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Sociedad

Sembrador de agua: “Las heladas son el peor castigo que tenemos”

En una entrevista del 2014, La República conversó con Silverio Choquenaira, líder campesino de la alejada comunidad cusqueña de Pumatalla. Él, como cientos de peruanos, utilizan esta práctica ancestral. Conozca su historia.

Silverio Choquenaira, líder campesino del Cusco.
Silverio Choquenaira, líder campesino del Cusco.

Silverio: Estamos a 4.200 metros de altura, si se siente mal, me avisa, ¿ya?

Periodista: Sí, así lo haré, Silverio, gracias. Pero, ahora, déjeme decirle que usted vive en una zona vulnerable por los efectos del cambio climático, ¿lo sabe?

Sí, nosotros estamos en las partes altas. Aquí la helada y la granizada afectan a nuestra agricultura.

Es un alerta de lo que está pasando en todo el planeta...

El clima ya no es como era antes.El 100 % de la agricultura fracasó este año en mi comunidad (Pumatalla, a 5 horas al sur de la ciudad del Cusco). Las heladas llegaron cuando no deberían y en pleno crecimiento de los cultivos de la papa, la quinua. ¿Qué hacer? Nada, hay que dejarlo todo. Eso preocupa no solo a las familias del distrito de Kunturkanki, sino también a toda la provincia de Canas.

Las heladas rompen con el equilibrio, ¿no?

Sí, ¡son el peor castigo que tenemos…! Eliminan los cultivos en pleno crecimiento.

También afectan a los niños

Así es, el cambio brusco empeora todo. Los niños dejan de ir a la escuela porque están enfermos.

Eso es lo más lamentable, ¿recuerda cómo eran antes sus nevados?

Eran pintados de blanco. Tenemos un apu Laramani que siempre tenía un poncho blanco. Yo lo miraba de niño y decía: ¿Por qué está blanco? Así era todos los años. Pero estos pasaron, me hice adulto, y ya no hay una gota de nevado en nuestro apu.

Y ustedes lo sienten todos los días.

El clima cambia de repente. Las heladas venían antes entre mayo y junio, pero como ves hoy no hay nada. Ahora, cuando estamos en tiempo de lluvia, en enero y febrero, sembramos nuestros cultivos, pero aparecen las heladas y queman toda la cosecha.

Se tienen que adaptar al cambio...

Últimamente hemos dejado la agricultura por la ganadería.

¿Por qué?

La ganadería aguanta los estragos, la agricultura no. Ya no tenemos pastos naturales (ichus) y hay problemas con el agua. Por eso nosotros estamos valorando las cochas (lagunas).

Mientras los nevados se derriten…

Nosotros ya no tenemos al apu Laramani con poncho blanco. Hay menor cantidad de agua, todos los comuneros se dedican a la ganadería porque hay escasez para los pastos sembrados. Incluso, hay algunos intercambios de palabras entre comuneros y comunidades...

...¿Y se llegan a pelear por el agua?

Ahí está… Eso es...

Se pelean por el agua, ¿en serio?

De todas maneras, porque hay necesidad, pues. Hay comunidades que tienen agua y otras no.

¿Y qué siente al ver eso, Silverio?

Bastante preocupación. Tenemos que valorar a nuestros apus...

De qué manera…

Ya no sirven a la pachamama. Ya no hay ese cariño por el apu.

¿Y por qué cree eso?

La nueva generación ya no valora y aparte hay diferentes religiones que entran con sus ideas a las comunidades. Así, se pierden estas tradiciones ancestrales que tenemos.

¿Cree en Dios?

Sí, pero también en mi cosmovisión andina.

¿Hay mucha pobreza en su zona?

La mayor parte de nosotros somos pobres y ahora con el fracaso de la agricultura la gente va migrando. Los hijos se van a la ciudad.

¿Y eso es perjudicial?

Sí, se abandonan las alturas. No sé que pasará en el futuro porque se van y se quedarán los mayores en el campo. En unos años, no va haber quién trabaje en el campo. Y si no hay esto no hay ciudad porque su alimentacion viene del campo. Eso será un tremendo problema.

Cuando va a la ciudad, ¿ve que son conscientes del cambio clímático?

Poco o nada les interesa porque al final viven de lo que trabajan y solo compran; pero los que se sacrifican y los que están sufriendo todo esto somos los del campo.

¿Siente que el Estado llega a su comunidad?

No, ya que se está en el campo.

¿Cuántas horas trabaja?

No tenemos límite: desde la amanecida hasta el atardecer.

¿Hay momentos para que converse con sus cuatro hijos?

En los almuerzos y las cenas.

¿En qué momento se distrae?

No hay distracciones. A veces cuando hay fiestas, nomás, pero eso es una vez al año.

¿Le gusta el fútbol?

De todas maneras. Alguien dice que sin deporte no hay vida. Yo me juego tres partidos de media hora con los comuneros.

¿Y cómo hacen para jugar en la altura? Yo corro y me pongo verde.

Es que seguro no es deportista.

Ja, ja, ja, ¿de qué equipo es?

Del (Real) Garcilaso, aunque antes era del Cienciano.

¿Ha visitado todos los sitios atractivos del Cusco?

Sí, solo me falta Machu Picchu. Como cusqueño debo conocerlo.

No ha ido porque falta dinero...

Sí, así es, cuánto uno desearía ir a Machu Picchu...

... Pero está orgulloso de ser cusqueño...

Ah, eso sí, ¡sin duda!

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PERFIL

En mis 55 años (2014), me he dedicado a la agricultura y la ganadería. Siembro agua, es decir utilizo esa práctica ancestral para acumular agua en las alturas y combatir el cambio climático. Soy Silverio Choquenaira, padre de 4 hijos y me siento orgulloso de que dos de ellos se profesionalicen, aunque a veces tengo miedo de que la juventud abandone el campo. Es una contradicción. Yo trato de preservar mi ambiente junto con mis compañeros, no sobrepastoreando. Hace unos días participé en el Foro Mundial de Montañas.

(Lima, 1988). Estudió Periodismo en la Universidad Jaime Bausate y Meza. En sus más de 10 años como reportero ha trabajado en radio, TV y prensa. Actualmente, escribe crónicas y reportajes en el diario La República. También ha sido becario de la Red de Periodistas Latinoamericanos Cosecha Roja y es colaborador de la revista Anfibia. Ocupó el primer lugar en el Primer Concurso Nacional de Periodismo sobre Políticas Sociales (CIES-2015). Sus cuentos han sido publicados en antologías literarias. Es coautor de La banda sonora de tu vida (Autómata, 2019), de Generación B, jóvenes del Bicentenario (Artífice, 2021) y de Una carta sin Paul McCartney y otros relatos (Caja Negra, 2022).