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Sociedad

El rocoto y el nobel de Medicina

La capsaicina es un compuesto que contiene nuestro emblemático rocoto. Pero también es el compuesto que ha permitido que David Julius encuentre el sensor en nuestras terminaciones nerviosas en la piel.

Columna de Eduardo Ugarte.
Columna de Eduardo Ugarte.

Eduardo Ugarte

Periodista

Ayer, según el calendario gastronómico de Arequipa, fue el Día del Rocoto relleno, que muchos habrán degustado gracias al delivery o a la memoria culinaria de algún familiar. Ayer, también se difundió que el Premio Nobel de Medicina fue para el fisiólogo David Julius y el biólogo Ardem Patapoutian. Pero, ¿qué hay en común en ambos hechos? Simplemente, la capsaicina.

La capsaicina es un compuesto que contiene nuestro emblemático rocoto, causante de ardiente picor que estimula “apetitos” y se emparenta por su “fuego” con nuestros volcanes en mítico signo de valor revolucionario. Pero también es el compuesto que ha permitido que Julius encuentre el sensor en nuestras terminaciones nerviosas en la piel que responden al calor, junto a Patapoutian que descubrió los sensores celulares de la piel y de los órganos que responden a la presión.

Ambos descubrimientos hacen entender “cómo el calor, el frío y la presión pueden generar impulsos nerviosos que nos permiten percibir el mundo a nuestro alrededor y adaptarnos a él”, según el Jurado que ha determinado el premio, abriendo una ruta hacia los mecanismos del dolor para poder mitigarlo en millones de pacientes.

No es la primera vez que la capsaicina del rocoto y otros vegetales picantes apoya a la medicina, en 2004 se habló de su capacidad analgésica en el dolor neuropático crónico, así como para evitar la gastritis, por estudio del científico arequipeño Azael Paz, y muchos otros que lo consideran antioxidante, anticancerígeno y, finalmente, que disminuye en un 10% la mortalidad en quienes lo consumen dos veces por semana por lo menos.

Aparte del Día y el Nobel, hay que acercarse al rocoto imaginando a nuestros antepasados percibiendo el mundo, adaptándose a él y quitándole el “veneno” para domesticarlo y dejarlo como patrimonio; a nuestras picanteras covirtiéndolo en llatan, disfrutarlo en su condición de condimento o “capsula” de guiso de relleno. Sin embargo, el mayor tributo que podemos darle es leyendo o escuchando como inspiración literaria el “Elogio al rocoto”, de Juan Guillermo Carpio Muñoz, que se encuentra en https://youtu.be/ec4V76MFHS0.

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