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Sociedad

Tu responsabilidad

La disciplina social es la principal forma de participación en la lucha contra la expansión del coronavirus.

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El Gobierno ha dispuesto varias medidas para frenar la expansión del coronavirus; un grupo de ellas, especialmente las que se refieren a la vigilancia, el diagnóstico y la atención en salud, no podrán realizarse con éxito sin el concurso de las personas. Dicho de otro modo, la disciplina social es la principal forma de participación de los peruanos en el desafío nacional de evitar el contagio de esta enfermedad.

Los casos de Corea del Sur por un lado, y de Italia por el otro, muestran un cuadro de lecciones particularmente referidas a la interacción de las autoridades con los ciudadanos. Mientras en el país asiático se realizaron hasta 10 mil pruebas de descarte por día, en el país europeo los controles se realizaban a las personas que mostraban signos muy visibles de la enfermedad. Del mismo modo, tal como señaló hace horas el expremier italiano Mateo Renzi, su país subestimó la enfermedad, un exceso de confianza que se advierte en algunos sectores de nuestro país como acción u omisión a pesar de las alertas.

Es crucial que los ciudadanos observen las medidas de seguridad en salud que han sido señaladas además de la limpieza. Ellas son el autoaislamiento personal y familiar, a lo que ayudan las recientes disposiciones del Gobierno que no deben ser aprovechadas; la búsqueda de asesoramiento médico remoto -no cara a cara-, salvo que los síntomas sean graves; y la práctica del distanciamiento social de modo permanente, es decir en la vida cotidiana. La asimilación de estos comportamientos es todavía insuficiente en las ciudades más pobladas de nuestro país.

En un ángulo añadido, esta conducta deseable también se realiza cuando reconocemos el riesgo del otro como si fuese propio, lo que se pone de manifiesto como reprobable ausencia cuando las personas acaparan productos que otros también necesitan para cuidar su salud. La disciplina social entendida como un compromiso cívico pasa por entender que un portador asintomático o quien padece esta enfermedad moderada o levemente puede sin embargo contagiar a otras personas adulto mayores o que padecen enfermedades crónicas y que por esa razón el efecto del coronavirus será para ellos devastador. El cuidado de no contagiar debe tener la misma intensidad que el cuidado de no contagiarse.

No infundir temor, no satanizar o ironizar las medidas de prevención, no jugar con las líneas telefónicas de alerta o no aprovechar este momento para demandas personales o laborales en medio de la emergencia dirá mucho de cada cual a ojos de la opinión pública y de su entorno cercano.