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Sociedad

Mercados: de ruta de escape a evidente foco infeccioso

Peligro. Toda recomendación queda a un lado cuando ir de compras permite evadir el aislamiento. La gente parece no temer al virus ni a sus consecuencias mortales.

Por: Jéssica Merino

Las recomendaciones están en todos lados, pero a muchos parece no importarles. Es jueves, día 20 de la cuarentena nacional. Estamos en el cruce de las avenidas San Pablo y Aviación. Son las 8 de la mañana. La comerciante Irma Segura nos deja subir al techo de su inmueble de tres pisos. Ha salido el sol y cientos de personas hacen sus compras bajo sombrillas de todos los colores. El aislamiento social obligatorio aquí solo se ve en las noticias.

“Igualito tenemos que trabajar y los clientes llegan”, comenta Mary Pinto, vendedora de papas, mientras se reacomoda bien una delgada mascarilla que poco o nada la protege. En la esquina las venden a un sol.

En Comas, el mercado Unicachi limitó su capacidad de aforo a 300 personas. Largas colas para acceder y, en medio de eso, los mototaxistas desafían a la autoridad. Si te llevan, te sueltan al rato, argumentan, curtidos.

En Caquetá, un cordón de militares forma una barrera para organizar el ingreso de compradores. “Todos pasan en grupo de 10 y con su DNI”, dice un efectivo. Las colas son extensas.

Para ingresar al mercado Valle Sagrado, en San Juan de Lurigancho, el pasaje Villa Hermosa retrata lo que ocurre. En inmediaciones del Mercado de Frutas, ambulantes y camiones de descarga han tomado el control. Hasta ayer, día 21 de la cuarentena, van casi 40 mil detenidos, 2.281 infectados y 81 fallecidos. Se ha ampliado el horario del toque de queda y desde el viernes entró en vigencia la restricción por géneros. Nada parece ser suficiente. Solo en el mercado La Paradita de San Juan de Lurigancho se intervino a más de 20 mujeres por transitar cuando no les correspondía, confirmó el mayor PNP Pablo Vega Tafur, comisario de Canto Rey.

“Otra cosa típica es ‘mientras no me vean, no pasa nada’. Eso es una moral muy básica”, precisa Roca. Ojalá nos demos cuenta que lo que está en juego es más importante.

“Son focos de contagio”

Según el Censo Nacional de Mercados de Abastos 2016, ejecutado entre noviembre del 2016 y enero del 2017 por el INEI, existen 2.612 a nivel nacional. Sin embargo, solo en Lima y Callao, entre formales e informales, la cifra supera los 2 mil mercados. Si no se respetan las medidas impuestas por el Ejecutivo, todos ellos son focos de contagio de Covid-19 debido al nivel de contaminación y al gran riesgo de transmisión que representan por el número de personas que congregan, afirma Manuel Espinoza Silva, médico infectólogo del Instituto Nacional de Salud (INS) y del Instituto de Medicina Tropical de la Universidad San Marcos.

“La gente se ha empezado a aglomerar, muchos con las manos contaminadas de secreciones al toser. Se bajan y se suben las mascarillas, contaminan sus manos, agarran dinero, los productos. Viene otra persona y hace lo mismo”, alerta.

“Hay rebelión ante la ley”

Si el riesgo es alto, ¿por qué no nos cuidamos? ¿Al peruano le gusta hacer lo que le da la gana? “Hay cierta rebelión frente a la norma, vinculado a nuestra formación cívica, que tiene directa relación con nuestra educación”, dice Ricarte Cortez, psicoterapeuta familiar sistémico.

“Frente a una crisis la primera reacción es la negación. Es una manera de decirnos que no está pasando. Es una actitud fantasiosa, inmadura”, puntualiza.

El individualismo y la irresponsabilidad de velar por la salud son factores que influyen. “Un gran sector de nuestra población está en crisis permanente y vive en emergencia permanente. Entonces, lo que está por venir termina siendo secundario y más importa cómo hago para hoy ganar dinero y alimentarme”, manifiesta.

El psicólogo clínica Carlos Roca subraya algo más personal. “No se ha llegado al desarrollo moral óptimo, que involucra ir más allá de nosotros, pensar un poco más a nivel de sociedad. Recién cuando el virus llega al vecino, al costado, se preocupan. Mientras, no acatan las leyes”, exclama.

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