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Sociedad

Cusco: derrumbe del puente inca y 600 años de conocimientos ancestrales

Obra inca. Este paso peatonal de soga se deterioró y rompió el martes. Autoridades y comuneros acordaron reponerlo. Esperan que madure el ichu para armar nuevas maromas y renovar las estructuras que cayeron al río Apurímac.

Belleza. Así queda el puente cada mes de junio cuando los pobladores de cuatro comunidades cambian las maromas que sostienen el último puente inca.
Belleza. Así queda el puente cada mes de junio cuando los pobladores de cuatro comunidades cambian las maromas que sostienen el último puente inca.

El Q’eswachaka (puente de soga) era en el Imperio de Los Incas uno de los cientos de pasos peatonales que formaban parte de la red de caminos del Tawantinsuyo. Actualmente es el último que sobrevivió al tiempo en el distrito de Quehue de la provincia de Canas (Cusco). Elaborado con fibras de q’oya ichu trenzadas, en una zona ubicada a 3.700 metros de altitud, yacía inquebrantable sobre las aguas cristalinas del río Apurímac.

Las comunidades campesinas de Chaupibanda, Choccayhua, Huinchiri y Ccollana Quehue, situadas a más de seis horas de viaje desde el Cusco, cuidaban el patrimonio inca. Cada año, entre finales de mayo e inicios de junio, renovaban las maromas y la base del puente colgante que data del siglo XVI, aproximadamente. Eran tres días de arduo y comunitario trabajo.

Pero los tres días solo eran la fase final de un largo proceso ritual que preservaron los comuneros. Todo empieza con el recojo del ichu y el chachacomo, termina con el trenzado del ichu y el cambio de todo el puente. Justamente por esas características ascendió, como casi todas las obras de ingeniería de los incas, a la categoría de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Unesco resolvió en diciembre del 2013 inscribir los conocimientos, técnicas y rituales de renovación en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Era un reconocimiento a la obra inca y al trabajo comunitario y los valores de organización, solidaridad y responsabilidad desarrolladas por las cuatro comunidades. Asimismo, reconocía la conservación de conocimiento y rituales ancestrales desarrollados durante 600 años.

Al año siguiente de la entrega del reconocimiento, en junio de 2014, hubo fiesta por partida doble. El puente, de una longitud de 28 metros de largo por 1.20 metros de ancho, se renovó en multitud.

Llegó la entonces ministra de Cultura, Diana Álvarez Calderón, quien fue la primera mujer en participar en el ritual, dado que, según las creencias andinas, las mujeres no pueden ser parte del mismo proceso de renovación.

La caída del puente

El puente de soga se rompió el martes y las maromas de q’oya ichu cayeron a las aguas del río Apurímac. No soportó el deterioro, porque en el 2020, debido a la pandemia del COVID-19, se suspendió el proceso de renovación.

Un equipo multidisciplinario de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco está en Quehue. Su trabajo es realizar una evaluación del puente inca desplomado. “Este equipo técnico emitirá un informe y se evaluarán las alternativas de solución, junto con las comunidades y autoridades de la zona”, informó Cultura escuetamente.

Agregó: “en las actuales circunstancias, esta actividad (el ritual de renovación) implicaría un alto riesgo de contagio por COVID-19, lo cual, deberá ser evaluado en forma conjunta”.

La renovación del puente lo hará el pueblo

El alcalde de Quehue, Mario Tacuma, anunció que toda la población decidió empezar las labores para recuperar el puente. Evalúan la posibilidad de hacerlo antes de junio, periodo en que siempre se solía hacer el trabajo de cambio.

No obstante, eso dependerá de que la q’oya ichu que todavía está verde llegue a una maduración óptima. “El material debe estar maduro para que las sogas que se hacen tengan la resistencia. Por eso no sabemos todavía cuándo podremos hacerlo”, explicó.

Por Quehue pasó una de las vías del Qhapaq Ñan, el sistema vial que unió el Tahuantinsuyo a lo largo de 30.000 kilómetros.