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Sociedad

El covid-19 y París ya no es una fiesta

En la boca del león. Efraín Rodríguez es un periodista arequipeño radicado en París. En esta crónica, da cuenta del clima de incertidumbre que se vive en la capital gala. La propagación del virus les estalló en la cara. Temen convertirse en la próxima Italia.

Paris (France), 14/03/2020.- A woman wearing a face mask passes by the Eiffel Tower, which closed as part of measures to contain the spread of coronavirus SARS-CoV-2 which causes the Covid-19 disease, in Paris, France, 14 March 2020. France will ban all gatherings of more than 100 people due to the coronavirus pandemic, French Prime Minister Philippe announced on 13 March 2020. President Macron announced the closing of schools, high schools and nurseries from 16 March 2020 on. Over 3,660 cases of COVID-19 infections and 79 deaths have been confirmed so far in France, reports state. (Francia) EFE/EPA/IAN LANGSDON
Paris (France), 14/03/2020.- A woman wearing a face mask passes by the Eiffel Tower, which closed as part of measures to contain the spread of coronavirus SARS-CoV-2 which causes the Covid-19 disease, in Paris, France, 14 March 2020. France will ban all gatherings of more than 100 people due to the coronavirus pandemic, French Prime Minister Philippe announced on 13 March 2020. President Macron announced the closing of schools, high schools and nurseries from 16 March 2020 on. Over 3,660 cases of COVID-19 infections and 79 deaths have been confirmed so far in France, reports state. (Francia) EFE/EPA/IAN LANGSDON

Efraín Rodríguez Valdivia para República- Sur

Cuando el sol de la tarde despunta entre los techos de teja negra y las sombras cubren por completo el boulevard de Saint Michel de Notre Dame, los enamorados a menudo van a besarse a los lugares discretos, escuchando las olas del río Sena. El agua baja con calma, empujada por la fuerza de los veleros mientras los parisinos caminan impávidos dentro de sus abrigos negros de corte recto hasta las pantorrillas. Sin embargo, la propagación del covid-19 está borrando estas imágenes.

Conforme pasan los días, la ciudad queda vacía, triste y solitaria. Ya no hay carcajadas abultadas en los bistros y el Sena parece un espejo sin los veleros que lo empujan. Por ningún lado París es una fiesta, como alguna vez escribió el escritor Ernest Hemingway.

La sensación de vacío se asemeja a los años de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando los nazis alemanes tomaron la ciudad. Esta vez, la guerra es sanitaria contra el coronavirus de Wuhan, que infectó hasta ayer a 4 500 personas en el país, con 300 casos graves y 91 decesos. Con esta cifra, Francia registra 886 casos más entre el viernes y el sábado, según el Ministerio de Salud francés.

“Este es sólo el inicio de la peor epidemia y crisis sanitaria más grave que ha vivido Francia hace un siglo”, dijo el presidente galo Emmanuel Macron en un mensaje al país.

Lo que se abre, de ahora en adelante, es un periodo de incertidumbre sobre la resistencia del sistema de salud francés. “Es verdad que la mayoría de los pacientes de esta enfermedad no sufren daños graves, pero puede ser mortal para los adultos mayores y los enfermos con otras patologías como cáncer, obesidad o diabetes”, recalca el presidente.

Y lo que no se sabe es la cantidad de pacientes graves que llegarán a los hospitales. Para bajar la incertidumbre, el Ministerio de Salud adelantó que el país tiene 5 000 camas de reanimación listas y 7 300 de cuidados intensivos para recibir a los pacientes graves. Pero el avance de la epidemia es tan fuerte que no se sabe cuántos serán los enfermos que necesitarán de cuidados especiales. Francia se acerca, en una proyección de las agencias regionales de salud, a ser la sucesora de Italia dentro de nueve días con 21 000 casos y 1 400 fallecidos.

Por ello, el presidente Macron ordenó la suspensión de las actividades en colegios y universidades hasta nuevo aviso. También pidió limitar los desplazamientos dentro de las ciudades. Cerró el castillo de Versalles, el Museo del Louvre, la torre Eiffel, los bares, los restaurantes, cines y todo centro de encuentro social. El gobierno quiere controlar, cueste lo que cueste, el flujo de contaminación para enfrentar una crisis que se le ha escapado de las manos. Si siguen llegando pacientes graves por coronavirus, el sistema corre el riesgo de saturarse, dejando de atender incluso a pacientes con cáncer, renales, afecciones cardiovasculares y otros.

La crisis en bata blanca

Vista desde su fachada, el hospital parisino Pitié Salpêtrière se asemeja a una mansión vampiresca con sus ventanales rectangulares y sus techos abovedados del siglo XVII. Sin embargo, este coloso sanitario, creado por el rey Luis XIV en 1656, hoy es uno de los centros hospitalarios mejor equipados de Europa. Dentro de sus muros inmensos, los médicos trabajan contra el reloj para atender a los pacientes graves y despachar los despistajes de nuevos contaminados.

“La idea es que le saquemos ventaja al avance del virus. Hace diez días teníamos dos casos graves y ahora tenemos quince”, explicó Alexandre Demoule, médico de reanimación de este nosocomio. Incluso los métodos más inimaginables están al servicio del trabajo de los médicos. Crearon un grupo de WhatsApp donde los galenos actualizan la gravedad de sus pacientes en tiempo real. “Estamos preparados, pero si la ola crece durante una semana más tendremos serios problemas. Si esto continúa un mes, no sé cómo vamos a atender a todos”, dijo Djillali Annane, médico del hospital Raymond Poincaré de Garches al diario Le Monde. Sólo en la región parisina Île-de-France, hay 721 casos confirmados y el servicio de atención telefónico recibe cerca de 6 000 llamadas al día. Lo que sigue es pura incertidumbre.

Francia, que se jactó de tener uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, afronta una prueba de rigor.

Y el rigor se mide en la crudeza de las cifras diarias. Por estrategia de despistaje y carga laboral, ahora solo se toma muestras a pacientes graves. Los médicos parten de la idea de que una persona con los síntomas de la gripe puede ser potencialmente portadora de coronavirus y se le aísla. Sólo se le despista si presenta complicaciones respiratorias. “Los biólogos no pueden trabajar las veinticuatro horas del día ni tampoco los siete días de la semana”, subraya Eric Caumes, jefe de Infectología del hospital Pitié Salpêtrière.

De ese modo, queda en el imaginario de la gente que todos posiblemente lo tengan. Así tal vez, con el curso de los días, los enamorados dejen de besarse al pie de los puentes, junto al Sena o lo hagan sobre los tapabocas para detener este agudizado contagio.

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