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Sociedad

Pandemia y globalización

A diferencia de las guerras verdaderas, en esta ocasión ‘la movilización de recursos públicos debe ir acompañada de una desmovilización del grueso de la población.

Pandemia y globalización
Pandemia y globalización

Ya se ha dicho y repetido: lo que vivimos es inédito en toda la historia de la humanidad. En nuestra transformación de animales en dioses creíamos, con Yuval Noah Harari, que habíamos derrotado a la enfermedad, así como al hambre y la guerra, como causas de muertes masivas. Y, de pronto, nos encontramos con esta pandemia, que sacude al planeta entero y que obliga a que más de dos tercios de la población mundial viva en cuarentena.

Esta es la primera pandemia literalmente global. Ni la “gripe española” de hace un siglo (difundida por los soldados estadounidenses), ni las pestes de las que tenemos registro (con frecuencia originadas en China) alcanzaron con tanto dramatismo a la humanidad entera, como ocurre ahora.

Se habían vuelto globales antes, la producción, el fútbol, el entretenimiento y el consumo en general. Desde 1970, más o menos, las corporaciones transnacionales empezaron a planificar mundialmente su producción, no más para mercados nacionales por separado. Hoy, la fábrica puede estar en Taiwán, la gerencia en Londres, la publicidad en Madison Avenue de Nueva York, y el mercado en todas partes.

También el fútbol se ha convertido en un espectáculo sin fronteras. El cine y la televisión de entretenimiento, así como las noticias, se muestran idénticas aquí y allá. Los supermercados venden los mismos productos. ¿Dónde no hay Coca Cola o Kentucky Fried Chicken? No hay gobierno que no se reclame democrático. Solo faltaba que la enfermedad se volviera global y que la epidemia se volviera pandemia.

Sin embargo, no le faltaba razón a Yuval Noah Harari: nunca antes se había podido aplicar al nivel actual el conocimiento científico para combatir una plaga. En el año 2000, como en el 1984 de George Orwell, todos somos vigilados: costo inevitable del combate al virus. Así, ahora el número de muertes resulta proporcionalmente mucho menor que en los episodios anteriores. Recuérdese no más los 25 millones de muertos por la Peste Negra en la Europa del siglo XIV. Lo malo, por cierto, es que no somos vigilados solo para combatir al coronavirus, en un mundo que ha dejado de ser un mundo de vecinos para volverse un mundo de extraños.

Sabemos que esta angustia va a pasar. Y, aunque puede repetirse, no será un virus lo que acabe con la humanidad. El virus no tiene el poder del calentamiento global, producido por los seres humanos, en su búsqueda compulsiva de la ganancia a corto plazo.

Como ha dicho Javier Solana, excanciller de España y exsecretario general de la OTAN, a diferencia de las guerras verdaderas, en esta ocasión “la movilización de recursos públicos debe ir acompañada de una desmovilización del grueso de la población”, y “será menester de todos no olvidar las múltiples virtudes de la globalización, que por supuesto merece ser repensada, pero no vilipendiada”.

P.S. Haber usado la Plaza de Acho para ubicar a los indigentes es una estupenda medida de solidaridad. La oposición de algunos taurinos, además de un flaco servicio a su propia causa, es una lamentable demostración de injustificable egoísmo. Deberían leer La peste de Camus.

Rafael Roncagliolo. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.