ONP, mayo 2024: cronograma de pagos
Sociedad

El suplicio de estudiantes de comunidades indígenas y rurales que luchan por estudiar a distancia en institutos

En medio de la crisis sanitaria, estudiantes de institutos técnicos y pedagógicos de pueblos indígenas y zonas rurales padecen por la falta de conectividad y realizan largas caminatas o atraviesan ríos a fin de captar señales de internet para acceder a clases.

Estudiantes de la comunidad de Urco Miraña buscan zonas altas para captar señal de internet y acceder a clases de su instituto. Foto: cortesía
Estudiantes de la comunidad de Urco Miraña buscan zonas altas para captar señal de internet y acceder a clases de su instituto. Foto: cortesía

Dejar de estudiar es casi una idea invasiva, un susurro que la pobreza desliza a los miles de estudiantes de educación superior no universitaria tras el inicio de las clases virtuales, pues a pesar del tiempo transcurrido, muchos aún no cuentan con lo básico: un celular con conexión a internet. Y la situación es aún más caótica para los alumnos que pertenecen a comunidades indígenas o viven en zonas rurales altoandinas y amazónicas.

El Ministerio de Educación (Minedu) estima que al menos el 30% de alumnos de los institutos de educación superior tecnológica (IEST), escuelas superiores de formación artística (ESFA) y centros de educación técnico productiva (CETPRO) dejaron de estudiar desde el inicio de las clases a distancia. Ello, solo en el sector privado y en base a estadísticas de las entidades licenciadas.

Mientras que, en el sector público, la deserción estudiantil asciende al menos al 20%, de acuerdo a registros existentes que no alcanzan a la totalidad de estas instituciones debido a la pandemia y las irregularidades o problemas en la matrícula de muchos de sus alumnos por falta de recursos económicos.

Pese a la precariedad y esas idas y venidas del internet, cuya intermitencia resulta agotadora, otros miles de estudiantes batallan contra estas antiguas desigualdades estructurales.

Marcelo Sebastián, de 20 años, es uno de ellos.

El joven estudiante de Enfermería Técnica vive en la comunidad nativa Yagua, Urco Miraño, en Loreto, y ha visto, con gran pesar, que sus compañeros del Instituto Técnico Público Indiana regresaron a sus comunidades, pues no podían mantenerse en el distrito del mismo nombre de su institución, ya que no serían albergados en las instalaciones de su centro educativo tras el inicio de la cuarentena.

Él también retornó, pero al contrario de sus amigos, su familia hizo el enorme esfuerzo —con préstamos incluidos— para comprarle un smartphone que le permitiese conectarse a las clases virtuales.

“En mi caso es un poco tedioso seguir esas clases, porque la señal por el clima y por la zona geográfica va y viene. También la economía ha sido afectada. Esta pandemia nos ha impactado a todos”, confiesa.

Por estos problemas en la conectividad, de lunes a viernes realiza una caminata de al menos media hora desde su comunidad para subir a zonas altas y captar algo de internet. Allí permanece durante las seis horas de clases. “Yo tengo tres lugares a donde acudo. Son pequeñas lomas o grandes lomas que se quedan un poco alejadas, se agarra una trocha para llegar y de allí poder conectarnos para obtener la cobertura para seguir las clases”, indica.

Su situación es muy complicada, pero antes de la pandemia ya lo era. Cada fin de semana el río Amazonas era testigo de su retorno a Urco Miraño. Tres horas de recorrido en bote. Seis en total para abastecerse de plátano, yuca y pescado que lo ayudaban a resistir en la pequeña urbe.

“Lo que yo espero alcanzar es tener un mejor futuro, mejorar muchas cosas desde abajo. Cambiar, superarme, mejorar la sociedad, buscar nuevas oportunidades, abrirme paso a mejores cosas y tener un mejor futuro”, dice sobre sus anhelos este alumno de altas calificaciones que busca “servir a los demás” a través de su carrera. Y, por supuesto, apoyar a sus padres agricultores.

Situación durante la pandemia

Desde hace 15 años, Pilar Tamasi es profesora en el Instituto Técnico de Indiana, ubicado a tres horas en bote desde Iquitos. Ella tiene alumnos que se organizan en grupos y utilizan un mismo celular para llevar las clases de Producción Agropecuaria, una situación lamentable que visibiliza las hondas desigualdades del Perú.

“El tecnológico del Estrecho, en la frontera con Colombia, tiene más dificultades con sus alumnos. Tienen internet, pero es un distrito que no tiene luz las 24 horas, solo de 3 a 4 horas”, rememora sobre la situación de alumnos y colegas de dicha localidad.

