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Sociedad

Un refugio oportuno

Inmigrantes. El albergue Sin Fronteras de San Juan de Lurigancho cobija a varias familias de venezolanos que sobreviven a la cuarentena con donaciones.

Texto y fotos: Aldair Mejía

Protocolo

Los venezolanos han instalado una zona de desinfección a la entrada de su albergue. Se exige mascarilla y el lavado de manos con alcohol antes de ingresar. Siempre hay un encargado en esta área.

Tacos

Una niña juega con los tacos de su madre en la escalera que lleva al segundo piso del albergue, donde hay tres habitaciones con seis camarotes en cada una.

Descanso

En lo que era la cochera de la casa donde funciona el refugio hay una zona de descanso. Los hombres juegan a los naipes y las mujeres se peinan entre ellas. Esta joven se arreglaba para ir a recoger unas donaciones, eran refrescos de chocolate que llegaban de otro albergue. Por ahora, todos viven de la ayuda que llega de instituciones solidarias y de otros grupos de venezolanos, nadie trabaja.

El albergue tiene dos pisos. En el primero, además de la zona de descanso, hay una sala con TV y tres habitaciones para ocho personas. Hay al menos unos treinta niños que corretean por todo el lugar. Las mascarillas no dejan ver sus sonrisas, pero sus carcajadas son contagiosas. Ningún residente del albergue ha presentado hasta el momento síntomas de COVID-19.

Manos

Los niños del albergue tratan de vencer el aburrimiento jugando con la bandera venezolana.

Olla común

Los hombres y mujeres se han organizado para hacer las tareas domésticas como lo hizo el Gobierno. Los lunes, miércoles y viernes, los hombres se encargan de la limpieza y la cocina. A las mujeres les toca martes, jueves y sábado. Los domingos comparten tareas.

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