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Sociedad

Entre los cadáveres que deja la pandemia: así luchan los portadores de féretros en el Perú

Nelson y Ricardo son padres que, a pesar de tener otras profesiones, batallan a diario por darles a las víctimas de la COVID-19 un digno y respetuoso último adiós. A pesar del temor a contraer la enfermedad, ellos han recogido más de 200 cuerpos durante toda la emergencia.

En medio de, quizá, el momento más duro de la pandemia del coronavirus, que presenta una curva ascendente de casos positivos a diario, dos hombres cumplen con la difícil y peligrosa tarea de cargar los cuerpos de personas que han fallecido a causa del mal.

Uno de ellos es profesor universitario con maestría y el otro un taxista con experiencia en el servicio militar. Ambos forman parte de un equipo de portadores de féretros que no han dejado de laborar. Incluso, aseguran, el trabajo es más arduo y requiere de mucha mayor precisión y cuidado.

Nelson y Ricardo, de 40 y 41 años respectivamente, inician su sacrificada tarea minutos antes de las 8 de la mañana, horario al que llegan a la oficinas de la Funeraria Semino, ubicada en Independencia.

Luego de ponerse los trajes lavables, buscan sus implementos de seguridad y tras una coordinación con su jefe salen a las calles a bordo de un vehículo. En él cargan dos ataúdes, uno marrón y otro blanco, para los dos cadáveres que tienen programados recoger en distintos puntos de Lima y Callao.

Además de recoger los cuerpos, también deben– en algunos casos – realizar trámites engorrosos y burocráticos que demoran su trabajo. No obstante, colaboran con los deudos a fin de brindarles a las víctimas un último adiós digno.

“Ves mucho dolor en este trabajo. Debes tratar con familiares que acaban de perder a un ser querido y a la par trabajas con los fallecidos quienes necesitan ser tratados con dignidad. Durante las visitas observas que hay otras empresas que no los tratan bien o que incluso caminan sobre ellos como si no se trataran de seres humanos. Nosotros tratamos de hacer lo mejor posible como si fueran nuestros familiares", comenta Nelson, mientras recorre las calles de nuestra ciudad.

El proceso entre recibir la autorización y llevar el cuerpo al muertorio o cementerio puede llevar horas. Todo dependerá del tiempo que tome encontrar el cadáver designado.

Este trabajo no tiene una hora determinada, ni turnos. Ellos saben que en cualquier momento los llamarán y deberán acudir nuevamente al trabajo.

Es cansado, indican, pero ya cuentan con ardua experiencia en el ámbito. Desde que inició la pandemia han recogido 220 cadáveres. Revelan que el porcentaje de trabajo aumentó en un 100%; es decir a diario recogen dos a tres cuerpos, pero reciben más de cinco llamadas.

Detrás de su profesionalismo, también hay seres humanos que tienen miedo de contagiar a sus seres amados e incluso de quedarse sin empleo.

La historia de Nelson es bastante particular. Dejó las aulas universitarias en Venezuela, donde era profesor con una Maestría en Gerencia Educativa, para recoger cadáveres y codearse directamente con el sufrimiento de centenares de familias. Dice nunca haberse imaginado lo que significaba realizar esta labor, pero la considera una gran oportunidad de reafirmar el respeto hacia el ser humano.

Desde hace dos meses trabaja en la Funeraria Semino, coincidentemente con el inicio del estado de emergencia. Según comenta, el miedo que tiene a poder contagiarse se mantiene latente, no obstante, sigue a cabalidad el protocolo sanitario para evitar infectar a sus familiares.

"Al principio era difícil, da susto y miedo, pero siempre siguiendo el protocolo te vas a proteger”, indica.

Al igual que Nelson, Ricardo es el sustento de su familia y afronta con bastante responsabilidad el trabajo que se le fue designado. Asegura tener temor de contagiar a sus hijos y sus padres, quienes tienen una avanzada edad.

“Al principio, las personas que ven este trabajo dirán: ‘Pobrecito, está mal, no se vaya a contagiar’, pero yo lo veo como cualquier trabajo. Es arriesgado uno no se puede contaminar porque uno también tiene familia y tratar de proteger a los suyos, mis hijos, mis padres”, narra un poco intranquilo, el segundo portador de féretro.

A pesar del panorama desolador en el ámbito económico, Ricardo no reniega de la situación y sigue dando lo mejor para apoyar a los miles de peruanos que han perdido a un familiar a causa de la COVID-19.

"A veces uno se siente un poco temeroso por la situación que uno va pasando, por ver a algunos cuerpos que están tirados en el suelo, sin embargo, a estas alturas de la vida, donde el trabajo no hay y se gana poco, no alcanza el dinero ni para comer, debemos seguir”, menciona el también taxista.

El realizar este trabajo a diario no los ha convertido en personas insensibles. Dicen sentir como propias las pérdidas, por lo que a veces lloran viendo el sufrimiento de otras personas.

"Yo veo las impresiones de otras personas y yo también me quiebro. Más cuando vemos a los amigos o familiares que los esperan", cuenta.

Ellos dos representan a los miles de portadores de féretros que continúan laborando en medio de esta preocupante situación sanitaria. A demás del esfuerzo que ponen a diario, su empatía demuestra la gran calidad de seres humanos.

Su labor es indispensable en estos momentos, donde el Perú ya cuenta con más de 5 mil víctimas mortales, con proyección de seguir aumentando.

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