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Detección de la tuberculosis en Perú retrocedió por impacto del COVID-19

Invisible. En estos dos últimos años, se registró caída en la notificación de casos, tamizajes y acceso a tratamiento, lo cual dejó a miles sin saber que se habían contagiado. En Sudamérica, el Perú tiene la mayor tasa de esta enfermedad infecciosa. Es la segunda más mortal del mundo.

Foto: Jorge Cerdán/La República
Foto: Jorge Cerdán/La República

Casi sesenta años de vida, diez kilos menos y once pastillas al día. Era la primera vez que Felipe pisaba un hospital, aunque no podía hacerlo solo. “Me llevaban agarrado; si no, me caía. Me asusté mucho”. En plena pandemia, el obrero de construcción civil se había contagiado de una enfermedad infecciosa diferente a la que todos temían: la tuberculosis (TB). Pero algo tenía en común con el COVID-19 y era estar entre las más mortales del mundo.

En ambos males, el Perú está a la cabeza. El país es el segundo con la mayor tasa de casos de tuberculosis, solo debajo de Haití; y el primero cuando se trata del tipo multidrogo resistente en la región de las Américas. Y a pesar de ello, en estos dos últimos años, se ha reportado un descenso marcado en su detección y diagnóstico temprano.

Esto lo ha reconocido el Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades (CDC) del ministerio de Salud (Minsa), que en enero ya advertía una disminución “significativa” en la notificación de casos y, luego, los informes de marzo confirmaban que el descenso guardaba relación con la reducción de prestación de servicios de salud, debido al confinamiento, al temor de la población a contagiarse y el redireccionamiento del personal de salud hacia la atención de la pandemia.

Preocupante subregistro

Se estima que esta enfermedad, provocada por una bacteria y que suele afectar los pulmones, alcanza a 39.000 peruanos al año, aunque el 2019 se registraron casi 30.000 casos nuevos.

No obstante, esta cifra cayó aún más el 2020 hasta llegar a 21.443, como también ocurrió con los tamizajes y los contactos examinados, según los reportes del Minsa. El 2021 pasó a 23.139.

“Somos conscientes de que producto de la pandemia se redujo el acceso de personas con patologías no COVID-19. Existe la posibilidad de que haya cuadros de TB sin ser identificados en la comunidad y estén contagiando a otros. Es preocupante esa reducción”, señaló Pablo Rengifo, del CDC, en un webinar en marzo. No obstante, añadió que otra hipótesis sería que la caída —reportada también a nivel mundial— se debe a la protección derivada del confinamiento.

Esto último lo descarta el director ejecutivo de la Asociación de Personas Afectadas por Tuberculosis (Aspat), Melecio Mayta, quien ratifica que lo que existe es un retroceso en el diagnóstico y tratamiento, debido que se invisibilizó la alta prevalencia de este mal y la mayoría de los recursos se orientaron al COVID-19. “La TB no ha disminuido porque se ha controlado, sino porque se dejó de detectar. Se cerraron hospitales y servicios”.

Eso ocurrió con el primer nivel de atención, adonde los pacientes deben acudir a diario por 6 meses si es TB sensible y hasta 24 si se trata de la multidrogo resistente para recibir sus medicamentos gratuitos. “Ante el cierre, muchos no siguieron su tratamiento por varios días hasta que se trabajó un decreto con el Minsa para que funcionaran los servicios esenciales. Pese a eso, las restricciones de salida a las calles complicaron que vayan”.

Ahora que se han reabierto los establecimientos, sostiene, se detectan casos que están muy avanzados y pacientes con secuelas. “Tienen los pulmones deteriorados. No solo se necesita medicinas, sino cirugías”.

Además, aún reportan barreras para acceder a pruebas rápidas de detección, el seguimiento y examen de los contactos de pacientes, los tratamientos que deben iniciarse a las 24 horas del diagnóstico y terapia preventiva en niños. También se ha recortado el presupuesto.

En su caso, Felipe, obrero de 59 años, contó con pastillas durante siete meses el 2021 y este año, en Ventanilla. Primero eran once diarias, luego seis. También tuvo apoyo nutricional gratuito. Pero perdió su trabajo.

Primeros en Sudamérica

Según la OMS, el diagnóstico de casos nuevos en la región se redujo entre un 15% y 20% el 2020 respecto del año anterior por la pandemia, lo que hace peligrar el progreso hacia el fin de la TB.

El Perú, que aún no logra controlar la transmisión en la comunidad, ocupó el sétimo lugar en las Américas y el primero en Sudamérica con la mayor variación de notificaciones entre ambos años (ver infografía).

César Ugarte, médico epidemiólogo especialista en TB, dice que sí hubo un retroceso en la detección por la pandemia en el Perú y el mundo, el cual podría ser de 5 a 20 años. Esta situación, precisa, se viene normalizando desde mediados del 2021.

“Ahora hay un número mayor de casos detectados. La cantidad de resultados positivos es muy alta. Creemos que los pacientes han estado con síntomas y recién están comenzando a ir”.

Este impacto representa, además, un potencial riesgo de mayor pérdida de vidas en el futuro. “Al no ser tratados a tiempo, se complican. Un paciente con TB no puede trabajar y eso no lo afecta solo a él, sino a su familia”.

Ante ello, plantea potenciar las actividades de detección y buscar activamente los casos. Agrega que se requiere la intervención de otros sectores con apoyo monetario que acompañe la recuperación de pacientes y métodos diagnósticos en regiones. “Es una enfermedad social y reflejo de la desigualdad. La mayoría de los casos se complica cuando son vulnerables”.

Para Aspat, se pudo aprovechar los tamizajes de COVID-19 para hacer lo mismo con la TB. Si una persona presenta tos y fiebre por más de 15 días, no dude en acudir al centro de salud.

Datos

Se reporta una reducción de alrededor del 48% en el presupuesto de apertura para el programa TBC-VIH si se compara este año con el 2021.

Este diario buscó a la Dirección de Prevención y Control de TB del Minsa, pero no hubo respuesta.

Tuberculosis

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Periodista por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Reportera de la sección Sociedad y trabajó en el suplemento Domingo de La República. Integrante de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas de Distintas Latitudes. Fue becaria de Cosecha Roja y del Laboratorio de Periodismo Situado. Colaboradora de la revista Anfibia, de Argentina. Coautora de los libros de crónicas Rosario, ciudad Anfibia y Generación B: Jóvenes de la Esperanza. Participó en una pasantía en la Universidad Católica de Milán, en Italia, y en el intercambio periodístico EQDA, en Suiza. Ha ganado concursos nacionales de periodismo. Busca explorar y aprender más sobre educación, salud, violencias, innovación, comunidades originarias y derechos humanos.