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Sociedad

Zoom: vivir en pantalla

Zoom: vivir en pantalla
Zoom: vivir en pantalla

Un mundo encerrado se ha volcado con todo hacia la comunicación digital. Parecía que ya no podía haber más contactos electrónicos en nuestras vidas, pero aquí están. La gente está aprendiendo Skype, Zoom, Teams y otras formas de reunirse con grupos sobre la pantalla. No sustituye sentarse a una mesa, pero es lo que hay.

Las reuniones a distancia existen desde hace buen tiempo. Pero ahora han pasado de ser sobre todo instrumento de trabajo a ser también espacio social. La cuarentena mueve a buscar y en cierto modo consolarse con presencias que se han vuelto inalcanzables, voces, rostros, cuerpos, habitaciones familiares.

En su aspecto más íntimo, el recurso es limitado. Hasta la mejor imagen de la pantalla tiene una aureola de artificialidad técnica que se traduce en distancia de todo tipo. Las peores imágenes se interrumpen, se fragmentan, se distorsionan, nos condenan a una atención tensa que tiene poco que ver con la charla amable.

Los que trabajan a distancia no tienen esos problemas. ¿O sí? Uno pensaría que allí la cosa es simplemente hacer llegar el mensaje y lograr recibirlo. ¿Pero cuán importante es que profesor y alumno se vean los rostros en movimiento durante las clases a distancia que han empezado a proliferar en el ciberespacio?

En los dos casos (intimidad, trabajo) hay algo llamable un déficit de realidad. En ese proceso de comunicación vamos acumulando una carencia que solo se podrá completar el día en que los participantes nos veamos cara a cara. ¿Significa que estamos ante un simulacro de encuentro? Quizás no. Quizás solo es un encuentro que sustituye a otro.

Cuando el tema es solo un mensaje (clases, directorios, conferencias) esta sustitución no es problema. En el campo de las relaciones personales la cosa es diferente. ¿Podríamos mantener ese tipo de relación electrónica por tiempo indefinido? En las largas relaciones familiares exclusivamente por WhatsApp siempre hay alguien que se queja.

Es probable que en muchas personas las reuniones a distancia de estos días creen hábito. Ya hay quienes prefieren la distancia del chateo que la cercanía absoluta del teléfono. Exagerando, podemos imaginar grupos que solo viven en pantalla, siempre deseosos de interactuar, pero no de estar físicamente juntos.

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