Según el investigador experto en temas educativos del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), Ricardo Cuenca, la mayor concentración de jóvenes que vienen de los quintiles de pobreza más bajos está en la educación técnica y no en la educación universitaria.

“Hay un problema de fondo, independientemente de esta situación coyuntural de la pandemia, y es que los jóvenes más pobres acceden a la educación técnica. A eso se le suma que la educación técnica ha sido siempre un asunto postergado en el momento de definir políticas educativas y, por lo tanto, contaban históricamente con menos presupuesto”, explica el especialista.

El director general de Educación Técnico-Productiva y Superior Tecnológica y Artística (Digesutpa) del Minedu, Cristhian Pacheco Castillo, señala que son tres dificultades que enfrentan los estudiantes de educación superior no universitaria: problemas económicos por pérdida de empleos, dificultades de accesibilidad a internet y servicios deficientes de educación a distancia.

Todo ello ha impactado en la decisión de desertar de clases por parte de los estudiantes.

“Lo que hemos pedido a las regiones es que a los chicos no se les corte la posibilidad de estudiar y que luego regularicen progresivamente su proceso de matrícula [...] En Lima hay menos deserción que en regiones. Eso también es desigual”, manifiesta el funcionario.

Precisamente por esta situación, el registro del número de estudiantes está por regularizarse aún. Lo que sí se tiene es la cifra hasta el 2019, que señala que eran 714.000 alumnos en todas las modalidades no universitarias, cuyas 3.138 instituciones están concentradas en las zonas urbanas, principalmente.

Apenas unas 90 instituciones se hallan en el área rural, es decir solo el 2,9% se encuentran cerca de los estudiantes más pobres.

Deserción y olvido

Si bien el Minedu prefiere mencionar porcentajes y no un número exacto de alumnos afectados, la Coordinadora Nacional de Docentes Contratados de Institutos Estatales (Conaditpa) advierte que 34.000 estudiantes de institutos públicos abandonaron sus estudios durante la crisis sanitaria de la COVID-19.

“Lo que estamos viviendo en la educación superior no universitaria en realidad no es producto solo de ahora, sino de muchos años de olvido de muchos gobiernos [...] La pandemia solamente lo que ha hecho es desnudar los problemas, al tener estudiantes que obviamente ya no se encuentran de forma presencial sino deben llevar sus clases de forma virtual, eso agrava más la situación", alerta Arturo Licham, docente y presidente de Conaditpa.

"Es la gotita que derramó el vaso, pero los problemas ya los teníamos desde hace muchos años: infraestructura, equipamiento e incluso problemas de personal. Todo ello suma a que estemos al borde de una crisis completa”, añade.

Él narra que sus colegas y él se esfuerzan para que sus estudiantes no abandonen sus clases y tengan una oportunidad de sobresalir, por lo que incluso asumen el pago mensual de lo que parece ser un mínimo de cinco soles para que los alumnos al menos tengan acceso a WhatsApp y así coordinen con sus docentes. “Allí les enviamos los videos, las prácticas, las consultas las hacen por ahí”.

Esa es la situación de los estudiantes del Instituto Ciro Alegría Bazán, de la provincia liberteña de Chepén. Y, sobre los alumnos de comunidades indígenas, señala que “antes de la emergencia sanitaria su situación ya era precaria. Ahora con esta situación son doblemente vulnerados”.

“Estos jóvenes que son de frontera, en locaciones rurales, viven una situación doblemente precaria y en ese mismo nivel estará la educación que se brinda. Los docentes tampoco podemos hacer más que los medios que nos dan. Si no existe un medio sea presencial o virtual de como dictar las clases, cómo es posible que podamos apoyarlos”, indica Licham.

Enith Silva tiene 46 años y es madre de tres niños que cursan inicial y primaria, que lidian con propios dramas de conectividad. Además es alumna de Producción Agropecuaria —también— en el Tecnológico de Indiana. Sus padres son agricultores y por la extrema pobreza en la que vive no pudo comprar un celular.

Ante ello, se desplaza día a día hasta la comunidad de San Luis, fuera de Indiana, para que un compañero comparta con ella el acceso a las clases virtuales. Son 40 minutos de ruta en bote, con todo el cansancio y peligro que ello implica.

“La señal es un problema, a veces no nos podemos comunicar 4 o 5 días con nuestros docentes y estamos atrasados en nuestras clases y lo poco que recibimos ahí tratamos de ponernos en contacto con nuestros docentes para ponernos al día”, indica mientras la llamada telefónica se entrecorta... “usted misma lo está escuchando”, dice.

