Sociedad

Esperanza, la enfermera que aplicó 552 dosis contra la COVID-19 en una vacunatón

Esperanza Hancco, natural de Puno y quechuahablante, pidió permiso para trabajar 36 horas seguidas ante la masiva llegada de ciudadanos de las zonas más alejadas de SJL.

Esperanza Hancco Calcina logró aplicar más de 1000 dosis en las tres vacunatones de Lima y Callao. Foto: difusión
Esperanza Hancco Calcina logró aplicar más de 1000 dosis en las tres vacunatones de Lima y Callao. Foto: difusión

Esperanza Hancco Calcina demostró su compromiso a su profesión, la salud y la ciudadanía. Durante la segunda Vacunatón, en una jornada de 36 horas continuas, aplicó más de 500 dosis de la vacuna contra la COVID-19.

El sábado 17 de julio, Esperanza tenía que llegar antes de las 7.00 de la mañana al centro de salud Mariátegui, en el distrito de San Juan de Lurigancho. Preparó su equipo de vacunación contra el coronavirus SARS-CoV-2 y para trasladarse al parque zonal Huiracocha.

Una vez allí, vio que gran cantidad de gente arribó a ese centro de vacunación, por lo que consultó a la coordinadora si era posible continuar y trabajar las 36 horas programadas.

Ese fin de semana, la licenciada Esperanza vacunó a 552 personas sin detenerse. Su interés por evitar que cualquiera pudiera desistir de aplicarse su dosis, debido a aglomeraciones en las colas, la llevó a solicitar autorización para cumplir esa titánica tarea.

“Ese 17 y 18 de julio llegaron de las zonas altas de San Juan de Lurigancho adultos mayores de los cerros de José Carlos Mariátegui. Hasta de Jicamarca y otras provincias del Perú, como Huancavelica, llegaron. Algunos lo hicieron entusiasmados, otros sin respeto y exigiéndonos rapidez”, declaró a Andina.

La enfermera puneña quechuahablante, que llegó a Lima el 2010 para hacer realidad un sueño, alcanzó a inmunizar a 1.164 hombres y mujeres en los tres vacunatones organizados por el Ministerio de Salud (Minsa) en Lima y Callao.

Sobre Esperanza

La licenciada Esperanza es natal de Puno, pero en el 2010 viajó a Lima para seguir una segunda especialidad en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Aprobó con excelentes notas, pero fue difícil encontrar trabajo.

Por fin, pese a los temores, consiguió una vacante en el centro de salud Mariátegui en el 2011 e ingresó. Su experiencia en Macusani y en los establecimientos de salud de Pomata o Azaroma fue su inspiración para ser la experta vacunadora de hoy.

Esperanza ha hecho de su vocación de servicio un apostolado. De 8.00 h a 20.00 h y de lunes a sábado, efectúa visitas domiciliarias a pacientes afectados por la COVID-19. También desarrolla su cronograma de inmunización a niños, niñas y adolescentes.

Ella no se desanima a pesar de las cinco horas que le toma salir de su casa en Santa Anita hasta San Juan de Lurigancho y regresar.

Para mí vacunar es cuidar, proteger, es ayudar a quienes lo necesitan, y en pandemia, significa dar tranquilidad. Soy puneña, y no hay horario ni frío que me detenga. Me siento orgullosa de ser enfermera, de ayudar a quienes lo necesitan, de haber crecido durante la pandemia. Por eso le pido a mis colegas seguir poniendo el hombro para acelerar la vacunación, y a la gente que no desespere porque hay vacunas para todos”, concluyó.

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