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Sociedad

Perú se acerca a los 200.000 fallecimientos por coronavirus con el 50% de camas UCI libres

Dos picos altos de la pandemia de la COVID-10 dejaron en colapso las UCI. El ascenso de la vacunación de la población objetivo ha prevenido más casos y muertes ante una eventual tercera ola de la cual aún no hay evidencias.

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Más de 2 100 000 personas han superado la COVID-19 en Perú. Foto: composición de Jazmin Ceras/LR

Cuando la pandemia del coronavirus llegó al Perú y se confirmó el primer paciente cero el 6 marzo del 2020, el sector Salud contaba con 820 camas en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) disponibles (el 90% ocupadas con pacientes no COVID) y 700 médicos intensivistas. Según reveló Jesús Valverde, expresidente de la Sociedad Peruana de Medicina Intensiva, no había información sobre cómo realizar el tratamiento. La precariedad de nuestro sistema de salud y la prevención era escasa; además, mientras que países de la región como Chile y Colombia compraban a inicios de año ventiladores mecánicos y abastecían a su recurso humano, el Perú no había tomado políticas de prevención y esperó todo a último momento.

El 15 de marzo, el expresidente Martín Vizcarra declaró en estado de emergencia nacional y envió a la población a una cuarentena que se ampliaba cada 15 días. En ese momento, los casos positivos no pasaban de los 300 diarios y las muertes oscilaban entre 50 y 100. En tanto, los hospitales tuvieron que implementar espacios de camas UCI en otras áreas para atender a los pacientes con COVID-19. De acuerdo a Valverde, cada nosocomio destinó una UCI de seis camas, las cuales iban creciendo conforme pasaban los días: 8, 12, 20, y así sucesivamente.

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A partir del mes de abril, cuando los casos se dispararon, los médicos intensivitas crearon un proceso de selección para UCI: elegir personas jóvenes que llevaban poco tiempo con la COVID-19 en emergencias y que no tenían ninguna enfermedad previa. No había donde colocar a los pacientes, UCI estaba colapsada y hospitalización igual.

“Los pacientes llegaban de 20 a 30 por turno y todo colapsó. Incluso, habían entre 50 y 80 solicitudes de ingreso para UCI, pero solo uno o dos entraban o a veces ninguno. Tuvimos que sincerar todos los problemas en la salud pública y que también involucraba a los cuidados intensivos. Se pensó que la COVID-19 iba a ser igual que la influenza, pero la información que llegaba era catastrófica, no era comparable. El Minsa había presentado proyecciones de tres escenarios: baja, mediana o alta probabilidad. Para el de baja habían indicado 5.000 fallecidos y 3.000 pacientes de necesidad para cama UCI, 10.000 fallecidos en la mediana y 25.000 fallecidos en la alta. Para nosotros la probabilidad baja ya era un desastre”, comentó Valverde.

“Eran pacientes graves que, en su mayoría, más del 60% requerían UCI. La verdad decidir quién sí (vive) y quién no fue bastante doloroso, triste. La intención era ser lo más claros posible porque, si decidíamos mal, el paciente que ingresaba se te moría, pero detrás de ese paciente que se iba a morir también habían otros que iban a tener mejor posibilidad del que había ingresado”, agregó.

Cuando se pasó el millón de casos y los 100.000 muertos

Aunque muchos ya olvidaron los días más álgidos de la pandemia, la fecha con más casos positivos durante la primera ola fue el 25 de agosto del 2020, cuando el Minsa reportó 11.167, lo que daba un total de 646.952 infectados. Mientras que el día con más muertes por COVID-19 fue 1 de agosto con 674 fallecimientos, lo que daba un total de 57.475.

No más sufrimiento. En la segunda ola se observaron largas colas de personas buscando oxígeno medicinal. A corregir esto. Foto: John Reyes / La República

En tanto, la fecha en que se alcanzó el millón de casos confirmados en el país fue el 18 de diciembre del 2020 con 1.001.227 y el día que se pasó los 100.000 fallecidos fue el 23 de enero del 2021 con 100.264.

