Sociedad

Arequipa: Jóvenes y el reto de enderezarlos en centros juveniles

TRABAJO. ¿Qué pasa cuando un joven comete un delito? Como no puede ir a la cárcel, es internado en un centro de rehabilitación, en donde intentan corregir sus malas conductas para reinsertarlos en la sociedad. Ahí reciben una serie de terapias, pero a veces no funciona por falta de contención familiar.

CENTRO JUVENIL DE DIAGNOSTICO Y REHABILITACION ALFONSO UGARTE
CENTRO JUVENIL DE DIAGNOSTICO Y REHABILITACION ALFONSO UGARTE

Mónica Cuti

Para la ley, los menores de edad no cometen delitos, sino faltas. Los adolescentes infractores van a los centros juveniles de rehabilitación, no a la cárcel.

En el sur peruano, el único centro de diagnóstico y rehabilitación es Alfonso Ugarte, que alberga a 143 menores.

Julián, nuestro personaje anónimo, tiene 18 años. Hace tres está internado. Lo acusan de violación sexual. A él no le gusta recordar ese episodio de su vida. Lo que sí está vigente en su memoria es la mala relación con su padre y madrastra en Puno. No le avergüenza decir que era ludópata, pues se escapaba de su casa para ir a las cabinas de internet en Juliaca. Recuerda que le afectó que su padre buscara una pareja al poco tiempo del fallecimiento de su madre.

Por semanas no llegaba a su casa, evitaba a su familia y hermanos mayores, para que no le griten. Varias noches durmió en las calles y no tenía qué comer. Eso lo obligaba a robar.

Tras la violación sexual, sus padres lo llevaron al juzgado en Juliaca. Ahí ordenaron su internamiento.

El proceso para que un menor ingrese a un centro de rehabilitación se asemeja a un juicio. Se investiga el delito, incluso puede tener un internamiento preventivo. En este caso, la normativa establece un plazo de seis meses.

Ruth Esquivias, psicóloga y directora del Alfonso Ugarte, señala que las sanciones son muy estrictas para estos adolescentes. El solo hecho de alejarlos de su familia ya causa afectación y si es absuelto, hay un daño psicológico innecesario. “Hay chicos que están aquí por el robo de un celular, pero por corrupción hay tantos adultos que están libres”, dice.

No obstante, Esquivias no descarta que un centro de rehabilitación para muchos es una oportunidad. No hay el mismo trato en una cárcel, la idea es que los jóvenes se reinserten en la sociedad y dejen de delinquir.

En el Alfonso Ugarte, los internos cometieron robo, violación sexual, homicidio, comercialización de drogas, sicariato, entre otros. La pena máxima que pueden recibir es de seis años. Dependiendo de la evaluación del juez, pueden ser internados en el centro o llevar rehabilitación en libertad.

Rehabilitación

La institución tiene cuatro programas. El adolescente irá pasando del uno al cuatro de acuerdo al avance que tenga en cada uno. En el primer programa, están los recién ingresados. Se les hacen perfiles psicológicos, criminológicos y de reincidencia delictiva para definir su tratamiento.

Los programas contienen talleres para el control de emociones y respeto de las normas, todo acompañado de actividades como biohuertos, música, educación física, manualidades, carpintería, entre otras.

Esquivias indica que no todos pasan por las cuatro etapas; algunos las dejan a la mitad, pues sus sentencias terminan. No en todos se logra crear conciencia, para así evitar que cometan más delitos. El apoyo de la familia es primordial en la reinserción.

Chicos como Julián no están muy apegados afectivamente a su entorno familiar. Cuando culminan su internamiento, sin el apoyo de la familia, los jóvenes vuelven al mal camino. Si siguen siendo menores, una vez que cumplen su sentencia, son derivados al Inabif, donde solo permanecen hasta los 18 años, luego regresan a las calles.

En el Alfonso Ugarte, hay jóvenes de hasta 23 años. La institución ha logrado su permanencia, para que no sean derivados a la cárcel. “En los penales, debería haber una zona exclusiva para reos jóvenes que vienen de centros juveniles, pero no hay, eso es perderlos”, indica.

Joven reciben apoyo del SOA como medida socioeducativa

El Estado también dispone medidas socioeducativas en libertad. Esto se desarrolla en centros juveniles con los Servicio de Orientación al Adolescente (SOA), donde se ejecutan actividades durante el día, con horarios de atención flexibles, que se adecuan a lo que necesitan los jóvenes.

Andrés Manrique, director del SOA de Mariano Melgar, indica que este servicio se da en Arequipa hace cinco años. Aquí llegan jóvenes que no van a los centros de rehabilitación, pero requieren tratamientos para mejorar sus conductas, también son enviados con orden judicial. Tienen 83 jóvenes en el programa. En Paucarpata, hay otro SOA que, hasta el 2019, tenía similar número de adolescentes.

Ahí son derivados quienes cometen delitos menores y no tienen reincidencias delictivas frecuentes. Pueden estar 6 a 12 meses, según disponga el juez. El programa no desvincula al infractor de su familia para mejorar su ambiente.

Tienen sesiones con psicólogos y especialistas, también de trabajos de campo en albergues, forestaciones y otros. Los progenitores van a escuelas de padres, pero también hay mucha dejadez. El SOA trabaja con el Ministerio de Salud y ONG como Paz Perú y el centro Moisés Heresi, por adicciones.

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