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Sociedad

En este buque nadie se rinde

“Hay un elemento que no pude faltar: la moral del grupo. Conforme pasan los días en esta cuarentena observo una decaída en la moral que puede ser peligrosa”.

En este buque nadie se rinde
En este buque nadie se rinde

Tres semanas en cuarentena y una más por delante. El presidente decidió meter el martillazo que el equipo de prospectiva epidemiológica le pedía y ha logrado sacar a 50% más de gente de las calles dividiendo días entre hombres y mujeres. Desde el sábado a las 6 pm (en 5 regiones desde las 4 pm) hasta el lunes a las 5 am no sale nadie. El toque de queda continuado más largo de la historia del Perú. Otro record para un presidente que los está acumulando, tal vez, como ningún otro.

Las medidas son explicadas en estas esperadas conferencias del mediodía. Explicadas, entendidas y ejecutadas. Un orden que nos parece ajeno y que se acepta por la urgencia de lo impostergable. La muerte nos ha unido como solo la muerte puede hacerlo. Medidas de aislamiento cada vez más rígido, medidas de gasto público sin precedentes, medidas para poner comida en la mesa, medidas para salvar empleos. Como dijo la ministra de Economía, un complejo rompecabezas para enfrentar la peor recesión que el mundo sufre desde la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, como sabe bien un estratega militar, no basta con la aceptación y el cumplimiento de la orden. No basta con la eminencia de la muerte. No basta con tropas alimentadas, descansadas y altamente entrenadas. Hay un elemento que no pude faltar: la moral del grupo. Conforme pasan los días en esta cuarentena observo una decaída en la moral que puede ser peligrosa.

Nadie escapa al tedio de las horas sin hacer; a la angustia por el trabajo que no se puede realizar; a la pérdida por aquello que nunca sucedió (un funeral, una boda, un viaje, un amor, un comienzo o un final) y que, tal vez, nunca suceda; a la frustración tecnológica de no saber o no poder hacer el trabajo, enseñar o aprender a distancia; a la desesperación económica por el puesto perdido, el salario recortado, la venta no realizada o las perdidas catastróficas donde no queda más que liquidar, perdiéndolo todo; al pánico por los que están enfermos y por los que los cuidan; o al miedo de escoger entre comer o estar vivo. En estas tres semanas todos hemos experimentado algunos de estos sentimientos. Hemos desarrollado estrategias (mantenerse muy ocupado, tener rutinas) pero las emociones no saben de razones.

¿Qué peligros tienen estas emociones? Que nos llevan a tomar decisiones irracionales. No estoy hablando de teorías de la conspiración, sino de voces muy reales en las redes sociales. Un murmullo creciente y pesimista que dice: “Si todos nos vamos a contagiar, ¿qué importa?”. “Me la juego, prefiero vivir con algo que comer que esperar sentado a morirme de hambre”. “Quiero toda mi plata de la AFP hoy, mañana no sé si estaré vivo”. “Están ocultando información, son millones de infectados a los que no pueden hacer el test”. “No están funcionando las medidas, cada vez es más estricto y cada vez hay más muertos”.

En el combate de Angamos, muerto Grau y buena parte de sus oficiales, cuando todo estaba perdido, Enrique Palacios gritó a sus hombres “¡En este buque nadie se rinde!”. El Huáscar nunca se rindió. Tuvo que ser asaltado para evitar su hundimiento por sus propios hombres. Hoy, estando en mucha mejor posición, ¿nos vamos a rendir sin dar pelea? La enfermedad y la recesión no son invencibles. Pero nos derrotarán si baja la moral. La distancia social es nuestra consigna y debemos cumplirla para seguir, todos, vivos. ¿Después? Estaremos aquí pare recomenzarlo todo.