Durante los picos altos de la primera y segunda ola, se evidenció las carencias del sistema de salud peruano. Todas las UCI, hospitalizaciones y emergencias estaban colapsadas de pacientes. No había oxígeno y la probable llegada de las vacunas era lejana. Según Valverde, en la segunda ola tuvieron que llevarlo a una situación de sobrevivencia: si un personal de salud o una mujer embarazada llegaba al hospital con el virus, tenía la prioridad. Los demás tenían que esperar.

Con la llegada de la segunda ola, el Gobierno de Transición de Francisco Sagasti determinó otra cuarentena más el 31 de enero del 2021, la cual finalizó el 1 de marzo. Por esas fechas, el Minsa reportaba entre 3.000 y 7.000 casos positivos por día y entre 400 a 600 compatriotas morían cada 24 horas.

“El Perú se había prestado para que la situación sea de desastre. Tal como se vivió, la íbamos a pasar mal. Lo único era sobrevivir. En la noche era un colapso total, podíamos registrar 50 pacientes fallecidos”, señaló.

A evitar colapso. Pacientes con Covid-19 llegan a los hospitales en una situación grave. Por otro lado, crece la demanda de pacientes graves por otras enfermedades que necesitan atención. Foto: Antonio Melgarejo/La República

No obstante, la fecha con más casos positivos durante la segunda ola fue el 5 de abril del 2021, cuando el Minsa reportó 12.636 en las últimas 24 horas, lo que daba un total de 1 629 167 casos positivos en el Perú. Mientras que el día con más muertes por COVID-19 fue 20 de abril con 850 fallecimientos, lo que daba un total de 150.639.

Dos hermanos que se llevó la pandemia

Entre esos miles de fallecidos están Ricardo y Galo, quienes pertenecían a una familia de nueve hermanos. Ricardo tenía dos hijas y vivía en Piura, mientras que Galo era soltero y laboraba en Lima.

Ricardo Merino Guerrero (58 años) era contador. Trabajaba en la Municipalidad de Piura. La enfermedad avanzó muy rápido en él, aunque inicialmente pensó que era un simple resfrío. La tarde de un domingo de junio del 2020 estuvo descansando y sus hijas notaron que tenía la espalda morada. En la noche le empezó a faltar el oxígeno. Tenía todos los síntomas de la COVID-19 y se puso muy mal. Lo llevaron a un centro médico, le colocaron oxígeno y su saturación estaba en 70.

“Estuvo hospitalizado una semana y media y una semana en UCI. Cuando le consiguieron una cama UCI, ya tenía comprometiendo los demás órganos y finalmente falleció. No aguantó”, cuenta la sobrina de ambos.

Galo Merino Guerrero (54 años) era economista y ya no pudo regresar con su familia. Trabajaba en el Ministerio de Justicia. Iba todos los días a la oficina porque desempeñaba un alto cargo. Un jueves de febrero del 2021, después de la jornada laboral, llegó a casa, cenó y se fue a descansar. Echado en su cama, empezó a sentir dolores. Se lo comentó a su sobrina Samantha, quien le tomó la temperatura: estaba en 38°. Al día siguiente, se acercó muy temprano a una clínica, se realizó una prueba y le salió positivo para COVID-19.

Mientras su familia continuaba durmiendo, él se trasladaba al centro de salud para hospitalizarse. No avisó a nadie para que no se preocuparan. Los médicos le dijeron que en una semana lo darían de alta. La fecha ansiada se acercaba y el virus se iba propagando silenciosamente en sus pulmones. Al ver que no respondía al tratamiento, los médicos recomendaron que siga hospitalizado.

“Nos estábamos preparando para recibirlo con todas las medidas correspondientes para que termine su proceso, pero el domingo se pone mal y le vuelve a bajar la saturación. Le vuelven a poner oxígeno y se dieron cuenta que la infección seguía su curso. El lunes nos dijeron que se había complicado. Él seguía consciente, hablábamos por WhatsApp, pero allí es cuando él se asustó”, reveló Samantha.

Galo ya tenía más del 50% de los pulmones infectados cuando ingresó a UCI, donde estuvo 25 días aproximadamente. Se desesperaba y empezó a padecer un fuerte golpe anímico, detalló su familiar. Ya no tenía contacto con su familia, escuchaba música y lloraba. Un lunes, los médicos le realizaron una traqueotomía y, durante la operación, una bacteria ingresó al cuerpo de Galo. “Con eso terminó de ponerse mal y al siguiente día falleció”, indicó.

