balas iban a rebotar, sin hacerles daño. Ese el mismo caso de Ezequiel Ataucusi Gamonal, del movimiento de los israelitas. Era considerado como la encarnación del Inkarri, pero también decían que era la encarnación del Espíritu Santo. Era un personaje asociado con las divinidades incas y bíblicas.

Lo religioso era parte de la estructura de los gobernantes incas. ¿En estos tiempos, lo religioso ha sido desplazado y la política es el único poder de gobierno?

No. La religión está muy arraigada en nuestro pueblo; aunque nos hayamos dividido en otras religiones, como la protestante, el catolicismo es todavía una fuerza muy poderosa en el Perú.

Sí, lo religioso está en el pueblo, ¿pero está en los gobernantes?

Totalmente, el mismo Fujimori se iba al norte, a las Huaringas; hacía sus baños con los curanderos. Él creía en eso. En el caso de Alan García, guardaba una réplica de Pachacámac y decía que mientras él lo tuviese no se iba a ocurrir un terremoto porque esa era la divinidad que protegía al Perú frente a un sismo.

Como antropólogo, ¿cómo ve a nuestra clase gobernante?

Estamos siempre en un plan de buscar un líder que pueda ordenar al país. Se tantea por un lado y por otro. Todavía funciona mucho esos afectos religiosos. Es por eso que nuestra política tiende a buscar héroes míticos que solucionen los problemas del país. Yo diría que no ha habido gobernante del Perú que no haya tenido una dosis de religiosidad muy marcada.

En el caso de Manuel Merino, ¿el poder era un trofeo personal?

Ah, claro, siempre hay quienes tratan de sacar el provecho. Ese señor Merino no da muestras de religiosidad, tiene todas las de perder. Todo el que entra en política tiene que expresar de alguna manera su inclinación hacia la religión, sino se convierte en un peligro para la sociedad.

En cuanto a partidos políticos, ahora son organizaciones que tienen dueño.

Pero qué cosa es lo que vemos, que siempre se está tratando de buscar al líder. Por eso es que se ha perdido el sentido del partido político como una expresión de la democracia contemporánea, sino qué cosa es lo que tenemos... aparecen como líderes carismáticos que pueden llegar a salvar al país. Es muy marcado ese sentimiento que tenemos hacia la búsqueda de un héroe mítico que pueda ordenar al país.

Pero en el caso de José Luna Gálvez, César Acuña, ¿son líderes o empresarios metidos a políticos?

Son empresarios metidos a políticos, pero son personas que tienen conocimiento de la política y la tecnología. Pero si ellos no se ciñen a las reglas de la sociedad, que es el respeto a lo religioso, fracasarán como gobernantes. A todo aquel presidente que no tiene un sentimiento religioso marcado, le irá muy mal en la política.

El Tribunal Constitucional tiene la figura, para decirlo con sus conceptos, de un dios ordenador. ¿Se equivocó al lavarse las manos sobre la vacancia?

Allí simple y llanamente cayeron en un problema que tenemos en el país, que es la falta de respeto al orden institucional. Surge un personaje que considera que tiene la verdad y derecho de conducir el país. El Tribunal, conformado por profesionales, que conocen de derecho y reglas, pero el problema es que llegado a un punto no lo respetan. Tendemos más hacia la informalidad y la búsqueda de lo esotérico.

Pero el Tribunal dejó el problema, no lo resolvió... a eso iba mi pregunta.

No lo resolvió. Es decir, llegaron a un punto y simplemente a las circunstancias... lo dejaron pasar a ver qué cosa es lo que sucedía. Y salió un Merino...

Y ahora tenemos a Francisco Sagasti como presidente...

Sí, es un técnico, pero él ya tiene problemas con la gente de la Policía. Si él no sabe comunicarse en el lenguaje que hablan esas personas, le va a ir muy mal. El asunto es que, para poder ser un político en nuestro país, tiene que tener cierto sentimiento religioso, de lo contrario no alcanza a acceder a la población. Para mí, una de las razones por las que perdió las elecciones Vargas Llosa fue porque él se proclamaba agnóstico. Eso no se lo perdonó el pueblo.

Ante los presidentes anteriores, Sagasti tiene un perfil de intelectual, una visión de país, ¿No es una garantía?

Pero estamos viendo que, ni bien ha terminado de conformar su gabinete, ya están renunciando los ministros porque no saben llevarse bien con la gente que tienen bajo sus órdenes. El problema es que no basta con tener un conocimiento técnico, se debe conocer la idiosincrasia del pueblo, sin ello les va a ir muy mal.

¿Y Vizcarra fue víctima de un golpe?

Vizcarra tuvo suerte, fue aprovechando un conjunto de circunstancias. Cuando lo sacan a Kuczynski, asume el poder y termina en un gobierno medio caótico. Diría que tenía demasiado sentido del poder, creía que por estar encumbrado era libre de hacer un conjunto de acciones y mantenerse en el gobierno. Le ligó en algunos casos, pero terminó saliendo.

Pero quienes le quitaron el poder tampoco son honrosos...

Tampoco son tan honrosos porque nos encontramos, como decía Basadre, en un país que recién se está haciendo. La gente es informal y eso, la falta de respeto a las instituciones, lo lleva en la sangre. Y si esa falta de respeto lo desarrollan los mismos mandatarios, están dando un ejemplo pésimo.

¿Usted mira con optimismo el Bicentenario?

Lo veo como una etapa más. Esperamos que una ocasión tan importante pudiera llevar al poder a una persona calificada que pudiese establecer un sistema político más moderno que el que hemos venido viviendo. Pero yo temo que nos encontramos en la misma situación. Si todavía no se ha podido crear una cámara de diputados y de senadores, si no podemos dar una ley de partidos políticos, mientras no podamos ponernos de acuerdo, el caos va a seguir reinando.

“Sin una buena educación, es por gusto lo que se está haciendo”

La calle tiene un poder. Los jóvenes salieron a la calle. ¿No confía en los jóvenes bicentenarios?

Sí confío en los jóvenes. Yo creo que en la juventud está la esperanza del pueblo peruano, pero una juventud que reciba una buena educación. Sin una buena educación, es por gusto todo el trabajo que se está haciendo.

Para mí, el problema número uno es brindar una buena educación a los jóvenes. Porque la mayor parte de las personas que se ha encaramado en una posición política no ha tenido conocimiento suficiente, no han tenido la educación adecuada para poder desempeñar el papel que le ha tocado realizar.

Ojalá, si no vamos a estar condenados a otros doscientos años de soledad...

Ojalá que no, que las nuevas generaciones reciban una mejor educación y ya tendremos líderes de verdad.

Que le escuchen los dioses, incas o egipcios...

Que se encarne uno de esos dioses (risas), inca o faraón, en uno de esos jóvenes.

Nació en Acarí, Arequipa. Estudió Literatura Hispánica en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú). Egresado y bachiller en Literatura. Ha publicado artículos y reportajes en diarios y revistas nacionales y extranjeras. Sus textos literarios han sido incluidos en la “Antología de la Poesía Arequipeña”, de Jorge Cornejo Polar y en la muestra de poesía de Perú y Colombia “En tierras del cóndor”, de los colombianos Juan Manuel Roca y Jaidith Soto. Ha publicado el poemario Manuscrito del viento y libro de perfiles Rostros de memoria, visiones y versiones sobre escritores peruanos.