“A pesar de que estoy en el distrito, sufrimos mucho, ahora más que anteriormente. Ahora lo de la pandemia nos esta afectando porque antes podíamos tener dinerito para tener nuestro saldo”, añade. Ella necesita al menos 10 soles mensuales para recargar de saldo el celular que su compañero comparte con ella.

“Quiero ayudar a mi comunidad a progresar”, indica.

Alternativas que ofrece el Minedu

Ante estas problemáticas, el Minedu proveerá el servicio de internet de 20 GB a 21.645 estudiantes y docentes que están en condición de pobreza, hasta el primer cuatrimestre del próximo año, según Cristhian Pacheco Castillo, de Digesutpa.

“En la línea de las dificultades económicas, Pronabec ha sacado las becas de continuidad de estudios que benefician a 5.627 chicos de institutos. También tenemos muy buena comunicación con las instituciones privadas y públicas, las primeras han hecho esfuerzos para reducir costos de matrículas y mensualidades y los públicos, en la medida de sus posibilidades, han ido quitando estos costos”, indica el funcionario.

Además, al reconocer que el problema de la conectividad es grave, el Minedu implementó un curso de emprendimiento convalidable que se transmite a través de Radio Nacional y 66 emisoras locales a nivel nacional. “48.593 estudiantes se han matriculado y en esto ha participado el Midis, que nos ha facilitado las estaciones de los tambos”, explica.

Sin embargo, pese al esfuerzo, las becas de Pronabec solo están destinadas a alumnos de instituciones licenciadas y estas solo son 73 hasta febrero de este año, cuando el número de institutos asciende a 3.138. En total 1.221 son públicas y 1.917 son privadas.

Cambios

Debido a estos obstáculos, Conaditpa solicita que el Minedu se apresure con la entrega de módems de internet, además piden la distribución de equipos electrónicos como tablets para los estudiantes más vulnerables.

César Vega, coordinador regional de Ayacucho de la asociación indígena conformada por andinos y amazónicos Chirapaq, señala que la Ley N° 30512, Ley de Institutos y Escuelas de Educación Superior y de la Carrera Pública de sus Docentes, indica que esta normativa “está muy bien escrita, excelente, pero en la práctica no hay procesos inclusivos para los alumnos de zonas rurales”.

“No hay manera de que los alumnos solo se dediquen a estudiar, la mayor parte de estos jóvenes rurales se buscan empleos parciales, para subvencionar su estadía, su matrícula, su alimentación”, indica.

Ricardo Cuenca, investigador del Instituto de Estudios Peruanos, sostiene que los jóvenes que estaban estudiando, matriculados en institutos técnicos, tienen características de mucha vulnerabilidad y esto hace que sea altamente probable que dejen los estudios.

“Así como se ha hecho a nivel universitario creo que el Minedu podría también hacer un esfuerzo mayor para los institutos, esto supone un trabajo mayor, no siempre están en las zonas rurales. Los jóvenes tienen que trasladarse a ciudades intermedias para poder estudiar y eso supone costos mayores que el Estado tendría que evaluar, pero en todo caso se podría generar un sistema de becas, un sistema de acompañamiento muy claro para evitar que las condiciones estructurales agraven más esta situación de coyuntura”, afirma el especialista.

Sin embargo, más allá de medidas específicas y paliativas para el contexto actual, Cuenca señala que resulta necesario “una gran reforma de educación superior”. Ello, particularmente para las poblaciones indígenas, ya que cuando “uno mira a los indígenas amazónicos que están en la educación superior, el porcentaje no alcanza ni al 2%”.

“Hay un asunto absolutamente claro, que tiene que ver entre asegurar a que terminen la educación secundaria para que puedan acceder a la educación terciaria, técnica o universitaria. Por supuesto, ofrecer un acompañamiento diferenciado para aquellos jóvenes y tratar de acercar al Estado —que tiene poca oferta técnica y tiene más universitaria—, pero cuando digo acercar no solo con becas de continuidad sino con becas dirigidas a ellos, con acompañamiento más cercano”, añade el especialista.

También refiere que se podrían instalar carreras que sean útiles a las comunidades en las que viven porque la mayoría de ellos suele retornar a estas tras la culminación de sus estudios.

“Creo que hay que repensar cosas de la educación técnica que no han funcionado como la ley esperaba”, sentencia.

Los artículos firmados por La República son redactados por nuestro equipo de periodistas. Estas publicaciones son revisadas por nuestros editores para asegurar que cada contenido cumpla con nuestra línea editorial y sea relevante para nuestras audiencias.