La vacunación para enfrentar una tercera ola

Valverde confesó que la vacunación contra la COVID-19 con la primera dosis de Sinopharm, Pfizer y Aztrazeneca para el personal de primera línea y adultos mayores de 70 años a más, entre febrero y marzo, fue el punto de quiebre para empezar a controlar la pandemia en las UCI. “Tuvimos un impacto y eso ha contribuido. Dado el pánico de la primera ola, los adultos mayores se cuidaron muy bien. Hubo menos casos de adulto mayor y con la vacuna se protegieron mejor”, expresó.

El médico intensivista señaló que, actualmente, el 50% (alrededor de 1.000) de las camas UCI están libres a nivel nacional y que, en Lima, las camas que atendían a pacientes COVID-19 ya no están siendo copadas por ellos, sino por pacientes no COVID-19.

Muy grave. No quedan camas UCI y falta oxígeno. Son las dos causas del aumento de decesos. Foto: difusión

A inicios de junio de este año, el Perú se convirtió en el primer país del mundo en sincerar la cifra de sus fallecidos por la COVID-19, que en ese momento sumaban 180.000, resultado que evidenció los graves problemas de reporte de casos del Minsa. Durante el Gobierno de Transición de Francisco Sagasti, la PCM convocó un grupo de trabajo, donde se encontraba Patrick Wieghardt, biólogo computacional y voluntario en Open Covid-Perú.

En declaraciones a El Peruano, el especialista destacó que la Organización Mundial de la Salud (OMS) detallara que las cifras oficiales de muertos por la pandemia eran dos a tres veces más de lo publicado por los países. Además, comentó que no hubo “una maquillada de cifras”, sino un problema de reporte y no de registro.

Actualmente, el Perú cuenta con hasta cuatro sistemas de reporte y bases de datos para el registro de personas fallecidas: Sinadef, Noti, Netlab y Sicovid-19. Cada uno de ellos con metodología distinta.

Percy Mayta-Tristán, director de Investigación de la Universidad Científica del Sur (Ucsur), resaltó el avance de la vacunación en el Perú, que hasta el 22 de octubre tiene a más de 14 millones de peruanos con dos dosis pese a que el principio hubo una campaña de desinformación por la vacuna Sinopharm.

“Perú es un país que es bueno vacunando y la mayoría se ha vacunado. No tenemos un alto rechazo a la vacuna, como en otros países. Sin embargo, parte de nuestro problema fue que empezamos tarde a vacunar. No se pudo concretar rápido a la vacunación. Teníamos 38 millones de dosis de Sinopharm, apareció el tema del Vacunagate, desinformación de un medio de comunicación y no se logró que esas millones de dosis llegaran. Incluso, alrededor dos millones de peruanos no tuvieron vacuna por la campaña de desinformación”, aseveró.

Vacunación en Perú ya alcanzo los 29 millones de ciudadanos aplicados. Foto: Antonio Melgarejo / La República

Por otro lado, el Minsa realizó dos proyecciones de casos y muertes por COVID-19 en una eventual tercera ola. Primero señaló que habrían más de 115.000 muertes y luego 63.000 peruanos fallecidos. La diferencia de muertos se debe al proceso de vacunación. Para Mayta-Tristán, aún no hay una evidencia de una tercera ola.

“No tenemos evidencia de una tercera ola. La vacunación empieza a crecer aceleradamente en el Perú y está evitando que se eleven los casos y muertes. Vemos que personas que se han infectado previamente y ya están vacunadas, los descensos de casos y muertes se mantienen y lo que tenemos que hacer es seguir vacunando”, agregó.

Después de un año y siete meses de pandemia, tenemos 2 193 089 casos, 2 171 196 dados de alta y 199.978 fallecidos. Casi 200.000 muertes hasta el 20 de octubre. El ritmo de casos y muertes se mantienen en descenso gracias a las campañas de vacunación como el Vacunatón o VacunaFest, donde se ha inoculado a más del 50% de la población objetivo (mayores de 12 años), la cual se encuentra en los jóvenes de 18 años en el ámbito nacional.