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Sociedad

La ausencia hostil

“Si un niño no es atendido cuando lo necesita, desencadenará en su futuro problemas como baja autoestima, falta de seguridad o sensación de que el entorno es hostil, lo que a la larga es caldo de cultivo para la violencia”.

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Si hablamos de las políticas dirigidas a la primera infancia en nuestro país, estas se han enfocado principalmente en la alimentación, integrando los esfuerzos en combatir la anemia. Pero aquello no es suficiente. La crianza de un hijo no se resuelve solamente dándole sangrecita o hígado. ¿De qué sirve un futuro delincuente, asesino o violador bien alimentado?

Tanto las instituciones públicas especializadas como la cooperación internacional coinciden en otros dos aspectos en los que se resume el desarrollo de un individuo más allá de la alimentación. Uno de ellos es el apego o la presencia activa de los padres o cuidadores en la atención de las necesidades de un niño en sus primeros 3 años de vida.

En la teoría del apego que el psicoanalista John Bowlby instauró en los años cincuenta se plantea que si un niño no es atendido cuando lo necesita desencadenará en su futuro problemas como baja autoestima, falta de seguridad o sensación de que el entorno es hostil, lo que a la larga es caldo de cultivo para la violencia.

Lo que logra el apego es reforzar hábitos que se replican. Un padre presente en la vida de un hijo genera otro padre presente y gatilla un círculo virtuoso que se expande exponencialmente hacia el futuro, principalmente en la salud mental de una sociedad. El otro componente es el juego, actividad que permite el desarrollo de capacidades de abstracción simbólica fundamentales para el aprendizaje.

Sin embargo, dada la estructura machista de nuestra sociedad donde es recurrente la figura del padre proveedor de recursos y la madre encargada de la crianza de los hijos y de la administración del hogar, esta ausencia esta normalizada y hasta institucionalizada por las estructuras de producción.

Que sea el padre el que se tire al suelo a jugar con los hijos, el que también pueda resolver sus necesidades cuando tienen hambre o atenderlos cuando quieran ir al baño, no solo es un gran paso como sociedad, debería ser el estándar. Pero para ello es fundamental también que las estructuras productivas se adapten a esta figura.

Promover la igualdad de género –equilibrando los rangos salariales o los cargos directivos en las organizaciones entre hombre y mujer, por ejemplo–, podría generar una mayor presencia del rol del padre en el desarrollo de los hijos, incidiendo directamente en la mejora de la salud mental de la sociedad y, a la larga, desincentivando la violencia que vivimos día a día.

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