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Sociedad

Ficciones económicas, laborales y mineras (IV)

No se percatan aún que la pandemia está cambiando la historia o abriendo el paso a una nueva era donde esperemos después de la crisis económica mundial que se prevé, respeto por parte de las grandes empresas a las naciones.

Columna de César Caro.
Columna de César Caro.

El capitalismo liberal alcanzó su mayor éxito a fines del pasado siglo tras la caída de la URSS y el muro de Berlín, imponiendo sus ideas en el “Consenso de Washington”, donde establecieron como dogmas para alcanzar el progreso económico de las naciones: el respeto máximo a la propiedad privada; la neutralidad del Estado en la marcha de los asuntos económicos y la reducción del mismo en todos los aspectos; la liberalización económica con respecto al comercio como a la inversión; la expansión de las fuerzas del mercado dentro de la economía interna; la privatización de todas las empresas públicas, etcétera.

El gobierno de Fujimori siguió al pie y a la letra dichas políticas, en tanto que autores, como Francis Fukuyama escribían que la historia, como lucha de ideologías, había terminado. Que la democracia liberal se había impuesto tras el fin de la Guerra Fría. Creencia que permitió que el capitalismo mostrara su rostro menos amable al no tener ya ningún rival con el cual competir en su afán de lucro desmedido y sin fin.

Sin embargo, la actual pandemia nos hace recordar hechos similares pasados, como cuando el credo liberal se instaló en el mundo occidental desde los inicios de la revolución industrial hasta la crisis económica de 1929. Crisis que acabó con los dogmas al demostrarse en la práctica que la autorregulación de la economía era una falacia, creando las condiciones para la Segunda Guerra Mundial al posibilitar el ascenso de Hitler y Mussolini.

Tras la misma, la economía de los países occidentales se mantuvo con un alto grado de control por el Estado de los sectores económicos más importantes y del grueso de las finanzas. Éste fue el modelo keynesiano o el denominado capitalismo monopolista de Estado bajo el que se desarrolló el llamado “estado del bienestar” con una amplia cobertura de servicios sociales para la población, como un modo de impedir la expansión del régimen soviético.

Y aquí cabe hacer una apreciación: los países que mejor cobertura han tenido en la lucha contra el Covid-19, son aquellos cuyos sistemas de salud no fueron privatizados o que han resistido a ciertos grandes intereses que ven en la salud, --tal como lo han conseguido en gran parte en la educación--, un negocio altamente rentable que viene ocasionando protestas en países como Chile, Francia, etc.

Sin embargo, cuesta librarse de los dogmas neoliberales. Por ello entendemos por qué entre las 11 recomendaciones que la Comisión para el Desarrollo Minero Sostenible, presentó al premier Zeballos, no hay posibles cambios en la propiedad, el reparto de las utilidades netas de las mineras y las facilidades tributarias, como una forma de financiar en un futuro próximo la denominada renta básica universal y educación y salud de calidad.

No se percatan aún que la pandemia está cambiando la historia o abriendo el paso a una nueva era donde esperemos después de la crisis económica mundial que se prevé, respeto por parte de las grandes empresas a las naciones y que estas últimas a su vez se integren en armonía tanto en la explotación de los recursos extractivos como en su transformación, dándoles mayor valor agregado y cuidando prioritariamente el medio ambiente.

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