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Sociedad

No tienen COVID-19, pero sufren sus consecuencias

Testimonios. César Castillo Vidalón, de 75 años, paciente de cáncer al estómago, y Richard Terry, de 43, paciente de esclerosis múltiple, reclaman atención, que no todo sea coronavirus.

Por: Carlos Páucar

“Nos sentimos totalmente discriminados” César Castillo

Lucía ha desatado una batalla diaria en las redes sociales. Lanza angustiosos tuits, que le nacen de la esperanza, buscando una operación salvadora para su padre. Su argumento constante es el gran amor que le tiene. No quiere verlo morir, no se resigna a que lo abandonen y se lo enrostra a las autoridades de salud. ¡No todo puede ser coronavirus!, protesta.

Su padre César Castillo Vidalón, de 75 años, padece un cáncer al estómago (adenocarcinoma gástrico pobremente diferenciado) que avanza inexorable, por lo que estuvo internado dos semanas en el hospital Edgardo Rebagliati de EsSalud y debía ser operado de urgencia el 20 de marzo. Lamentablemente, postergaron la intervención para el 24 de marzo.

Lo peor ocurrió un día antes –el jueves 23– pues le dieron de alta, cancelándole la cirugía oncológica.

A Castillo lo enviaron a su domicilio pese a que los carcinomas pobremente diferenciados (de alto grado) tienden a crecer y a propagarse más rápidamente, por lo que crece el riesgo de hacer metástasis. ¿El motivo? A su hija, Lucía (42), le dijeron “hay una orden de no operar a nadie, ahora todo es Covid-19”.

Desde allí inició una valiente cruzada en Twitter para lograr la cirugía oncológica para su progenitor. Copió sus tuits a la presidenta de la entidad aseguradora Fiorella Molinelli, al ministro Víctor Zamora y al mismo presidente Martín Vizcarra.

“¿En qué parte de las leyes, de las normas, dice que el cáncer no es tan letal como el Covid-19? Toda mi familia está angustiada… Resulta que ahora tener Covid-19 es un privilegio porque al menos puedes ser atendido. Nos sentimos totalmente discriminados”.

Lucía Castillo, por sus tuits, recibió el apoyo de varios personajes públicos. Fue entonces que recibió llamadas de personal del seguro. Comenta que no le solucionaban nada. Ha presentado reclamo a Susalud y le han dicho que en 25 días le darán respuesta. Ella teme estar perdiendo un tiempo valioso.

“Uno de los médicos residentes me confirmó que la enfermedad de mi padre era de mucho riesgo, está a punto de comprometer otros órganos. La diferencia es el tiempo. La diferencia es si le extirpan tres cuartas partes del estómago, todo el estómago, o ya no haya nada que hacer y me digan solo cuánto tiempo le queda de vida”.

Un papel no vale la vida de mi padre, reclama ella, refiriéndose a la norma que, le aseguraron, le impide ser operado en la institución en estos tiempos del coronavirus. Por eso anuncia que seguirá su batalla, pues no desea ver cómo su padre pierde kilos –46, 44, 42– y su cuerpo no acepta las comidas.

Angustiada, indignada, furiosa, espera respuestas y decisiones en favor del autor de sus días.

“Procuro mantener el optimismo” Richard Terry

Antes del distanciamiento social, Richard Terry ya se enfrentaba todos los días contra el desánimo. Y contra la soledad. La esclerosis múltiple que padece lo tenía sujetado a una silla de ruedas, a la cama, a las terapias que hace, fielmente, desde que hace 15 años le diagnosticaron la enfermedad degenerativa.

Esta etapa del Covid-19, por eso, no lo afecta por el aislamiento, pero sí lo vence al no contar con la presencia de fisioterapeutas que ahora no llegan hasta su hogar en Bellavista debido al toque de queda. Desean atenderlo, pero hay un temor natural de salir a las calles y contagiarse, de ser detenidas, de no hallar medios de transporte.

Para él los ejercicios físicos lo son todo. Detenían su parálisis, evitaban el encogimiento de sus músculos, recuperaban poco a poco sus habilidades pérdidas. “Aunque tengo este mal, procuro mantener el optimismo, con las limitaciones obvias de la discapacidad. Pese a que todo lo que he sufrido es constante, me siento afortunado de no tener afectada la parte cognitiva de mi cerebro. Quiero dar más a la vida y dar pelea a la esclerosis”.

Richard Terry Marticorena (43) hace unos 20 años era un joven que gustaba de la salsa neoyorquina, coleccionista de discos, musicólogo. Hasta que en su vida apareció la esclerosis múltiple, una enfermedad que afecta al sistema nervioso central y degenera los músculos.

“Al comienzo fue muy difícil. Me abandoné y luego me rescaté. Estoy agradecido a las personas que no me dejaron morir y siempre están detrás. El diagnóstico lo tengo hace 15 años. Con malos pronósticos y cero expectativas, seguí adelante”.

Ese ánimo no decayó ni cuando se quedó sin los costosos tratamientos; o cuando se sometió a ensayos clínicos de medicamentos, que luego fueron cancelados; o –ahora– cuando le es imposible seguir las fisioterapias que le hacían sentir que no todo estaba perdido y se retarda la degeneración.

“Cuando llegó este mal, el impacto fue desolador. Uno se llena de miedos, angustia y desasosiego. Con el tiempo buscas sobrevivir y aprendes que uno nació solo y morirá solo, por lo que trato de llevar las cosas en la intimidad”.

Dos motivos lo alientan a resistir. Y tienen nombres: su hijo Gabriel y su nieto Noah.

Otra razón es seguir creando música y darle la contra a esta enfermedad que daña el cerebro y la médula espinal, pero no sus ganas de luchar. Espera que acabe la cuarentena. Y a seguir bregando para vencer la adversidad.

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