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Sociedad

La falta de empatía en el país

Cusco. El especialista en educación Arturo Ferro explica las consecuencias de pensar en uno mismo antes que en el resto.

Municipio aprovechó para realizar la limpieza de calles, a fin de prevenir el contagio del coronavirus. (Foto: John Reyes / La República)
Municipio aprovechó para realizar la limpieza de calles, a fin de prevenir el contagio del coronavirus. (Foto: John Reyes / La República)

Pensar en uno mismo antes que en el resto, forma parte de un enfoque individualista donde no les importa lo que le pase al vecino o al prójimo. Solo les interesa estar bien y quien sabe si algunos de los tuyos también, porque muchas veces ni en sus propias familias piensan. Su egoísmo es tal que podrían dejar morir a sus propios familiares con el objetivo de salvarse. En varias ocasiones hemos visto a estos ególatras negar a sus hermanos, a sus padres y hasta a sus propios hijos con tal de salvarse.

Creen que solo ellos existen y que el mundo gira en torno a ellos, si el Gobierno ordena una cuarentena a ellos poco les importa; si hay toque de queda, tampoco les importa, y si están contagiados y deben de quedarse en casa por responsabilidad, simplemente lo ignoran y salen a las calles como si nada pasara. Se creen inmortales, se creen eternos y, lo peor de todo, es que lo hacen conscientemente.

No es complicado informarse sobre el coronavirus y sus formas de contagio y expansión. Entonces es cuestión de voluntad y sensibilidad con los grupos vulnerables como los adultos mayores y personas en riesgo de enfermedades. Al parecer en las mentes de estos irresponsables solo prima su metro cuadrado de bienestar y no les importa el bienestar común, la armonía colectiva y la comunidad recíproca. Sus actitudes y sus hechos develan un espíritu perverso y maligno con el otro, que parece en contra del otro.

La empatía es ponerse en el lugar de la otra persona y pensar cómo uno se sentiría si lo tratan de una y otra manera. Esto ayuda a que las personas generen solidaridad con su prójimo y sean conscientes de que a nadie le gustaría que le hagan algo que ellos no son capaces de soportar.

En situaciones en que debemos mostrarnos más empáticos es cuando ponemos a prueba nuestra formación familiar, escolar y comunal. No solo me refiero a esas personas que sabiendo que tienen que seguir normas estrictas en este proceso de emergencia sanitaria, no lo hacen, sino también me refiero a algunos bancos que cobran intereses leoninos sabiendo que pocos están laborando y que no podrán cumplir con sus deudas, a las AFPs que en solo un día pierde los intereses ganados en años y a los medios de comunicación que alarman y que con sus actividades dan muestras de que todo se puede hacer con poder.

Todos ellos y otros más sin solidaridad, sin empatía, sin sensibilidad harán que las medidas se vuelvan más extremas. Entonces por unos cuantos todos pagaremos, porque sencillamente no pudieron pensar ni sentir por el otro, solidarizarse con el otro y ser sensibles con los otros.

Las familias han ido perdiendo ese rol educador en valores y actitudes colectivas, y le han dado paso al individualismo. Lo mismo ha hecho el currículo escolar, y la sociedad premia más a este tipo de ciudadanos. Esperemos que esta coyuntura transforme la manera de educar en la familia y en la escuela para refundar la educación en el país.

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