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Sociedad

Comunidades nativas en grave riesgo por antivacunas y grupos religiosos

Baja tasa de vacunación. En la población amazónica, tan solo el 34% tiene las dos dosis, a diferencia de las zonas urbanas. Médicos y promotores del Minsa dicen que familias indígenas, en Loreto y Puno, son desinformadas por pastores e israelitas que rechazan vacunas.

Crece el riesgo por COVID-19 en las comunidades nativas a causa de los grupos antivacunas. Foto: Andina
Crece el riesgo por COVID-19 en las comunidades nativas a causa de los grupos antivacunas. Foto: Andina

Las mentiras y las desinformaciones que propalan los grupos antivacunas y las sectas religiosas, además de las barreras geográficas y culturales, han ocasionado que las comunidades nativas se encuentren en un grave riesgo. Hasta el momento, la tasa de vacunación contra la COVID-19 es muy baja, en comparación con lo que se ha avanzado en las zonas urbanas del país. Es una diferencia que cuesta vidas.

Por ejemplo, mientras que a nivel nacional el 83% de la población de 12 años a más cuenta con sus dos dosis, en la población amazónica, esta cifra cae significativamente al 34%, según reconoce el director ejecutivo de Poblaciones Indígenas u Originarias del Minsa, Julio Mendigure.

Actualmente, agrega, las 309.686 personas que pertenecen a distintas comunidades nativas, como los shipibos-konibo, awajún shawi, están distribuidas en 11 regiones, dentro de las cuales la que más población indígena concentra es Loreto.

Promotores de mentiras

En esta región trabaja el infectólogo Juan Celis. Él explica que existe una parte de la población que rechaza la vacuna por la desinformación que recibe y también por grupos religiosos que generan temores. “Las fake news llegan primero y hay comunidades a donde no se puede entrar”.

Mendigure añade que en distintos pueblos indígenas “son los pastores religiosos que, por razones de fe y creencias, son contrarios a la vacunación”.

Con quienes “ha sido bastante difícil entablar un diálogo son los hermanos israelitas del Nuevo Pacto Universal”, dice. Estos suelen ubicarse en la frontera con Brasil y Colombia. Pero no son los únicos, pues también se han hallado grupos evangélicos en distintas regiones, aunque con ellos se ha podido avanzar.

“Dicen que la vacuna representa el castigo divino, la plaga del fin del mundo, la marca de la bestia, el sello 666. Ese es el mensaje. Cuando es religioso es mucho más fuerte porque está asociado con convicciones de carácter espiritual”, sostiene.

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El discurso también afirma que las vacunas están en una fase experimental. Algo que ya ha sido desmentido. Pese a ello, en el Perú, incluso, algunos profesionales de la salud desinforman así. En diciembre pasado, en plena plaza de Pangoa, ubicada en la selva de Junín, se presentó el médico antivacuna y excongresista Posemoscrowte Chagua Payano para realizar una exposición en contra del fármaco.

“Nos están haciendo daño. Están matando a la población. Ninguna vacuna tiene más de 50.000 muertes, como la tiene este año la vacuna de la COVID-19. Ya deberían parar la vacunación, pero no, el objetivo es reducir a la población, hermanos, el objetivo es matarte”, gritó acompañado de algunos seguidores.

Los grupos antivacunas están ubicados también en las zonas andinas, detalla Juan Carlos Mendoza, jefe de la Dirección Regional de Salud (Diresa) de Puno. “No permiten intervención quirúrgica, ni aplicar un inyectable o una vacuna”.

Lo cultural y geográfico

Otro motivo por el que no se avanza la vacunación en las comunidades nativas es la brecha cultural. Celis dice que existe una falta de estrategia intercultural.

Agrega que se requiere de una labor que involucre a antropólogos y profesores bilingües. En esa línea, Juan Carlos Mendoza, jefe de la Diresa de Puno, señala que el punto de la interculturalidad es uno que complica bastante la vacunación en las poblaciones quechuas y aimaras.

Llegar a todas las zonas periféricas, resalta Celis, requiere de un presupuesto especial para las vacunas, el cual no hay. Los viajes largos que se deben realizar, también la cadena de frío necesaria para las dosis; así como el contratar a personal, entre otros detalles, involucran más dinero.

Durante su presentación ante la Comisión de Salud del Congreso, el titular del Minsa, Hernán Condori, indicó que “en cuanto al tema de nuestro Perú profundo” se fortalecerán los equipos de profesionales. A ellos se les motivaría a través de un incremento en su remuneración.

Mendigure, en tanto, comenta que se trabaja con los líderes religiosos para que también a través de ellos se pueda informar a las comunidades sobre la importancia de la vacuna.

Respecto a las barreras culturales, la respuesta es la difusión de información científica en 32 lenguas originarias, que responda preguntas y dudas en torno a la vacuna, sostiene Mendigure. Para que puedan llegar a esa población se han repartido megáfonos y se han contratado radios locales que tienen gran alcance. Además, trabajan en la participación de los gestores interculturales, pues su rol es clave.

Sobre las dificultades geográficas, Mendigure dice que se coordina con programas del Estado para alcanzar las zonas remotas por medio de aviones, helicópteros y barcos.

”La medida no es populista”

Ayer, al ser consultado por su polémica propuesta de ampliar al 100% el aforo de las actividades económicas, el ministro Condori respondió que no es populista porque cada 15 días el comité de expertos del Minsa se reúne para evaluar la curva de la COVID-19. “En la primera ola fallecieron 89.000 personas; en la segunda, 113.000 y en la tercera, solo 8.000. Es momento de abrir la economía”, dijo. El premier Aníbal Torres respalda esta posición. Hoy se tiene previsto que se debata en el Consejo de Ministros.

El Colegio Médico y varios exministros se han mostrado en contra de liberar las restricciones.

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Comunicadora y periodista con interés en temas de salud, poblaciones vulnerables, género, así como educación.